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Alfredo García

En 2001 el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, representando la ultraderecha bipartidista que lo llevó a la Casa Blanca de forma irregular (5 jueces contra 4 del Tribunal Supremo, decidieron el ganador en la elección presidencial) aplicó como estrategia global la guerra contra el “terrorismo”.

Los atentados contra el World Trade Center en New York y el Pentágono en Washington, fueron la señal de partida. La invasión y ocupación de Afganistán, imputando a su gobierno de ofrecer refugio a los líderes del ataque terrorista y la posterior invasión de Irak tras la engañosa acusación de poseer armas de destrucción masiva, sentaron las bases para el no retorno de la violenta política “antiterrorista”.

Con la ocupación del “infiel” en los territorios musulmanes, fue sembrada la semilla de la violencia entre el Occidente y el mundo musulmán, que perdura y crece hasta nuestros días. La guerra más prolongada en la historia de EU (19 años) sin solución aun, que confirma el perverso fundamento de la estrategia, sirvió para enriquecer las arcas del complejo industrial militar norteamericano, pero también demostró el fracaso de la ultraderecha para someter al mundo a su voluntad. Acorralado en su propia trampa en Afganistán e Irak, sin poder quedarse ni marcharse, el presidente Trump comienza a dar señales de querer sustituir para fines electorales, al “terrorismo” por el coronavirus y cambiar el escenario de confrontación en el Medio Oriente por el de China continental.

Desde el comienzo de la pandemia el pasado marzo, el presidente Trump inició el tormento contra el gobierno chino, acusándolo de negligencia por el protocolo seguido al “virus chino”, reforzado posteriormente por las declaraciones del Secretario de Estado, Mike Pompeo, sobre “una cantidad significativa de evidencia” de que el virus se originó en “un laboratorio chino”, insinuación que aunque negada por científicos y agencias de Inteligencia, tiene la clara intención de culpar a China ante el mundo por la pandemia, mientras el Great America PAC, que apoyó a Trump con millonarias recaudaciones en las elecciones de 2016, llama a Joe Biden, “Beijing Biden”, provocando al candidato presidencial demócrata para involucrarlo en su torcida estrategia electoral.

Trascendió que Trump está considerando exigir al gobierno chino reparaciones y suspender su inmunidad diplomática, para permitir que sea demandado por muertes relacionadas con la pandemia, con lo que abriría una nueva puerta de enfrentamiento con demandas y represalias, que los expertos consideran debilitarían los lentos “avances” obtenidos en las negociaciones comerciales, así como la necesaria cooperación en el combate contra el coronavirus.

A medida que oscuros intereses alimentan la visión de China como principal amenaza económica y militar contra EU, crecen las llamadas de alarma de académicos y especialistas sobre el peligro que representa el aumento de las diferencias entre Washington y Pekín, que podrían sumir al mundo en una competencia militar, debilitando la necesaria cooperación entre países contra los fenómenos que amenazan al planeta, como el calentamiento global, las pandemias y las penurias económicas.

Pero todo no es tan oscuro. Los demócratas, republicanos moderados e independientes, que sufren por igual la codicia imperialista de la ultraderecha republicana y los desatinos de Trump, agravados por la letal pandemia, tienen la oportunidad de corregir el error de la pasada elección presidencial eligiendo a Biden como presidente, priorizando la seguridad y bienestar de la sociedad norteamericana, haciendo énfasis en la lección que va dejando la pandemia de necesidad de una forma más humana y efectiva de convivencia y cooperación nacional e internacional, contra las amenazas del planeta.

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