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TIJUANA, Baja California, 17 de noviembre (EFE/SinEmbargo/AP). Mientras los 5 mil integrantes de la caravana migrante que entró en México el 19 de octubre y que esta semana se detuvo en Tijuana, fronteriza con EE.UU., esperan reunirse en esta ciudad este domingo o el lunes para tomar una decisión sobre su futuro, autoridades colocaron la tarde de este sábado vallas metálicas en la frontera que divide a México y a Estados Unidos.

De acuerdo con información de medios nacionales, son cerca de 100 metros de malla los que se pusieron sobre los tres carriles de ingreso vehicular a San Ysidro, en Tijuana.

Hace dos días, en Playas de Tijuana, la valla fronteriza fue reforzada por la patrulla fronteriza y los militares estadounidenses con rollos metálicos de material afilado en la parte alta para evitar que los migrantes puedan trepar.

“Yo fui a Playas y creo que no va haber manera de cruzar, pero tiene ceder el paso en el puente”, dijo confiado el hondureño Luis Antonio.

Josue apoyó su dicho al señalar que una vez que llegue el resto de los miembros de la caravana de migrantes “veremos que podemos hacer con la ONU y con Derechos Humanos, porque por nosotros mismos no pudimos hacer nada”.

La mayor concentración de centroamericanos, en su mayoría hondureños, se encuentra en el albergue que se instaló en el deportivo Benito Juárez en la popular zona norte de esta ciudad donde las autoridades registraron a 2 mil 397 personas

Los emigrantes centroamericanos han pasado de la euforia, por su llegada a la frontera de México con EE.UU., a la reflexión ya que han visto el operativo de seguridad que hay detrás de la valla fronteriza con agentes estadounidenses.

Los migrantes en Tijuana esperan la llegada de todos sus compañeros para tomar una decisión aunque también muchos ya analizan la posibilidad de quedarse en México para regularizar su situación migratoria y trabajar y otros tienen pensado esperar semanas o meses, mientras trabajan en este país, para intentar cruzar a Estados Unidos en otra ocasión.

Los centroamericanos avizoran una difícil o hasta imposible entrada a Estados Unidos y ya analizan opciones mientras esperan la llegada de miles de compatriotas a la ciudad mexicana de Tijuana.

Alojados en el deportivo Benito Juárez de Tijuana, a unos metros de la línea divisoria, los migrantes han descartado la opción de volver a su país o quedarse en México y esperan que las puertas de Estados Unidos se abran para “poder trabajar y ganar dólares”.

“Tenemos que esperar a ver qué solución hay. Ver qué país se compadece de nosotros y nos da una visa de trabajo porque no nos podemos quedar en México”, declaró a EFE Carlos Antonio, un hondureño que animado tiene a Canadá y a España entre su lista de países donde puede trabajar.

“No venimos acá (la frontera México-EE. UU.) para quedarnos en México venimos a ganar dólares porque somos pobres en nuestro país”, añadió.

Con varios días de estancia en Tijuana, los centroamericanos cargan con la presión de la falta de dinero y la incertidumbre sobre su futuro.

Muchos creen que el Gobierno mexicano no quiere ayudarlos y en cambio agradecen la ayuda humanitaria ofrecida por el pueblo mexicano durante su travesía por este país de más de un mes desde que cruzaron la frontera con Guatemala

“México no es opción, es como estar en nuestro país, pero peor porque estamos sin familia”, aseguró Josué Ayala, un excombatiente de la guerra de El Salvador, quien aseguró que salió de su país desde hace más de 15 años.

“Queremos ir a Estados Unidos a trabajar, superarnos y sacar adelante a nuestra familia, pero así como vemos la situación vemos que está muy difícil”, agregó Josué.

Dicen que no se sienten bienvenidos en Tijuana

Muchos de los casi 3,000 migrantes centroamericanos que han llegado a la frontera de México con California dicen que no se sienten bienvenidos en la ciudad de Tijuana.

La gran mayoría acamparon en un complejo deportivo de la ciudad mexicana, durmiendo en un campo de béisbol de tierra y bajo las gradas. La ciudad abrió el complejo después de que otros refugios se llenaron hasta el límite de su capacidad. Algunos grupos eclesiásticos proporcionaron duchas portátiles, sanitarios y lavabos, además de repartir café y donas.

Sin embargo, el alcalde ha calificado la llegada de los inmigrantes como una “avalancha” que la ciudad no está preparada para soportar, mientras que algunos lugareños les han gritado insultos.

Es un marcado contraste con las muchas comunidades mexicanas que recibieron a la caravana con carteles, música y donativos de ropa después de que entrara a México hace casi un mes.

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