No se sabe, pero alertan que son bocado de depredadores
TIJUANA, Baja California, 5 de abril (Zeta/SinEmbargo).- El día que su padre las abandonó cuando todavía se encontraban en Tapachula, Chiapas, la joven Milagros de Jesús Enríquez Ayala, de 15 años de edad y originaria de Plan del Pino, El Salvador, decidió que tenía que buscar el “todo o nada”, a sabiendas que en su vientre cargaba con un embarazo de cinco meses de gestación y bajo su responsabilidad tenía a su hermana Siomara Nohemí, de 13 años.
Por esos días la segunda caravana migrante estaba ingresando a territorio mexicano y decidió que sería buena idea adherirse a ésta con la intención de llegar acompañadas hasta Tijuana, donde pedirían ayuda a una tía que está radicando en esta ciudad para establecerse en este lugar.
Milagros añoraba llegar y comenzar a desarrollar una mejor vida, estudiar una maestría en Enfermería, trabajar para costear sus estudios y “pintarle un mejor futuro” a su hijo, esperado para venir al mundo en la segunda semana de junio, y a quien piensa poner por nombre Bryan Alexis.
Sin embargo, el camino no fue fácil, al contrario, fue demasiado “complicado” para un par de niñas migrantes no acompañadas que tuvieron que pasar por una serie de circunstancias desagradables; aun así, no desistieron de sus sueños y continuaron su camino, hasta arribar a Tijuana en noviembre de 2018.
Milagros y Siomara son dos de los más de 110 casos de niñas, niños y adolescentes migrantes no acompañados que la Dirección Municipal de Atención al Migrante detectó durante el arribo de centroamericanos a Tijuana.
Su caso, además de atropellado, es ejemplo de la serie de circunstancias y disyuntivas por las que frecuentemente atraviesan los menores migrantes que se arriesgan a cruzar territorio centroamericano y mexicano en busca de una vida mejor, u obligados por situaciones de violencia que imperan en sus lugares de origen.
Pandillas obligaron
a salir de su país
Una rivalidad “a muerte” entre pandillas que se disputaban el barrio donde vivían ambas jóvenes con su padre, una golpiza y amenazas de muerte, provocaron que los tres emigraran a territorio mexicano para garantizar su seguridad.
Tapachula, Chiapas fue el lugar donde decidieron quedarse y ahí estuvieron durante siete meses intentando regularizar su situación ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), pero todas las ocasiones les fue negado el proceso, provocando que su padre cayera en un estado de depresión y huyera del lugar.
Milagros conoció a un joven de origen mexicano de quien resultó embarazada; ante la negativa de su pareja para hacerse responsable, las dos hermanas decidieron buscar otras opciones y se integraron a la caravana migrante.
En el camino sufrieron insultos verbales y faltas de respeto, además de agresiones psicológicas, aunado al desgaste físico que ya venían arrastrando por las largas caminatas que tuvieron que realizar. En un mes llegaron a Tijuana y fueron directamente a buscar a su tía, pero cuando la encontraron, ésta les cerró la puerta. Les dijo que no las quería ahí porque le representaban un peligro y las rechazó.
Con todo y embarazo, y su hermana menor bajo su responsabilidad, el abandono de su padre y pareja, además del rechazo de la tía, Milagros no blandeó ante las circunstancias y se dirigieron a un refugio en la Zona Norte, al tiempo que buscaron regularización migratoria.
Ante las carencias de salubridad y alimentos, el embarazo se le complicó y solicitó ayuda al pastor Alberto Rivera Colón, director del albergue Ágape, adonde ella y su familiar fueron trasladadas y donde actualmente se encuentran, esperando que su madre arribe a Tijuana y puedan establecerse acá.
Durante la primera caravana migrante que arribó a Tijuana en abril de 2018, se registró el caso de dos menores de origen hondureño que se encontraban en el Albergue Juventud 2000 en la Zona Norte, quienes escaparon y anduvieron deambulando por la ciudad.
La madre de uno de ellos vivía en el fraccionamiento Soler, y, cuando se enteró de la noticia, lo estuvo buscando hasta que lo encontró y se lo llevó con ella, con quien ahora vive. Sin embargo, del otro joven ya no se supo durante un tiempo, aunque posteriormente, personal del mismo albergue lo encontró en las calles de la ciudad. Ambos se quedaron en Tijuana.
Urgente vigilar quiénes
están detrás
“Preocupado” por todo lo que le ha tocado ver desde el arribo de la segunda caravana migrante a la ciudad y hasta la actualidad, el pastor Alberto Rivera Colón ha reiterado que se requiere urgentemente de trabajo de inteligencia para identificar quiénes están trayendo a los niños migrantes no acompañados.
Desde su experiencia, ha notado que uno de los problemas que se da en México es que al no haber trabajo de inteligencia, no se genera ninguna evidencia sobre quiénes son esas organizaciones, lo cual no representa una “protección real” para estos niños.
“Otro problema es que DIF no tiene suficiente espacio y los remite a Migración para que sean retornados, o los remite a albergues de donde suelen escaparse”, dijo.
Continuamente asisten con las autoridades pertinentes para exponer este tipo de casos y resolver las diversas situaciones, pero se ha encontrado con que “no hay ninguna coordinación” entre los tres niveles de gobierno, obligando a que los niños “pasen por un dilema durante su estancia en esta ciudad”.
La incertidumbre y el dilema provocan que los menores tengan temor de ir a albergues, iglesias, casas hogar y con las propias autoridades, porque piensan que los van a deportar o regresar a los lugares de donde salieron por motivos de violencia.