Pedro Díaz Arcia
Quizá una vez más haya que pasar una línea en la historia de los tiempos y escribir: Habrá un antes y un después de la pandemia. ¿Para beneficio de los pueblos? Quién sabe. ¿Hasta dónde la crisis sanitaria influirá en procesos globales que caracterizan la modernidad? Tampoco se sabe.
El concepto de globalización, un fenómeno que impacta esferas vitales de la sociedad, y que no es nuevo, evoluciona según el sistema imperante en las relaciones internacionales; con los volúmenes de intercambio comercial a nivel mundial; además, del desarrollo científico-técnico; y el proceso que más tarde condujo a la concentración del capital, luego de la desaparición de la comunidad primitiva y su tránsito por distintas formaciones socioeconómicas.
Un término clave para entender importantes acontecimientos y cambios en las últimas décadas es el de globalización; que no es el de las guerras marcadas por la expansión que implicaban secuestros, esclavitud y servidumbre, o ambas; ni la del clásico trueque y los avances en la navegación y el comercio entre naciones.
La globalización hasta ahora ha sido de otra naturaleza. Distinta por la escala y rapidez en el intercambio internacional que, según expertos, ha mostrado un desarrollo sin precedentes; de ahí que se deriven desastrosos efectos a causa de la pandemia, aunque aún en etapa de propagación, por sus dramáticas consecuencias no sólo para la salud, sino para la economía global.
Por supuesto, la definición respecto al concepto dependerá de la ideología de quién o quiénes la analicen y califiquen. Una cosa es la globalización de los tiempos de Julio César o de Cristóbal Colón, y otra muy distinta es la globalización neoliberal, en la que un segmento mínimo de la sociedad posee apenas el 1% de la riqueza mundial en detrimento del universo que la produce; o sea, el creciente proceso de concentración del capital.
Para el profesor de globalización y desarrollo en la Universidad de Oxford, Ian Goldin, los contagios de los riesgos “Son el lado oculto de la globalización”. Otro especialista hace énfasis en que la pandemia constituye un “cambio oceánico” que acelerará el repliegue del comercio mundial; los exportadores reformarán sus cadenas de suministros, y los importadores elevarán las barreras arancelarias. Nadie sabe si surgirán a gran escala nuevas -y a la vez viejas- formas de comercio.
Por su parte, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal), opina que la globalización, “definitivamente va a ser distinta”, cambiando los modos de producción y de consumo.
La situación económica global va de mal en peor. Al respecto, la Consejera Económica y Directora del Departamento de Estudios del FMI, Gita Gopinath, adelantó que según el mejor escenario es probable que el mundo pierda una producción acumulada de 9 billones de dólares en dos años. Además, prevé que la economía global se reduzca en un 3% este año, la mayor desaceleración desde la Gran Depresión de la década de 1930; pero podría ser más catastrófica, dependiendo del comportamiento del virus.
Según el pronóstico del organismo financiero, se esperan las siguientes contracciones económicas este año, entre otras: Estados Unidos, del 7.5%; los países de la Eurozona, del 5.2%; y China debe lograr un crecimiento de 1.3%. Pero el viernes pasado Pekín dio cifras oficiales: la economía se contrajo un 6.8% en los tres primeros meses de este año respecto al mismo periodo del año anterior, y podría ser mayor en el próximo período. Lo que borra el crecimiento del 6% en 2019.
El reacomodo global del período “postpandémico” es un enigma; por la pugna que no cesa por el dominio geopolítico del planeta.
Todo pareciera estar en el horno, en espera del fuego.