Zheger Hay Harb
En Colombia es ya tradición que los políticos paguen con el dinero público los favores que recibieron en campaña y el presidente Iván Duque se ha mostrado especialmente pródigo en seguir esa costumbre.
El último evento de ese tipo lo estamos viviendo con la empresa de aviación Avianca que pretende, utilizando como pretexto la pandemia, que el gobierno le pague sus deudas, de las que se venía hablando hacía más de dos años. Se apoya en una campaña chovinista que pretende hacernos creer que es un orgullo nacional como si no supiéramos que hace rato dejó de ser colombiana.
La marrulla es peor de lo que parece porque Avianca, que nació como la aerolínea nacional, fue vendida por el grupo Santodomingo, colombiano, y luego de varios cambios de mano, en sus últimos años Germán Efromovich, boliviano criado en Brasil, fue destituido de su presidencia y asumió el holandés Anko van der Werff, ex vicepresidente de Aeroméxico.
La destitución se debió a incumplimiento en la cobertura de un préstamo de United Airlines la cual decidió entregar la administración a Kingsland, que posee un 22% de las acciones y pertenece a la familia dueña de la aerolínea Taca. Eso no la hace ver precisamente muy colombiana.
Pero además esa empresa ha mostrado una falta de solidaridad que ahora se recuerda de manera especial como cuando por causa de un derrumbe quedó aislada la región de los llanos orientales y aumentó de manera descomunal el precio de los boletos aéreos, única forma de comunicación de toda la zona. Fueron en vano los ruegos para que fuera más razonable en sus tarifas.
Y cuando la huelga de pilotos, ahora en estudio judicial porque intervinieron ilegalmente los teléfonos del sindicato y de sus miembros, cuyos derechos fueron atropellados como si fueran los dueños de derecho laboral colombiano, el costo de los tiquetes aéreos tuvo un alza descomunal.
Los abusos de esa aerolínea son pan de cada día; no hay uno en que no padezcamos el poder de su monopolio ante el cual resultamos impotentes: la empresa siempre gana aunque sea la responsable.
Es la ley de la oferta y la demanda, ha respondido Avianca siempre que se señala que sale más caro viajar dentro de Colombia que ir al exterior. Pero ahora va a resultar que sus ganancias son capitalistas pero las pérdidas socialistas y el Estado debe entrar a asumir sus pérdidas que se originaron en su mal manejo mucho antes de los tiempos del coronavirus. De la misma manera, cuando de pagar impuestos se trata, esa empresa es panameña pero a la hora de pedir salvavidas alega ser colombiana.
La hermana de Duque es vicepresidente de Avianca, así que el primer mandatario, un hombre agradecido, tiene un motivo adicional para sacarle las castañas del fuego. Qué poca vergüenza siendo que la normativa colombiana prohíbe expresamente otorgar favores estatales a empresas en las que figuren en puestos directivos familiares de quienes ocupan los altos puestos de la Nación.
Pero Duque seguirá siendo agradecido con ella como ha sido el Estado desde el gobierno de Álvaro Uribe, su padre espiritual y poder detrás del trono, cuando pagaron los apoyos de campaña con los dineros de Agro Ingreso Seguro, destinados a fortalecer a pequeños y medianos campesinos y que fueron a parar a los bolsillos de grandes empresarios en un gran evento de corrupción que todavía tiene en la cárcel (es un decir, está en una jaula de oro si es que no lo han sacado subrepticiamente) al ministro de agricultura del presidente eterno.
A la gobernadora del Atlántico del grupo político y empresarial de la familia Char que tanto ha apoyado al presidente se le comprobó que facturó los mercados de emergencia para los más desvalidos durante la pandemia con un sobrecosto de más del 50%. Pero eso no lo ve el fiscal general, íntimo amigo del presidente Duque, porque está muy ocupado abriéndole investigación penal a la alcaldesa de Bogotá porque en un error inexplicable fue a hacer mercado con su esposa cuando sus propias normas prohíben salir acompañado. No hay comparación entre las dos conductas pero Claudia no aportó a la campaña presidencial, así que no puede exigir la misma indulgencia.
La amistad del fiscal y el presidente de la República muy seguramente se cimenta en la gratitud. Por eso a una implicada en el escándalo de la Ñeñepolítica, opacado por la emergencia del coronavirus, en el que hay fotos y filmaciones de un narcoparamilitar, contrabandista y ganadero apodado el Ñeñe que demuestran cómo compraron votos para la elección de Duque, el fiscal le permitió salir muy oronda del país para escapar a la justicia.
Es el mismo agradecimiento presidencial que ahora estamos pagando ante la epidemia, con un sistema de salud privatizado al cual le han retribuido sus contribuciones a las campañas políticas y que han pretendido ocultar con la creación de programas asistenciales insuficientes que brindan como caridad lo que los ciudadanos deben recibir como derecho.
Y detrás de todo está el llamado sin pudor por Duque “presidente eterno”, Álvaro Uribe Vélez, ponente de la ley que privatizó la salud, contemplando complacido las gracias de su títere y que nos hace recordar lo que dijo Neruda en el Canto General hablando sobre Laureano Gómez, presidente de extrema derecha en la violencia de los años 50: “Y Laureano entre las sombras como un chacal reía”.