Jorge Gómez Barata
La ira acumulada en la sociedad estadounidense debido a la esclavitud y el racismo, rebasa la comunidad negra para extenderse por otros Estratos. Es el caso de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, quien lidera una corriente empeñada en remover las estatuas de personajes sureños notoriamente racistas, entre ellos, los generales que sirvieron en las filas confederadas durante la Guerra Civil y cuyos nombres identifican bases militares.
Antes de insistir en su causa, Pelosi deberá resolver qué hacer con otros esclavistas o propietarios de esclavos, entre los cuales figuran nada menos que los Presidentes George Washington, Thomas Jefferson, James Madison, James Monroe, Andrew Jackson, Martin Van Buren, William Henry Harrison, John Tyler, James K. Polk, Zachary Taylor, Andrew Johnson y Ulysses S. Grant, todos propietarios de esclavos.
La verdadera historia
La separación de 11 de los 34 Estados que en 1861 integraban los Estados Unidos de América, comenzó como un conflicto local, situación que cambió cuando se constituyeron los Estados Unidos Confederados de América, un nuevo país con Constitución, Gobierno, Congreso, leyes y Ejércitos nuevos. La nueva nación, cuya capital fue Richmond, Virginia, contaba con once Estados y 9 millones de habitantes, de los cuales casi cuatro millones eran esclavos. El Presidente fue Jefferson Davis y el Comandante de sus Fuerzas Armadas, Robert Edward Lee.
De ese modo, técnicamente, los Estados Unidos de América presididos por Abraham Lincoln, combatieron contra otro país. Los generales confederados, a cuya memoria se ha rendido homenaje, no lucharon por los Estados Unidos sino contra ellos. De hecho, al concluir la guerra, junto con el Presidente del espurio Estado, fueron apresados y acusados de traición.
Los juicios no se celebraron debido a que el 29 de mayo de 1865, el Presidente Andrew Johnson dictó una ley de amnistía e indulto que benefició a quienes se habían revelado contra los Estados Unidos que, no obstante, estableció 14 excepciones, entre las cuales estaban las figuras políticas relevantes y los generales confederados.
Tres años después, en 1868, Johnson proclamó una segunda amnistía que eliminó las excepciones, excluyendo a Jefferson Davis y a Robert Lee, Presidente y General en Jefe, respectivamente.
Paradójicamente, excluyendo a George Washington, Robert Lee es el militar más reverenciado en los Estados Unidos. En más de 20 Estados se erigen estatuas y bustos suyos, decenas de escuelas llevan su nombre, más de 100 calles y carreteras le rinden homenaje, varios pueblos, asentamientos, buques de la Armada, incluso un misil se nombra como él.
Los generales cuyos monumentos habría que remover y las bases militares que serían renombradas son: Pierre Gustave Toutant-Beauregard, Camp Beauregard, Henry L. Benning, Fort Benning, Braxton Bragg, Fort Bragg, John Brown Gordon, Fort Gordon, A. P. Hill, Fort A. P. Hill, John Bell Hood, Fort Hood, Robert E. Lee, Fort Lee, George Pickett, Fort Pickett, Leonidas Polk, Fort Polk, Edmund Rucker, Fort Rucker,
Según Nancy Pelosi, “sus estatuas tributan homenaje al odio, no a la herencia” y el General David Petraeus opina que “la ironía de entrenar en bases nombradas por quienes tomaron las armas contra Estados Unidos es ineludible para cualquiera que preste atención”.
El tema es vasto. Prometo volver sobre el mismo.