El periodo vacacional está a la vuelta de la esquina. La ciencia pone más que un grano de arena para rescatar el paisaje hundido en el plástico
Alguien la abandonó a su suerte. Después de ayudar a pintar la piel de dorado, la botella vacía de bronceador fue dejada sobre un camastro a la orilla de la playa. La brisa marina hizo de las suyas y la hizo rodar por la arena hasta fácilmente introducirla en el mar después de un leve empujón. El vaivén de las corrientes la depositó en un universo alterno, uno donde el plástico se vuelve más poderoso que en tierra firme.
Una vez que los objetos de plástico llegan al océano pueden tardar cientos de años en degradarse. El tiempo exacto depende del material y de las condiciones ambientales a las que se expone, como la radiación UV procedente del Sol y el oxígeno. El oleaje también forma parte del proceso mediante el que un objeto se multiplica en trozos cada vez más pequeños, los denominados microplásticos.
La degradación se vuelve más lenta cuando estas partículas quedan cubiertas por material marino. Viajan en las columnas de agua, “anidan” en la materia orgánica e inorgánica y su poderío se multiplica: la botella abandonada se reproduce así en numerosos fragmentos que coquetean con la inmortalidad.
Menú plástico y ciencia ciudadana
Según datos de Greenpeace, alrededor de 700 especies de organismos marinos son afectados por este tipo de contaminación. Más de un millón de aves y más de 100 mil mamíferos marinos mueren anualmente como consecuencia de los plásticos que llegan al mar.
Si bien es cierto que no todo es culpa del olvidadizo turista que no se responsabilizó de su basura en su paseo por la playa, pues cualquier sistema de drenaje de aguas en zonas urbanas puede transportar hasta los océanos los residuos abandonados, la realidad es que las concentraciones más altas de microplásticos se encuentran en las áreas litorales, especialmente en aquellas con poblaciones costeras que tienen sistemas de gestión de residuos inadecuados y zonas de elevado turismo.
En nuestro país existen numerosos ejemplos de infraestructura turística mal planeada o rebasada que actúa en detrimento directo de los ecosistemas marinos, pero probablemente el caso más alarmante detectado en los últimos años sea el de Isla Holbox, el pequeño paraíso situado al norte de la Península de Yucatán que ha sido rebasado por la demanda turística, colapsando los sistemas de liberación de desechos e incluso el suministro de agua. Todo acaba en el mar y el problema no se reduce al plástico.
La materia orgánica que se libera por los desagües, y que incluye heces y otros materiales orgánicos, es descompuesta por bacterias aeróbicas que trabajan arduamente en una labor con gran consumo de oxígeno que acaba transformando los ecosistemas.
Este proceso provoca que proliferen algunos microorganismos que compiten, por ejemplo, con los organismos asociados a los corales en luchas desventajosas para la salud de las barreras coralinas. De hecho, uno de los índices para medir la contaminación por desechos orgánicos es la OD, la cantidad de oxígeno disuelto en el agua. El oxígeno es esencial para la supervivencia de todos los organismos acuáticos.
Además, la presencia de este elemento en las aguas marinas afecta a un vasto número de indicadores, no solo bioquímicos, también estéticos, como el olor y claridad del agua que pueden dar pistas entre las diferencias entre un destino turístico sustentable y uno depredador.
Otro tipo de sustancias que se desechan en los océanos son los nutrientes vegetales inorgánicos, como nitratos y fosfatos provenientes de la industria agrícola que aumentan el crecimiento de algas. El resultado es la llamada eutrofización de las aguas que imposibilita la vida en el mar mediante cianobacterias sobrealimentadas que forman una capa en superficie que bloquea la luz solar.
Las diversas fuentes de contaminación en zonas costeras van mermando lo que debería ser una relación armoniosa con el medio marino. Ante estos escenarios, existen diversas iniciativas que integran a la ciencia y a la sociedad civil en diversos proyectos que buscan luchar contra esta problemática en todo el mundo.
Uno de estos casos es el grupo llamado Científicos de la Basura, un programa de ciencia ciudadana integrado por investigadores de la Universidad Católica del Norte (UCN, Coquimbo), así como alumnos y profesores de todo Chile, que desde hace 12 años buscan aplicar el método científico para estudiar el impacto de la basura en el medioambiente para proponer acciones concretas y bien dirigidas para enfrentar la contaminación de los medios marinos puntualmente y según las características específicas de las diferentes regiones del país sudamericano.
Este proyecto de ciencia ciudadana ha impulsado una serie de investigaciones que incluyen muestreos nacionales de la basura en las playas y específicamente de la presencia de microplásticos; además de la generación de encuestas nacionales para conocer la conducta y la percepción de las personas. La idea es acercar a la sociedad civil no sólo para evidenciar el problema, sino para la resolución del mismo
. La idea del voluntariado ha hecho la diferencia en muchas partes del mundo, quizá el caso más impresionante de la fuerza ciudadana en los últimos años tiene que ver con playa Versova en India. Esta playa en Bombay, se convirtió en un vertedero de basura en el que ya era prácticamente imposible visualizar la arena por la gran cantidad de desechos que la cubrían.
Sin embargo, una brigada de ecologistas de todo el país, en la que participó incluso el Primer Ministro indio, Narendra Modi, se organizó para recoger paulatinamente todos los desechos. Después de dos décadas de estar sumida en el abandono, esta playa se liberó de la basura e incluso recientemente decenas de tortugas golfinas volvieran a desovar. El motor de esta iniciativa fue el abogado y ambientalista Afroz Shah, galardonado por la ONU hace un par de años por esta labor. Gracias a su esfuerzo se convocó a casi mil voluntarios que fueron asumiendo diversas responsabilidades. Los desechos estaban enterrados a más de un metro de profundidad, convirtiéndose en una dura costra que paulatinamente ayudaron a desprender personas de diferentes edades, vocaciones y ciudades, e incluso provenientes de otros países.
Reto a la imaginación La tecnología no se queda atrás. En la última década han proliferado numerosas ideas para tratar de limpiar los mares. Desde ocurrencias que parecen extraídas de un libro de Julio Verne hasta las que han logrado pasar del concepto a la materialización del mismo.
En el primer nivel está, por ejemplo, una central hidroeléctrica flotante que podría eliminar la basura al mismo tiempo que genera energía limpia. El diseño impulsado por energía solar es obra del arquitecto de Corea del Sur, Sung Jin Cho. La idea fue muy celebrada, pero aún no hay quien levante la mano para hacerla realidad. El caso de The Ocean Cleanup es diferente. La idea del holandés de origen croata Boyan Slat dio como resultado una fundación que desarrolla tecnología para extraer residuos plásticos.
Su meta es reducir la gran mancha de plásticos acumulada en el Pacífico. Gracias a una financiación de más de 30 millones de dólares ha creado un proyecto de ingeniería basado en un enorme tubo flotante. Este sistema en forma de “U” busca atrapar el plástico del “Gran Vertedero del Pacífico”, pero a pesar de las buenas intenciones su diseño ha enfrentado varios problemas que se espera queden resueltos en los próximos meses.
Uno de los más recientes inventos fue creado en Italia, se trata del llamado SILVER 2, también conocido como “cangrejo robot”. Con sus seis patas este aparato es capaz de moverse, rebotar y sortear los obstáculos en el fondo marino. Usa su brazo para recoger basura y toma muestras de agua en busca de contaminación microplástica
Foto: Captura de pantalla
Por otra parte, la empresa española Ecoalf cumple diez años convirtiendo la basura marina en zapatos y otros productos de moda. En este caso, los resultados sobrepasaron las expectativas.
Con el apoyo de HAP Foundation, esta empresa literalmente se embarcó en su proyecto más ambicioso: Upcycling the Oceans. La empresa se alió con cooperativas de pescadores para recuperar la basura y transformarla en hilo de primera calidad para confeccionar prendas.
Una vez recuperados, los residuos marinos se clasifican y almacenan. Las botellas de PET, que constituyen la materia principal de Ecoalf, se convierten primero en pellets y después en filamentos de poliéster 100% reciclado con el que crean productos respaldados por una buena estrategia de mercadotecnia que los ha mantenido a flote. Se buscan herramientas con todo tipo de escalas. Uno de los más recientes inventos fue creado en Italia, se trata del llamado SILVER 2, también conocido como “cangrejo robot”.
Con sus seis patas este aparato es capaz de moverse, rebotar y sortear los obstáculos en el fondo marino. Usa su brazo para recoger basura y toma muestras de agua en busca de contaminación microplástica.
Por otra parte, hace tres años científicos japoneses descubrieron una bacteria (Ideonella sakaiensis) que come el plástico más común (PET, por su puesto). Funciona secretando una enzima que acelera las reacciones químicas.
La finalidad es utilizar estas virtudes en biorreactores para acelerar el proceso de reciclaje. Bajo diferentes trincheras se intenta disminuir las grandes cantidades de contaminantes que amenazan nuestra principal fuente de vida: los océanos, pero estas iniciativas reconocen que el verdadero reto para asegurar el futuro de los paisajes marinos es frenar la generación de estos desechos. (El Universal)