CIUDAD DE MEXICO, 30 de marzo (SinEmbargo).- En Guadalajara se hizo un experimento para saber si las personas estaban dispuestas a contratar a una trabajadora del hogar por ocho horas de trabajo con un sueldo de 150 pesos. La organización Parvada, realizadora del ejercicio, encontró que sí, que la gente estaba dispuesta a eso y no pagar horas extra, a alimentar a la trabajadora con sobras, sin que utilice la vajilla del hogar y con la condición de revisar sus pertenencias al llegar y al salir.
Un común denominador que se encontró es que quienes se sentían bien con estas condiciones de contratación eran habitantes de colonias de clase media o alta.
Esclavitud en los hogares
Alejandra Hidalgo Rodríguez, investigadora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, dijo que aunque generalmente se habla mucho de los avances que hay en la Ciudad de México –por los avances del Sindicato, los grupos de trabajadoras indígenas organizadas–, en Guadalajara lo que ocurre es que siendo la tercera ciudad más importante del país, no hay ninguna organización de trabajadoras del hogar.
Y eso, suma vulnerabilidades: no tienen organización y no saben que el capítulo 13 de la Ley Federal del Trabajo las menciona, ninguna lo sabe.
“A todas las trabajadoras a las que entrevisté coinciden en que empezaron a trabajar desde niñas, entonces es una vulnerabilidad extra porque la mayoría de ellas vienen trabajando puertas adentro, siendo a veces niñas. Yo recuerdo el caso de una mujer que empezó a los siete años y cuidaba a un bebé. A mí me contó que ella se quería poner a jugar pero tenía que lavar ropa y trastes. Las trabajadoras empiezan en edades muy jóvenes cuando la ley no lo permite porque es trabajo infantil”, agregó.
Entonces son vidas completas con desprotección laboral, para Hidalgo Rodríguez este trabajo pone en la cara la desigualdad que hay, la pone en los hogares, “Vivimos la desigualdad en nuestros propios hogares y lo naturalizamos tanto que ya ni siquiera nos damos cuenta”.