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Institución de Ciudad Victoria atiende a 15 con ese mal; casa hogar les brinda refugio, atención médica y comida

Ciudad Victoria (El Universal).— Con el cuerpo invadido de costras de mugre y la mente extraviada, Martín Sánchez El Gusano, por muchos años hizo de las calles del centro de Ciudad Victoria su vivienda.

Es un hombre con esquizofrenia, a quien la gente le temía por sus arranques de ira. Hace un año, la vida le dio una segunda oportunidad. Hoy luce limpio y, aunque platica poco, sonríe, le motiva cantar y hasta se “avienta” unos pasitos de baile.

Martín, de 55 años, ya no vaga por las calles, ahora vive en la Casa Hogar del Adulto Mayor del Sistema DIF Tamaulipas, donde se le brinda atención médica, una cama limpia y una dieta balanceada.

La institución brinda atención a 140 personas. Don Martín está en el área de Cuidados Especiales. Al centro asistencial llegó en enero de 2019, cuando personal del DIF lo recogió de la calle en condiciones de vulnerabilidad.

Estaba muy delgado, sucio, padecía una severa desnutrición y era agresivo. La doctora Lilia Hernández Saldaña, responsable del área médica de la casa hogar, recuerda esos momentos: “Nos lo trajeron para darle atención. Ingresó en temporada de frío extremo”.

Narra que cuando lo recibieron, no era capaz de entablar una conversación, “no comía ni iba al baño por sí solo. Poco a poco se fue desarrollando el proceso con el apoyo de la siquiatra, y fue llevado a un centro siquiátrico, donde estuvo entre cuatro y cinco meses en la etapa de tratamiento”.

Después, cuando se estabilizó y lo dieron de alta, volvió al centro asistencial para quedarse de forma definitiva. En la casa hogar se brinda atención a un total de 15 personas con esquizofrenia.

Entre el personal del área de Observación también está la enfermera Claudia Martínez, con 23 años de experiencia laboral.

Claudia platica que generalmente brindan atención tres o cuatro enfermeros por turno, según la situación. Atienden en promedio a 15 pacientes y cuando evolucionan los cambian de módulo. Claudia y el reportero se dirigen a Martín y le preguntan su nombre, éste contesta correctamente, además, insiste varias veces que desea un refresco. Comenta de su antigua dirección y de su amigo Gustavo.

De pronto se pone de pie y comienza a cantar “El sirenito”, cumbia de Rigo Tovar.

“Tuvimos un sirenito justo al año de casados, con la cara de angelito pero cola de pescado”. Se sabe toda la letra. Se nota feliz y todos los que lo rodean también están contentos.

Abandono

Pero hay más casos en la casa hogar, que surgieron de gente en situación de abandono, como el de Abraham Limón Jasso, de 48 años de edad. Enfermo también de esquizofrenia, hace algunos años se aventó al paso del tren y perdió parte de sus dos piernas. Se arrastraba en las calles y pedía limosna.

Fue encontrado por personal del DIF en la colonia Amalia G. de Castillo Ledón, en un pequeño cuarto de obra negra. Estaba sucio, desnutrido, en un estado de desprotección muy severa.

“No fue agresivo. Desde el momento en que fuimos por él, no hablaba, se comunicaba con señas, le dimos un pan, le dimos un jugo, le dijimos que le íbamos a ayudar y solito se subió a la camioneta”, recuerda la doctora Lilia.

Al brindarle la atención integral le detectaron que es diabético y han logrado controlarlo. “Abraham se comunicaba a señas. Ya habla. Dice ‘buenos días’, ‘buenas tardes’ y empuja su silla de ruedas”.

Lleva dos años durante los cuales, al igual que Martín, ha mostrado un cambio positivo.

Otra historia extraordinaria en la casa hogar es la de Cinthia, de 35 años. Enferma de esquizofrenia vivía en situación de calle cuando fue rescatada. Incluso, se localizó a sus familiares, quienes radican en el Estado de México y llevaban varios años buscándola.

Ella fue entregada directamente a su mamá. Rumbo a la salida del centro asistencial, en un pasillo que es mudo testigo de tan emotivas historias, se le pregunta a la doctora Hernández ¿qué detalles detecta en Martín que den una señal de que todo ha valido la pena?

Sin dudar, controlando su emoción, responde: “El hecho de que él sonría, cante y baile, es algo que, decimos, ha valido la pena el trabajo que se ha realizado en toda esta travesía. Porque es una personita totalmente diferente. Tiene una vida digna. Tiene lo que durante tantos años no tuvo”.

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