A raíz de la expedición para conocer los restos del Titanic, el submarino Titán de la empresa OceanGate se volvió tristemente célebre por el final que tuvo la tripulación de la nave.
Fue el pasado domingo cuando se dio a conocer que se había perdido contacto con el submarino. 96 horas después la empresa encargada de estos recorridos confirmó la muerte de los pasajeros, un grupo de cinco personas, entre magnates, empresarios y exploradores.
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Los espacios para viajar en este tipo de exploración son contados y para acceder a ellos es necesario pagar un cuarto de millón de dólares, lo equivalente a 4 millones de pesos mexicanos.
Son muchas ya las coincidencias e historias alrededor de esta tragedia y ahora se suma una más, con la de dos pasajeros que pudieron sucumbir a la implosión del submarino, pero al final, haciendo caso a su instinto, decidieron no viajar.
Es la historia de Jay Bloom, poderoso magnate de Las Vegas y su hijo, relacionados como Hamish Harding, una de las víctimas del Titán; pero antes de aceptar hacer el viaje cambiaron de idea, pues dudaron sobre la seguridad del sumergible.
Pese a la negativa, OceanGate intentó literalmente de todo para que asistiera a la expedición, pues le ofrecieron un descuento de 100 mil dólares, incluso uno de los ejecutivos, en persona, visitó a Joy Bloom para convencerlo de que realizara el viaje.
Sin embargo, nada logró convencer al hombre y a su hijo, quienes se salvaron de morir en una“implosión catastrófica”, mientras que los lugares que quedaron vacantes fueron ocupados por el magnate pakistaní Shahzada Dawood y su hijo, Suleman.
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AA