El 21 de enero del 2008, entrevisté en La Habana al poeta Roberto Fernández Retamar, presidente de Casa de las Américas desde 1986 hasta su muerte, acaecida ayer. Aquella vez viajé a Cuba con motivo de la edición 49 del Premio literario Casa de las Américas, y tuve el privilegio de estar en la bienvenida que Casa de las Américas dio al admirado poeta chileno Gonzalo Rojas (1917-2011), invitado especial al certamen, y quien esa mañana pronunció un brillante discurso en la inauguración. En esa edición, previa a los 50 años de la Revolución Cubana, las categorías abiertas fueron: literatura caribeña en lengua francesa y literatura brasileña de “no ficción”, aparte de los géneros poesía, cuento y ensayo con un gran poder de convocatoria entre cientos de autores latinoamericanos.
Roberto Fernández Retamar y Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias de este mismo centro, departieron con los miembros del jurado en La Habana poco antes de partir todos a la provincia de Cienfuegos, donde durante siete días analizarían las obras y debatirían los resultados finales.
El Premio Casa de las Américas, fundado en 1959 con la inscripción de 575 obras originales, ha contado durante su historia con la presencia de figuras muy destacadas en el jurado; en 2008, en representación de México estuvieron Mario Bellatin (Cuento) y Esther Ceceña (Ensayo).
Este 2019 para el medio cultural latinoamericano es un honor celebrar los 60 años de la Casa, y con tal motivo vendrá a Mérida, la directora de Comunicación y Prensa de la institución, Maité Hernández-Lorenzo, quien ofrecerá una conferencia el miércoles 24 de julio en el Casal Catalá (Calle 12 x 29 en la colonia García Ginerés), por supuesto, será ocasión para honrar la memoria del poeta Roberto Fernández Retamar.
La entrevista que transcribo a continuación forma parte del libro Premio Casa de las Américas, 50 años-11 entrevistas (unasletras, 2012).
—¿Cómo fue posible lanzar el Premio Casa de las Américas el mismísimo año de la Revolución Cubana?
—Cuando a finales del intenso año 1959 se convocó por vez primera el Concurso Literario Hispanoamericano que acabaría llamándose Premio Casa de las Américas, yo todavía no formaba parte de la Casa. No se olvide que desde su fundación hasta 1980, la Casa fue dirigida por una heroína de la Revolución: Haydée Santamaría. Todos sabemos que entonces germinaron nuevas ideas y nuevos proyectos, entre los que se contó el lanzamiento de dicho Concurso/Premio, que ratificó la vocación continental de la Revolución Cubana.
—En la presentación del Premio que hay en Internet firmada por usted, menciona que éste se establece con el objetivo de estimular y difundir las letras del continente... La frase “las letras del Continente”, aparte de poética, refiere a un mundo aparentemente inabarcable... ¿Realmente se ha logrado cubrir?
—Al principio, sólo concursaban obras literarias en español en los géneros de Poesía, Novela, Cuento, Ensayo y Teatro. En su desarrollo, el Premio ha acabado incluyendo también obras en el portugués del Brasil, el inglés del Caribe anglófono, el francés del Caribe francófono (más los creoles correspondientes) e incluso, en ocasiones especiales, literaturas en lenguas indígenas; y abarca otros géneros, como el Testimonio y la Literatura para niños y jóvenes. Es decir, que su radio ha ido creciendo, y espero que lo siga haciendo.
—¿Qué representó para los escritores cubanos el Premio cuando surgió y qué representa ahora para ellos?
—Cuando surgió era el único premio de su tipo, por lo que, como es lógico, fue recibido por los escritores cubanos con vivo interés. Hoy existen premios muy variados en Cuba y fuera de ella, por lo que es natural que no se haya conservado la expectativa del principio, aunque sé que a los escritores cubanos jóvenes les sigue interesando mucho recibir “el Casa”, como ellos dicen.
—Una de las consecuencias felices del Premio, en sus palabras, ha sido la aparición de este tipo de certámenes en diversos países. ¿Qué hace diferente al de Casa?
—Creo que lo hacen diferente algunos aspectos, como su longevidad (pues el Premio Casa de las Américas es el premio joven más añoso del continente, ya que pronto cumplirá medio siglo) y el prestigio de la institución que lo otorga, a través de valiosos jurados que cambian cada año y escogen con toda libertad.
—¿Se ha modificado a lo largo de los años?
—Creo que he respondido en la segunda pregunta. Pero añado que ahora se otorgan además, fuera de concurso, Premios honoríficos en Poesía (“José Lezama Lima”), Narrativa (“José María Arguedas”) y Ensayo (“Ezequiel Martínez Estrada”) a obras relevantes, ya publicadas, en esos géneros.
—¿Cómo logra Casa de las Américas llevar fuera de Cuba sus publicaciones, específicamente las obras premiadas?
—Tenemos dificultades en la difusión de nuestras publicaciones, pero ellas llegan a muchas manos fuera de Cuba gracias a una activa labor de canje y a las ferias de libros en las que suele estar presente la Casa de las Américas. Además, con frecuencia las obras premiadas son republicadas en muchos países.
—¿En qué medida beneficia a los escritores jóvenes el Premio Casa de las Américas?
—Desde su primera convocatoria, el Premio recayó, por una parte, en escritores consagrados, como Ezequiel Martínez Estrada; y, por otra, en escritores noveles, como José Soler Puig. Esto se ha conservado hasta nuestros días. Muchos de los que hoy son reconocidos escritores de nuestra América fueron promovidos por la Casa de las Américas. Ello explica el interés de los escritores jóvenes por enviar sus obras a concursar en el premio.
—¿Qué enseñanzas le ha dejado estar al frente del Premio?
—Aunque he dirigido la revista Casa de las Américas desde 1965, y además desde 1986 presido la institución, no estoy “al frente del Premio”, el cual involucra a la Casa toda, y en particular al Centro de Investigaciones Literarias que dirige el joven ensayista y crítico Jorge Fornet. Pero no quiero dejar pasar la oportunidad sin decir que durante tantas décadas el Premio me ha permitido conocer personalmente a muchos de los protagonistas de nuestra literatura, sea como miembros del jurado, sea como ganadores.
—¿Qué particularidades notables ha logrado percibir del medio literario latinoamericano a lo largo de las más de cuatro décadas que lleva de existencia del Premio?
—Es lógico que en un lapso tan dilatado hayan sucedido diversos paradigmas en el medio literario latinoamericano y caribeño. Enumerarlos aquí es imposible: sería trazar los lineamientos fundamentales de la literatura de nuestra América desde 1959 hasta la fecha.
En la entrevista, el poeta Roberto Fernández Retamar rememoró a algunos escritores célebres con los que compartió una taza de café en la tradicional ceremonia de bienvenida del Premio en el vestíbulo de su oficina, por ejemplo, José Soler Puig, Roque Dalton, Ricardo Piglia, Alfredo Bryce Echenique, Antonio Skármeta y Eduardo Galeano, por mencionar algunos nombres de escritores que antes de ser famosos estuvieron aquí, para fortuna de la literatura, con buen presagio.
Semblanza biográfica
Cuando fue doctor en Filosofía y Letras (Universidad de La Habana, 1954), realizó estudios en las universidades de París (1955-1956) y Londres (1956). Doctor en Ciencias Filológicas (Cuba, 1981) e investigador titular (desde 1982). Desde 1955, profesor por concurso-oposición de la Universidad de La Habana –institución que en 1995 lo nombró profesor de mérito–, y lo fue de la Universidad de Yale (1957 y 1958). Ofreció conferencias y cursos en numerosas universidades y otras instituciones culturales de América, Europa y Japón. Desde 1951 colaboró en la revista Orígenes. Fue director de la Nueva Revista Cubana (1959-1960), Consejero Cultural de Cuba en Francia (1960) y secretario de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (1961-1964), donde fundó en 1962 y codirigió hasta 1964, junto a Nicolás Guillén, Alejo Carpentier y José Rodríguez Feo, la revista Unión. En 1965 empezó a dirigir la revista que es órgano de la Casa de la Américas, institución que además presidió desde 1986. Fundó en 1977, y dirigió hasta 1986 el Centro de Estudios Martianos. Miembro de la Academia Cubana de la Lengua (de la que en 2008 fue electo director) y miembro correspondiente de la Real Academia Española desde 1995. Fue integrante del comité de colaboración de varias publicaciones periódicas, y desde 1998 fue miembro del Consejo de Estado en Cuba. De su poesía han aparecido títulos como Elegía como un himno (1950), Patrias (1952), Alabanzas, conversaciones (México, 1955), En su lugar, la poesía (1959), Vuelta de la antigua esperanza (1959), Con las mismas manos (1962), Historia antigua (1965), Buena suerte viviendo (México,1967), Que veremos arder (1970, y con el título Algo semejante a los monstruos antediluvianos, en Barcelona, ese mismo año), Cuaderno paralelo (1973), Circunstancia de poesía (Buenos Aires, 1974), Juana y otros poemas personales (Managua y La Habana, 1981), Hacia la nueva (1989), Aquí (Caracas, 1995). Entre sus libros de estudios o ensayos se encuentran La poesía contemporánea en Cuba (1927-1953) (1954), Idea de la estilística (1958), Papelería (1962), Ensayo de otro mundo (1967), Calibán (México, 1971), El son de vuelo popular (l972), Para una teoría de la literatura hispanoamericana (1975), Introducción a José Martí (1978), Entrevisto (1982), Algunos usos de civilización y barbarie (Buenos Aires, 1989), «Nuestra América»: cien años y otros acercamientos a Martí (1995), Todo Calibán (Buenos Aires, 1995), Recuerdo a (1998), La poesía, reino autónomo (2000), Concierto para la mano izquierda (2001), En la España de la eñe (Chile-España, 2001), Cuba defendida (La Habana y Buenos Aires, 2004), Pensamiento de nuestra América: autorreflexiones y propuestas (Buenos Aires, 2006). Poesía nuevamente reunida (2009). Cuando no se indica lugar de edición, éste es La Habana. No se incluyen antologías, reediciones ni traducciones.
Fue nombrado profesor honorario de la Universidad de San Marcos, Lima (1986), y Doctor Honoris causa de las universidades de Sofía (1988) y Buenos Aires (1993). Entre los premios que recibió se encuentran: Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío (1980), en Nicaragua; Premio Internacional de Poesía Nikola Vaptsarov (1989), en Bulgaria; Premio Internacional de Poesía Pérez Bonalde (1994); el grado de Oficial de la Orden de las Artes y las Letras (1994), en Francia; Premio Feronia (2001), y el Premio Nicolás Guillén (2002), en Italia; la condición de Puterbaugh Fellow (2002), en los Estados Unidos, y Premio cultural del ALBA (2009), en Venezuela. En Cuba le concedieron distinciones como la Orden Félix Varela de Primer Grado (1981), Premio Nacional de Literatura (1989), Premio Nacional de Investigación Cultural y Premio de la Latinidad (2007); Medalla 280 Aniversario de la Universidad de La Habana y la Orden José Martí (2009).
(Texto y fotos Eugenia Montalván Colón)