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México

'Aparecían de 300 a 400 cuerpos al año en el desierto”

MADRID, España, 24 de julio (ElDiario.es).- Francisco Cantú aún recuerda el día en que vio aquel cuerpo sin vida. El hombre, que viajaba con su sobrino de 19 años y un amigo de éste de 16, había fallecido en la travesía del desierto de Sonora. Los dos jóvenes permanecían junto al cuerpo y él debía detenerlos para que después fuesen deportados.

Cantú no encaja con la imagen que se tiene habitualmente de los agentes fronterizos. Sentado ante una cerveza en el mercado de San Agustín, en Tucson, donde vive, con su camisa y pantalones arremangados, su peinado descuidado y su bigote, parece un joven moderno más. Pero, durante cuatro años, fue uno de los hombres que patrullaban el desierto de su estado natal, Arizona, para impedir que los migrantes lleguen a EE.UU.

El suyo es, además, un perfil atípico. Tenía 23 años cuando decidió entrar en la Patrulla. Era 2008. Había estudiado Relaciones Internacionales en Washington y le interesaba la frontera que atravesó su abuelo, mexicano. Entonces, dice, pensó que aquel era “el único trabajo en el que realmente podría comprender lo que sucedía”. Estuvo ocho meses en la academia, donde recibió entrenamiento policial y perfeccionó el español que ya hablaba. Le investigaron a fondo antes de aceptarlo y le interrogaron con un polígrafo antes de aceptarlo. Durante los siguientes cuatro años fue patrullero, primero como agente regular y después en la sección de inteligencia en Arizona y El Paso, Texas.

Cuenta que, durante sus años como patrullero en Arizona, aparecían entre 300 y 400 cadáveres al año en el desierto de Sonora. En 2018 fueron encontrados 127 cuerpos. “Una crisis humanitaria”, zanja. Se acuerda de un matrimonio con una mujer embarazada de Guerrero, uno de los estados más violentos de México, que le suplicó que hiciera la excepción y los dejara marchar. No lo hizo.

“El 80 por ciento del tiempo es un trabajo aburrido, pero cuando sucede algo es una locura”, asegura. “Cuando vas a por un grupo nunca sabes cómo va a resultar. A veces se sientan, otras se dispersan y en ocasiones tienes que rescatar a gente. Pero no sabes nunca cuándo puede ser peligroso. Aunque te encuentras con muchos casos de migrantes que ya han cruzado antes y se saben las reglas. Es como un ‘juego’. Los ves y te dicen: ‘Vale, me has cogido”.

“Hay personas sensibles y otras racistas y agresivas”

El ex patrullero acaba de publicar un libro, The lines becomes a river [Traducido como La Línea se Convierte en Río] en el que narra su experiencia. Los testimonios desde dentro de este cuerpo de seguridad, el más amplio del país, son poco frecuentes. El de Cantú supone además una mirada crítica a la Patrulla. Cuenta cómo entre los agentes hay disparidad de perfiles. “Hay personas muy sensibles, educadas y con conciencia humanitaria y otras racistas y agresivas. Aunque el sentimiento mayoritario es el de querer tener el país cerrado, que no pueda pasar nadie”, describe. “Y eso que la mitad de los agentes son hispanos. La Patrulla Fronteriza es un buen trabajo y se gana un buen salario, y en algunas zonas de la frontera trabajas para el cartel o para la Patrulla porque no hay nada más”.

La Patrulla Fronteriza cuenta en la actualidad con 19 mil 500 agentes, la mayor parte de ellos desplegados en la frontera suroeste, la que separa Estados Unidos de México. Tucson, con 3 mil 600 efectivos, es el sector con mayor personal, seguido por río Grande, o río Bravo, como se denomina en México, con 3 mil agentes. Es el lugar donde perdieron la vida Óscar Martínez y su hija Valeria, cuya fotografía dio la vuelta al mundo el pasado junio. El Presidente Donald Trump, en su firme cruzada contra los migrantes que tratan de atravesar la frontera sur, firmó la orden hace dos años para incrementar el personal en 15 mil nuevos patrulleros y agentes de inmigración. Sin embargo, actualmente no hay demanda para esos puestos y el pasado año tan solo aumentó la plantilla en 120 personas.

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