Internacional

Encerrona afgana

Alfredo García En torno a la noticia

Burlado por enemigos y ridiculizado por aliados, el presidente de EEUU, Donald Trump, se encuentra atrapado en su propia encerrona: Después de firmar un “acuerdo de paz” con los talibanes no puede retirar las tropas norteamericanas de Afganistán y tampoco pueden quedarse, mientras los procónsules afganos desafían sus órdenes.

Es lo que explica el escandaloso chantaje del secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, hecho público después de su fracaso por establecer un gobierno de “unidad nacional” en Afganistán, por supuestas “contradicciones” entre el presidente, Ashraf Ghani, y el líder “opositor”, Abdullah Abdullah. Sin medir las consecuencias internacionales de su prepotencia, Pompeo declaró mediante un comunicado: “Dado que este fracaso de liderazgo plantea una amenaza directa a los intereses nacionales de Estados Unidos (…) anunciamos hoy un ajuste responsable a nuestros gastos en Afganistán y reducimos de forma inmediata la asistencia en 1,000 millones de dólares este año. Estamos preparados para reducir otros 1,000 millones en 2021” (...) “Francamente esperamos que solucionen sus problemas y que no tengamos que llegar a hacerlo, pero estamos preparados para hacerlo si no lo logran”, agregó Pompeo a los periodistas en el viaje de regreso a EEUU.

El pasado lunes Pompeo llegó a Kabul con la misión de conciliar al presidente, Ghani, con el “opositor”, Abdullah, quien no reconoce el triunfo de Ghani y lo acusa de fraude electoral. El mismo día que Ghani asumía la presidencia, Abdullah se autoproclamó “presidente”. El conflicto pone en riesgo un punto clave para avanzar el acuerdo de paz: el nombramiento de una delegación del gobierno para negociar con los talibanes, que debió comenzar el pasado 10 de marzo como paso previo a la retirada de las fuerzas norteamericanas, acuerdo impedido por la “crisis” entre ambos líderes y la negativa del gobierno de liberar a 5 mil presos antes de iniciar las conversaciones con los talibanes.

El pasado 29 de febrero, Zalmay Khalilzad, representante especial de EEUU para la paz y el líder talibán, Abdul Ghani Baradar, firmaron en Qatar un “acuerdo de paz” en presencia de observadores internacionales, después de un largo proceso de negociación con avances y retrocesos que excluyó al gobierno afgano.

El “histórico” acuerdo contempla la reducción del destacamento militar norteamericano de 14 mil soldados a unos 8,600 en un período de 135 días, sujeto al cumplimiento por parte de los talibanes de sus compromisos según el acuerdo de paz, (cese de la violencia) para la retirada en 14 meses de todas las fuerzas militares de Afganistán. En esa ocasión, el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, declaró optimista: “El acuerdo no es perfecto, pero los talibanes han demostrado que pueden ser pacíficos cuando quieren”.

Sin embargo la fragilidad del acuerdo quedó demostrado una semana después, cuando aviones de combate norteamericano bombardearon posiciones talibanes: “Un ataque defensivo para contrarrestar el asalto talibán, contra fuerzas del gobierno afgano en Nahr-e Saraj, provincia de Helmand”, según el vocero del Ejército, coronel Sonny Legget. Al mismo tiempo, el gobierno informaba la muerte de medio centenar de policías y soldados, así como decenas de heridos en 14 de las 34 provincias del país, víctimas de ataques de las fuerzas talibanes.

El disonante episodio afgano demuestra la diferente visión sobre la “paz” entre negociadores norteamericanos y talibanes, así como el deterioro de la autoridad de la Administración Trump sobre sus incondicionales “aliados”, contratiempo sin precedentes en la experiencia inmobiliaria del empresario presidente.