LA HABANA, Cuba, 17 de febrero (Pelayo Terry Cuervo, exclusivo para POR ESTO!).- La edición 28 de la Feria Internacional del Libro de La Habana llegó este domingo a su fin, en su primera etapa, pues de ahora en adelante recorrerá con sus diversas propuestas las diferentes provincias del país, en un periplo que llevará disfrute, cultura y esparcimiento a las familias de todo el archipiélago.
El sábado, en una sala totalmente abarrotada, el Héroe Ramón Labañino Salazar, uno de los Cinco cubanos que cumplieron casi 16 años de prisión injusta en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo, presentó su libro Hombre del Silencio, diario de prisión, un relato extremadamente conmovedor sobre los momentos vividos en los años de encierro.
Durante el lanzamiento, Ramón intercambió con los presentes algunos pasajes del relato. Su modestia es tanta, que narra los hechos en plural, sin adjudicarse los méritos que por derecho propio le corresponden y que lo hacen paradigma de cómo los seres humanos están dispuestos al sacrificio en nombre de los principios en los que creen.
Y más allá de su propia entrega, deja lecciones para aprender y aprehender. Esta que propongo a los lectores de POR ESTO!, un diario que acompañó la lucha por la excarcelación de los Héroes desde el primer momento, explica por sí sola la dimensión del Comandante en Jefe Fidel Castro, el guía que los comprometió a él y a sus otros cuatro hermanos, a infiltrarse en las organizaciones contrarrevolucionarias asentadas en el sur de Florida, para desbaratar los planes terroristas contra la Revolución. Ramón se define como un hombre de Fidel y lo que leerán a continuación es una de las razones que corrobora su afirmación.
“Aunque el diario comienza en el año 2002, yo hago un preámbulo, una historia, las causas y las razones del porqué caímos presos y se hace una historia breve de ese momento, la entrevista con el FBI.
”Después de la sentencia fuimos a juicio y nos dieron la sentencia a todos nosotros, lo máximo que había en el libro, no había página en el libro que no nos tocara.
”En el caso de mi hermano Gerardo Hernández, tenía dos cadenas perpetuas más 15 años, lo que significa morirse dos veces, volver a nacer y cumplir 15 años. Esa es la realidad que enfrentó Gerardo hasta el último momento. En el caso de Tony (Antonio Guerrero) era una cadena perpetua más 10 años; en el caso mío, una cadena perpetua más 18 años. Vaya, Tony y yo la podíamos hacer, nos moríamos una sola vez y ya se resolvía el problema (risas en la sala). Es así la realidad, lo inhumano y lo irracional del sistema judicial norteamericano.
”Después de esta sentencia, vino la ubicación en las cárceles y los que teníamos cadena perpetua, obviamente, íbamos para prisiones de máxima seguridad. A mí me ubican en Beaumont, Estado de Texas, e imagínense cómo era que le decían ‘Tierra Sangrienta’, por la cantidad de asesinatos, crímenes, la corrupción que había.
”Uno se preocupa por su situación y su integridad personal, porque nosotros somos revolucionarios y virtualmente tú te ibas a encontrar en la prisión a algún contrarrevolucionario y vas a tener que fajarte, eso puede pasar. Y resulta que, efectivamente, yo estoy con la preocupación y me imagino que mis hermanos también, por su seguridad personal, y cuando llego a la prisión, imagínense, después de levantarse uno a las tres o cuatro de la mañana, encadenado, cadenas en los pies, en la cintura, en las manos, ese día no se puede comer, es imposible ir al baño, porque además, en el caso de nosotros nos ponían una caja negra que evitaba cualquier movimiento, te inmovilizaba y la bolsita que te dan no puedes comer, eso desde las tres o cuatro de la mañana hasta las ocho de la noche, en un avión; si el avión es claustrofóbico sin cadenas, imaginen con cadenas, esa experiencia es terrible.
”Entonces, cuando llego a la prisión como a las 8:30 de la noche, cansado, yo lo que estaba era loco por quitarme las cadenas y tirarme en el piso a dormir, pero empieza un periodo súper largo, te toman fotos, huellas dactilares, y al final hay una entrevista con el capitán de la prisión, en dependencia de cuya entrevista te ubican en un lugar u otro de la prisión.
”Si ellos determinan que tú eres de la mafia mexicana, te ponen dentro de los mexicanos; si eres de Washington DC, con la gente de Washington DC; te revisan el cuerpo para ver si tienes tatuajes que identifican a la mafia; a nosotros siempre nos dejaban al final, yo sabía que en todos los lugares era, al final y para el hueco. Pero bueno, el hecho de que me quedara para el final, me permitió ver que el proceso delante de mí era relativamente rápido. La entrevista era, tú te sentabas, el oficial te hacía dos o tres preguntas y te decía vas para el cuarto tal. Cuando llego y me siento, la primera pregunta que me hace el capitán es, ‘¿ven acá, tú eres preso político?’, yo le digo ‘sí, yo soy preso político’ y entonces me dice “eso quiere decir que tú odias a mi presidente Bush”.
”Yo me eché a reír, porque pensé ‘este hombre lo que quiere es provocarme’. Qué hacemos los cubanos, nos reímos en circunstancias difíciles, ‘ya de todas maneras estoy embarcado’, me dije. Pero aquel hombre me mira y me dice: ‘Ah, así que tú te crees que eres guapo, está bien, te voy a mandar una semana para el hueco y al cabo de siete días te voy a poner con el cubano más malo que hay en esta prisión, el más malo, además, el jefe de la prisión, para que tú veas lo que es una prisión de verdad’.
”Imagínate tú, me dicen el cubano malo, jefe de la prisión, este tipo debe ser tronco de contrarrevolucionario. ‘Me voy a fajar, ya la bronca está’ pensé yo (de nuevo risas en el auditorio). Estoy como el cuento del gato, se me mete en la cabeza que eso es lo que va a pasar.
”Yo me pasé todo el tiempo pensando en eso y preocupado porque estaba con mucha tensión. En el hueco me ponen con dos morenos norteamericanos, incluso a uno le habían acabado de cortar la cara, me hago amigo de ellos y yo la verdad, que me puse a practicar un poco ahí de artes marciales, para cuando saliera, fajarme.
”El caso es que cuando salí, a la semana, me mandan efectivamente para la unidad y yo con aquello en la cabeza, de que me iba a encontrar con un contrarrevolucionario y cuando llego a la unidad, e incluso nada más hice cruzar la puerta, como a unos 15 metros, veo a un hombre sentado, con la silla reclinada hacia atrás, con la camisa carmelita impecable, pulóver blanco limpiecito, las botas lustradas y con un pañuelo en la cara, como lo usaban los guapos de los años 80 aquí en Cuba.
”Y yo nada más que lo veo, digo, ‘este es el tipo, este es el cubano’, que además al lado tenía dos cubanos, que para mí hacían las veces de guardaespaldas. Y nada más que cruzo la puerta, el hombre me dice ‘Oye tú, ven acá, ven acá’. Entonces digo yo, ‘Ay, me faltó el respeto’
(risas). Solté los bultos que te dan, una sábana y otras cosas, y en mi mente yo estaba listo para fajarme con los tres, no le veía solución al problema, digo para mí ‘esto está cerra’o’. Me paro a dos metros más o menos de ellos, para tener chance de reaccionar, a dos metros de distancia y entonces aquel hombre que está sentado me dice:
”‘Ven acá chico, tú eres uno de los Cinco espías de Fidel, eso que dice la prensa por ahí’. Alabado, me subió y me bajó la sangre, y me dije: “Esto ya no tiene vuelta atrás, aquí me voy a tener que enredar”, entonces le dije: “Sí, yo soy uno de los cinco hombres de Fidel, cuál es el problema”, le digo para saber hasta dónde quería llegar él, y en ese momento, aquel hombre que estaba sentado en la silla salta como un muelle y me dice: ‘¡Mi hermano!’. (risas incontrolables en el auditorio, de satisfacción).
”Esto que les cuento es real, así mismo pasó, yo los quise meter a ustedes en el personaje, pero lo más importante no es nada de esto. Lo más importante es cuando me dice y es el mensaje que quiero transmitir. Ese hombre me dice: ‘Porque ustedes son los hombres de Fidel, ustedes son los hombres de Fidel’.
”O sea, el respeto, e incluso, en algunos casos hasta la admiración y la ayuda era porque éramos los hombres de Fidel. Ser un hombre de Fidel en una cárcel norteamericana nos salvó la vida no simbólicamente, nos salvó la vida literalmente. En esa situación yo hubiera podido terminar muerto. En la cárcel, cuando nosotros llegamos con la referencia y nos identificamos que éramos uno de los hombres de Fidel, ya era otro mundo, el del respeto, la ayuda, incluso los musulmanes, que son un grupo bastante fuerte y numeroso y muy temido, porque son bastante peleones, venían adonde estábamos nosotros y nos decían: ‘Fidel nos liberó a nosotros en África’ –Fidel quiere decir la Revolución Cubana, el pueblo de Cuba, y nos decían–, ‘Fidel nos liberó a nosotros en África y por tanto si algún día tú tienes un problema, tú nos avisas y nosotros te vamos a proteger, ese es Fidel, caballero’. (Aplausos prolongados en toda la sala).
”No importa el lugar donde nosotros nos encontremos, si es una cárcel norteamericana de alta o mediana seguridad, o donde nos encontremos, no importa el trabajo que realicemos en un pequeño espacio, yo pienso que hoy en día el mayor orgullo, el mayor privilegio que tenemos todos los cubanos es ser un hombre o una mujer de Fidel”.
Ahí terminó Ramón su anécdota y estalló la Sala Nicolás Guillén en aplausos y llantos, mientras el Héroe, con un disimulo muy evidente para todos, llevó su mano derecha a su rostro para remover las lágrimas que corrían por su mejilla, antes de agradecer, casi en un sollozo, que lo hubieran acompañado en ese momento de tanta felicidad, porque él, no se cansó de repetirlo, es Un hombre de Fidel.