México

Como perros hay que buscarlos

CALETA, Michoacán, 10 de mayo (SinEmbargo).- Tranqulina Hernández se inclina de rodillas sobre la tierra removida en un pequeño hoyo de un metro de altura; retira las hojas secas y escarba. Mueve las manos con notoria destreza y mantiene la mirada alerta en la exploración. Su evidente experiencia rinde frutos de inmediato: “Creo que aquí hay un resto […] es una falange”, responde mientras muestra en la palma de su mano un hueso de apenas una pulgada, al parecer la parte de un dedo humano.

Se trata del primer resto óseo encontrado por familiares de personas desaparecidas al auscultar una fosa que minutos antes habían “examinado” peritos de la Fiscalía General de Justicia de Michoacán, quienes después de localizar un zapato, un machete y cinco casquillos percutidos calibre 7.62 x39 —de los que usan las armas de asalto AK47, conocidas como Cuerno de Chivo— habían dado por concluida la búsqueda en ese punto.

Tranquilina Hernández Lagunas es madre de Mireya Montiel Hernández, una joven de 18 años que desapareció cuando salió hacer un mandado en la colonia Antonio Barona en Cuernavaca, Morelos, el 13 de septiembre de 2014. Desde entonces, Tranquilina se ha dedicado por completo a la búsqueda de su hija y en el camino se ha convertido en una reconocida activista y buscadora estrella que ha participado en la exhumación de cadáveres en fosas clandestinas de Tetelcingo y Jojutola, en Morelos.

La madre de Mireya es integrante de la Quinta Caravana Internacional de Familiares en Búsqueda de Personas Desaparecidas que desde ayer inició con el rastreo de fosas en predios cercanos a Caleta de Campos y Tizuca, Michoacán.

Después de 11 días de pesquisa por cinco municipios michoacanos, la Caravana arribó a Caleta de Campos, desde la tarde del pasado 7 de mayo y fue recibida por integrantes de Familiares Caminando Por Justicia, el colectivo anfitrión. Hasta el próximo 12 de mayo se dedicarán a peinar un terreno previamente designado en busca de fosas y de “tesoros”, como los activistas llaman a los restos humanos.

Don Sirenio se queda pensativo en una silla con la mirada baja. El hombre sostiene en todo momento la fotografía de su hijo. No es un evento público, ni una marcha, ni una actividad de búsqueda: es la cena de bienvenida a Caleta. A Don Sirenio se le ve triste.

Sirenio Ocampo de Jesús tiene 69 años, en septiembre cumplirá los 70, dice. El hombre acudió a la Caravana con su familia: Doña Ernestina Marino Luciano, su esposa de 68 años, y su hija María Elena Ocampo Marino, de 46 años, quienes lo acompañan porque todos buscan a Adelfo Ocampo, desaparecido el 3 de julio de 2014.

Adelfo fue privado de su libertad cuando trabajaba como albañil en una casa particular y don Sirenio era su chalán. Una mañana, unos hombres llegaron y se llevaron a su hijo en Iguala, Guerrero. El adulto mayor, aunque no vio, estaba cerca cuando le arrebataron a su vástago y nada pudo hacer. Desde entonces ya no volvió a saber de él, y se han dedicado a buscarlo o tener un indicio.

“Es algo muy triste y duro”, cuenta el hombre de ojos pequeños, rasgados y caídos, una noche antes de salir a buscar fosas. El padre de familia que reconoce que tiene miedo de hallar a su hijo en terreno, pero que es más lacerante la incertidumbre. Madres, padres, hermanas, hermanos, familiares de todas las edades componen la V Caravana. Las familias buscan a sus familiares, y buscan verdad.

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El reloj más 7:00 horas. Es martes, el primer día en campo. Los buscadores parten hacía las localidades acobardas que están a más de una hora de camino. Llevan pantalones cómodos, sombreros, pañuelos en la nuca, lentes y botellas de agua, para soportar el sol y los 35 grados de temperatura que más tarde marcará el termómetro.

“Esperamos hallar algo, que podamos encontrar a alguien para dar tranquilidad alguna familia”, expresa Linmara Guadalupe Batres, hermana de Cruz Martín Batres Ramírez, desaparecido el 10 noviembre del 2012, cuando se dirigía a su trabajo en Torreón, Coahuila.

Más de 45 familiares de desaparecidos, 20 voluntarios, entre antropólogos, psicólogos y paramédicos, participan en la Caravana, custodiada ahora por policías municipales y federales.

Al menos 35 peritos de la Fiscalía General de Justicia de Michoacán, un agente del Ministerio Público, tres ministeriales y cinco efectivos de la Secretaría de Marina se suman a la actividad. Entre los peritos de Fiscalía hay criminalistas, odontólogos forenses, arquitectos forenses, químico, y fotógrafos, detalla Pedro Gutiérrez Gutiérrez, coordinador general de Servicios Periciales del estado.

Los agentes de la Fiscalía llevan instrumentos de tecnología, al menos 15 detectores de metales y usan trajes especiales de tela micro porosa color blanco –overoles forenses– para la búsqueda, en tanto que los caravaneros (las familias) alistan su herramienta de trabajo: varillas, picos, palas, guantes, una criba y esperanzas de encontrar indicios.

Julio Sánchez Pasillas, coordinador de la Caravana, explica que eligieron ese terreno —que está hacia adentro, a unos 40 metros de una carretera— porque había indicios que allí mataron a personas.

Al llegar al predio, de inmediato es ubicado el primer punto positivo: abajo de un árbol dentro de una cerca de alambre de púas. Ese punto ya estaba identificado por Evangelina Ceja, activista del colectivo anfitrión y madre de Tania Contreras Ceja, joven privada de la libertad el 12 de julio 2012.

—¿La cinta para marcar el punto? —grita uno de los integrantes. Los elementos oficiales empiezan a colocar el cordón amarillo con la leyenda Escena del Crimen.

A unos tres metros del primer punto, se localizó otro posible positivo. También fue acordonado. La cara de Evangelina, una mujer de estatura baja, tez blanca, cabello corto, castaño claro y ojos claros, está sudorosa y un poco roja. Aprieta sus dientes. Cierra sus puños. Sus ojos expresan coraje y enojo.

—¡Queremos que hagan bien las cosas y no desaparezcan a los desaparecidos, que sí reporten lo que encuentran! –reprocha al encargado de periciales.

—Señora, yo le garantizo que vamos hacer un trabajo profesional —le responde Pedro Gutiérrez.

Evangelina narra que el predio es una de las tantas tierras que el crimen organizado tomó a la fuerza hace más de cinco años. La parcela fue recuperada por las autodefensas en 2014 y entregada a sus dueños, pero cuando los propietarios regresaron a su propiedad encontraron dos osamentas y ropa; entre las prendas hallaron una pantaleta de mujer.

La activista detalla que los restos humanos y la evidencia localizada fue levantada y llevada al Ministerio Público de Coahuayana, Michoacán.

Evangelina fue alertada en ese momento porque una personas que participó en el levantamiento relacionó el hallazgo con la desaparición, pues uno de los restos al parecer era de una mujer y los indicios localizados tenía algunas características que una de podrían coincidir con su hija Tania. La madre dice que ella acudió al Ministerio Público para preguntar sobre esas osamentas, pero ahí no las tenían y ningún registro de ellas. Tampoco le dieron acceso a la carpeta de investigación.

“¡Las autoridades aquí desaparecían a los desaparecidos!”, exclamó. Y añadió: “por eso estoy muy enojada, porque no hacen su trabajo”.

Un equipo de diez peritos se queda en los dos primeros puntos señalados por Evangelina para explorar y la Caravana designa a una comitiva de integrantes para vigilar y documentar.

El resto de los integrantes se adentra al terreno. Los civiles buscadores usan sus varillas que van enterrando mientras caminan, si en algún punto la varilla entra con facilidad, es decir que la tierra está suelta y eso podría ser indicio de algún punto positivo,. Al mismo tiempo, los peritos usan sus detectores de metales que van emitiendo un sonido similar al que hacen los teléfonos cuando dan tono para llamada.

Un fuerte silbido emana del aparato. Un posible metal ha sido detectado. El perito llama a uno de los integrantes de la Caravana. Rápidamente llega con una varilla en mano Indalecio Pedrizco, hermano de Enrique Pedrizco Pacheco, desaparecido el 22 de junio del 2015 en Michoacán.

—¿Dónde era? ¿Por aquí? —pregunta Indalecio.

—Sí, por aquí —responde el criminalista.

Indalecio mete la varilla y ésta se hunde un poco.

—Traigan el pico —grita Indalecio y comienza excavar.

Luego de un rato pasan nuevamente el detector, pero ya no muestra nada.

—No estaba floja la tierra —dicen.

No hallan mayores indicios para seguir con ese punto, concluyen que quizá eran los metales de una piedra. Colocan un tronco para marcar el lugar como inspeccionado.

Los familiares que se posicionaron adentro del predio no hallaron más indicios de fosas y dieron por concluido el rastreo; mientras tanto, en el primer punto, los peritos localizaron un machete, cinco casquillos percutidos y un zapato. En el segundo, localizaron una camisa marca Dickies color indeterminado y talla grande; un short de color no determinado talla 36 marca South Pole; una suela de calzado tipo huarache sin correas de caucho y un lazo con un nudo color verde y otro lazo con nudo amarillo.

Los peritos –después de localizar el machete, los casquillos y las prendas– determinan que ya habían concluido su tarea y embalaron la evidencia. Los familiares no quedaron conformes con la inspección y comenzaron a buscar ellos en esa misma fosa.

Tranquilina Hernández ingresó al hoyo y comenzó a excavar. A los pocos minutos halló los primeros restos humanos y demás objetos. Julio Sánchez, coordinador de la Caravana, se acercó al primer punto cuando fue hallado el primero hueso.

–¿No usaron la criba?– cuestionó Julio, otro experimentado buscador.

–Sí– respondió otro de los integrantes.

–Hay que volver a inspeccionar y pasar la tierra por la criba– dijo Julio,

Dos de los caravaneros tomaron la criba, uno de cada extremo, mientras uno de los integrantes colocaba la tierra encima de la “malla de metal”. Los familiares movían rápidamente de un lado a otro la criba para “colar”, después otros tres o dos integrantes de la Caravana movían suavemente la tierra, quitaban la hoja, y auscultaban con atención. La forma en cómo separaban la tierra, fue lo que marcó la diferencia entre el trabajo de los peritos oficiales y los familiares, explica uno de los integrantes.

Durante el primer día de rastreo se encontraron en total 65 indicios: 57 localizados por familiares, pese a la fuerte presencia de peritos.

Julio Sánchez comenta que localizar restos es determinante, pues la evidencia es enviada a laboratorios para su análisis y obtener una muestra de ADN y confrontarla, es por ese motivo, que son llamados tesoros. Las piezas dentales son de las partes del cuerpo más son buscadas por los rastreadores, debido a que guardan una gran carga genética: “Cuando uno encuentra un diente es casi lotería”, explica Sánchez Pasillas.

De los indicios hallados por los civiles durante el primer día, 43 son restos óseos, entre los que se encuentran, al parecer, parte de una vértebra, falanges metatarsos y cóndilos: es decir, huesos que corresponden a dedos de manos y pies.

La Caravana continuará con la búsqueda de fosas en Michoacán hasta el 12 de mayo. “Es un poco difícil andar en la Búsqueda, no es fácil y es doloroso buscarlos en campo, pero nosotros tenemos que seguir, ahora sí que como perros, rascando la tierra para buscar huesitos”, comparte Guillermina Sotelo Castañeda, mamá de César Iván González Castañeda, desaparecido 19 de agosto de 2012 en Guerrero.