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Internacional

El árbol de la vida es siempre verde

Pedro Díaz Arcia

El engaño suele venir envuelto en verdades o medias verdades, y entre unas y otras ingresa la falacia. La ideología es un campo ancho y fértil donde puede subsistir el peor reniego.

En cualquier sociedad es necesario analizar la clase social a la que pertenece el individuo, cómo piensa y cómo actúa, porque la extracción social no basta: el sentido de pertenencia clasista puede primar, o imponerse una ideología opuesta a los intereses de su clase. Cuando se presenta esta contradicción se habla de “suicidio de clase”.

No debemos juzgar a una clase social por el comportamiento de una parte de sus individuos, lo que nos ayuda a entender por qué el liderazgo de alguna causa escapa a conceptualizaciones. En realidad, el hecho es una materia que tiene la prerrogativa a ser como es; las interpretaciones, a su vez, disponen de la capacidad para acercarlos o alejarlos de la realidad histórica.

Cuando el mundo esperaba, en una situación excepcional, que se produjera el acercamiento a una paz general, se agudizaron las tensiones entre países con un enorme poder destructivo. Si es así en materia de política exterior ¿qué será en materia doméstica? ¿Cesarán la persecución y los ataques contra las organizaciones sociales? ¿La inmovilidad por razones del confinamiento mellará el filo de sus demandas? No lo creo.

En este escenario, los principales autores de los pronósticos para este año fueron sorprendidos por el nuevo coronavirus. A inicios de enero, cuando pocos avizoraban las consecuencias que podría representar la epidemia, mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) y científicos en diferentes latitudes alertaban a los gobiernos para que adoptasen medidas ante potenciales peligros: qué ajenos estaban los expertos del Foro Económico Mundial (“Foro de Davos”), que se reunirían entre el 21 y 24 de ese mes con el tema de “Actores para un mundo cohesivo y sostenible”.

Pero la gran incongruencia apareció, como suele hacerlo, cuando los “actores”, quizá sin preverlo en su magnitud, ya se movían en un mundo que no era cohesivo ni sustentable.

La 15ª edición del Informe de Riesgos Globales 2020 (World Risk Report 2020) se había presentado previa a la cumbre de Davos, elaborado por especialistas de reconocido prestigio internacional. El documento elaboró un mapa de riesgos en el que destacó la “ralentización sincronizada” de la economía mundial; el cambio climático debido al incremento de la temperatura en los últimos cinco años; el aumento de los ciberataques; y las preocupaciones por las estructuras socioeconómicas que amplían la desigualdad.

El texto contenía un total de treinta riesgos globales, entre ellos, de carácter económico como el desempleo o una crisis fiscal; de tipo social, por ejemplo, la migración involuntaria; y los peligros de naturaleza geopolítica, pienso que estos últimos debieron clasificar en una categoría más elevada. En 2019, en una encuesta global el 85% de los consultados esperaba mayores riesgos de confrontaciones entre las principales potencias.

Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha tenido que cambiar las predicciones al paso, golpeado por una realidad que se precipita como un alud. Los augurios prevén una significativa caída de la economía, al situar sus principales indicadores en niveles comparables con la crisis de 2008 o de la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.

Las percepciones, especulaciones y propuestas a futuro se abren en abanico. No hay que apresurarse. Goethe, aquel poeta y dramaturgo germano de obligada lectura en la literatura universal, escribió una frase que constituye una oda al optimismo, “Toda teoría es gris, pero el árbol de la vida es siempre verde”.

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