CIUDAD DE MEXICO, 26 de noviembre (Infobae).- El Dr. Rodolfo Neri Vela de pronto se sintió muy pequeño, mínimo, reducido a una partícula. Vio a la Tierra desde el espacio exterior y se dio cuenta de su inmensidad, y del microscópico lugar que cada persona ocupa en ella. Al mismo tiempo en el que descubría la inmensidad del universo, se convertía en el primer astronauta mexicano en salir al cosmos.
El 26 de noviembre de 1985, el ingeniero fue el primer representante de un país latinoamericano en participar en una misión en la NASA. Su operación fue un éxito: él y su equipo lograron orbitar la Tierra 109 veces.
El camino al espacio
En 1985, la NASA publicó una convocatoria para que científicos e investigadores participaran en un concurso para seleccionar al primer astronauta mexicano. Neri, quien trabajaba como catedrático en la UNAM, leyó los requisitos y juntó los documentos necesarios.
A la contienda se inscribieron 1.200 personas dedicadas a distintas disciplinas: pilotos, científicos, militares, ingenieros, entre otros. Los primeros seleccionados se tuvieron que someter a pruebas físicas, para comprobar que las personas que viajaran al espacio no tuvieran problemas de salud. Analizaron la estructura ósea y cardiovascular, “querían a una especie de superhombre”, definió Neri.
El número de aspirantes se redujo hasta que sólo quedaron cinco de ellos. El gobierno mexicano les dio recursos para viajar a la sede de la NASA en Houston para presentar los exámenes finales en el Centro Espacial Johnson. Después de los análisis, los finalistas regresaron a México a esperar los resultados.
Una semana después, el teléfono de Rodolfo Neri Vela sonó. Era la Secretaría de Comunicaciones y Transportes que le pedía ir esa misma tarde a sus instalaciones. Allí, le informaron que él era el seleccionado para convertirse en el primer mexicano en viajar a la NASA. “En ese momento toda mi vida cambió. Mucha alegría, mucha emoción, pero también mucha presión. Mi padre estaba muy orgulloso, muy contento. Mi madre muy preocupada”, dijo Neri.
Los próximos cinco meses entrenó en la NASA para estar listo física y mentalmente para el proyecto.
La manera en la que comía también cambiaría en el espacio, por lo que fue preparado en este rubro. Pero hubo algo a lo que el Dr. Neri no quiso renunciar: las tortillas. Solicitó permiso a la NASA para llevar consigo el alimento, y accedieron.
“El 26 de noviembre de 1985 nos despertamos muy tarde porque el despegue iba a ser nocturno. Desayunamos todos, nos subimos en la camioneta que nos transportó a la plataforma. Subimos por un elevador hasta llegar a la entrada de la nave Atlantis, nos sentamos, nos abrochamos los cinturones de seguridad y todo el mundo se fue”, narró Neri.