José Ángel Rueda
José José y el eco de sus canciones
Decía el escritor argentino Adolfo Bioy Casares que la memoria suele ser el cielo de los hombres. Y es que la muerte, tan dolorosa como paradójica siempre, a menudo termina por rendir un homenaje auténtico para todos aquellos que han encontrado la misteriosa fórmula para perdurar.
Resulta lógico que los recuerdos de José José, fallecido este sábado tras una larga lucha contra el cáncer, nos lleguen por el oído.
El “Príncipe de la canción” se convirtió en una fuente inagotable de frases que construyen en su simpleza la genialidad, esa que supone encontrar las palabras exactas para describir fielmente algo tan complejo como los sentimientos, quizá de ahí que el escuchar las canciones de José José durante las reuniones con los amigos, o en una noche de cantina, se convirtió en un acto cotidiano.
Siempre ardiendo la llama de sus letras, su muerte llegó como el aire que embravece el fuego. El sonido enloquecido de la Ciudad de México vivió un sábado atípico, opacado por los ecos de las melodías que se colaron por las ventanas de las casas, de las viejas radios de los locales abiertos al medio día, de los microbuses, como si estuvieran presos en las redes de un poema.
Qué triste fue decirnos adiós, decían algunos, como presagiando el final. Y es que todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar, cantaban otros Lo que un día fue no será, ya no vuelvas a buscarme. Espera un poco, un poquito más, dijeron los más nostálgicos. Y es que no hay tiempo que alcance para cantar tanta canción, porque, como bien dicen, hay dolores que se saborean.
El mexicano suele ser agradecido con sus ídolos. El mejor homenaje a José José se encuentra ahí, en las calles, en los barrios de la ciudad, en las voces populares de quienes descubrieron en sus letras una manera de expresarse, aunque las lágrimas sean de fuego y el amor acabe. La noche mexicana será larga