WASHINGTON, Estados Unidos, 19 de mayo (AFP).- El presidente estadounidense, Donald Trump, no es médico, pero está convencido de sus dotes científicas, y la pandemia de coronavirus le ha proporcionado un escenario perfecto desde el que promover sus teorías.
El líder republicano anunció el lunes, para el asombro general, que llevaba semana y media tomando hidroxicloroquina como medida preventiva contra la covid-19.
Aunque Trump aseguró haber “oído muchas buenas historias” sobre ese medicamento contra la malaria, su uso contra el coronavirus no ha sido validado y los reguladores estadounidenses advierten que puede ser muy peligroso.
En realidad, el anuncio del mandatario no fue tan sorprendente. El multimillonario elige a menudo su propio camino en cuestiones de ciencia, incluso en plena pandemia.
En abril, durante una rueda de prensa con altos funcionarios de la salud, Trump preguntó si no se podría inyectar desinfectantes industriales a los pacientes de coronavirus.
Ante el revuelo causado por sus declaraciones, Trump dijo al día siguiente que sus palabras habían sido sarcásticas, aunque no hubiera ningún tono sarcástico en su voz.
La idiosincrasia del presidente respecto a la pandemia quedó aún más clara con otro asunto: el uso de mascarillas.
Mucho después de que los asesores médicos del gobierno recomendaran llevar mascarillas para frenar la propagación del virus, una medida aplicada ya en la mayoría de los países, Trump y su equipo aparecieron sin tapabocas.
Un genio
Las opiniones de Trump sobre asuntos científicos abarcan un amplio espectro.
Desdeña las energías renovables y dice que los aerogeneradores provocan cáncer.
Durante un eclipse solar en 2017, ignoró los consejos de médicos y miró directamente hacia el sol, sin gafas de protección.
Tampoco cree que el calentamiento global sea fruto de las actividades humanas, a pesar de la postura casi unánime de los científicos sobre esto, y ha retirado a Estados Unidos del acuerdo de París sobre el clima.