Michael Vázquez Montes de Oca
Las complejas negociaciones que comenzaron hace un año para reformar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA), se cerraron con la aceptación canadiense, dando por liquidado el que lleva casi 25 años en vigor.
Para México, el convenio debía mantenerse a toda costa; su vecino es su primer socio, una frontera común de 3142 km que cruzan cada año 200 millones de personas; 34.6 millones viven en la nación colindante y cuadruplicó el mercado dentro de América del Norte, que representa el 28% del mundial y cada minuto se intercambian 1 millón de dólares. Para Estados Unidos las razones eran estratégicas, y le representa un flujo seguro de energéticos por lo que resultaba conveniente aumentar la dependencia mexicana y para Canadá era ventajoso por ser el país azteca su primer asociado en América Latina.
Al estar presentes un gran número de transnacionales norteamericanas en Canadá, el cual tiene menor desarrollo relativo con respecto a Estados Unidos, éste resulta favorecido, pero ambos obtienen un beneficio mayor a través de la penetración de sus empresas en México.
Con la firma del TLCAN en 1992, se argumenta que Canadá y México se convirtieron en “colonias” y agravó el desempleo, por lo que su modernización es hoy una realidad con la que el área debe lidiar. En general, los cambios sustanciales equivalen solamente a remiendos de ciertos aspectos. USMCA (por sus siglas en inglés) es NAFTA más TPP y algunos ajustes.
Es importante tener en cuenta que abarca aspectos claves de la actividad económica, política y social de sus integrantes, como creación de una zona de libre comercio, abolición de barreras arancelarias y no arancelarias, inversión, operaciones financieras, transportación transfronteriza, compras del sector público, telecomunicaciones, propiedad intelectual, empleo, regulaciones ambientales, entrada temporal de personas y todas ellas limitando la soberanía nacional.
El nuevo pacto, le agrega requisitos, entre los que se destacan:
-El contenido regional para el comercio libre de aranceles se elevará del 62.5 al 75 por ciento.
-En la industria automotriz; que les paguen más de US$16 por hora a los trabajadores del 40 por ciento del valor de un automóvil que se produzca en fábricas mexicanas, para permitir que cruce las fronteras sin pagar aranceles y la intención es favorecer la producción en el norte, aunque el efecto también pudiera ser forzar a las plantas aztecas a aumentar su productividad laboral mediante una mayor automatización o mediante mejores prácticas laborales y ello debiera considerarse como una victoria canadiense. Mientras tanto, Estados Unidos garantiza a ambos, amplios accesos libres de aranceles en caso de que impusiera nuevos aranceles a los automóviles provenientes de otros países.
El incremento de transacciones libres de aranceles busca reducir las compras de repuestos de automóviles y fomentar su fabricación de dentro de la región, pero el efecto pudiera contrario. Si calificar requiere una costosa reconfiguración de la cadena de suministro de una compañía –más costosa que pagar el arancel– es probable que simplemente renunciara a la recompensa por completo y si tiene que pagar el arancel de todos modos, puede resultarle conveniente importar todavía más repuestos.
-En la industria alimenticia: Una mejora más convencional, es que Canadá ha otorgado un mejor acceso a su mercado para los productos lácteos y los vinos estadounidenses.
-El panel de disputas se está manteniendo intacto, lo cual no es cierto en el caso de los tribunales especiales en los que las compañías pueden demandar a un gobierno que imponga regulaciones en contra de sus intereses.
-Se introduce una cláusula de caducidad: finalizará en 16 años, a menos que las partes acuerden extenderlo, lo que añade incertidumbre.
-Otawa accedió a ciertas extensiones de patentes, algo que los gobiernos estadounidenses habían vigorosamente buscado en el TPP para proteger a sus compañías ricas en propiedad intelectual. Esto es un comercio menos libre, en vez de más libre.
-Una nueva cláusula estipula que los tres integrantes tienen derecho a ser informados en una etapa temprana sobre las negociaciones que cualquiera y, si uno culmina el trato, los otros dos podrán romper el compromiso trilateral. Para llevar a cabo la maniobra, los que abandonen podrán establecer entre sí un acuerdo bilateral con las mismas condiciones que este TLCAN 2, con una notificación previa de seis meses al tercero en cuestión. Esta cláusula limita las posibilidades de entendimientos con terceros y está orientada a ejercer presión para que otros, como China, abran sus mercados.
El secretario, Wilbur Ross explicó que esa disposición es una medida “para tratar de cerrar las lagunas” que permitieron “legitimar” las prácticas comerciales, de propiedad intelectual y de subsidios industriales que realiza Pekín.
La inversión extranjera captada ha significado que Estados Unidos sea el mayor receptor con alrededor de 80%, seguido de México con 10% y por último Canadá con algo más del 9%.
La subordinación e integración económica canadiense ha aumentado desde la Segunda Guerra Mundial, lo que preocupa a grupos nacionalistas, que se interesan por la autonomía e independencia cultural y económica en una era de globalización, ya que la mayoría de los bienes y medios de comunicación estadounidenses se han vuelto omnipresentes y al respecto sería conveniente recordar que desde 1965, mediante el Tratado de Comercio de Productos Automotrices, se abrieron las fronteras de esa industria, en 1985 se iniciaron las negociaciones entre ambos y pocos meses después se firmó un acuerdo histórico que los situaba a la vanguardia de la liberalización.
La competencia ha perjudicado la industria mexicana. El TLCAN desde sus inicios encarnó aspectos negativos que se mantienen como el aumento de las importaciones agrícolas y agroindustriales, no compensadas por las exportaciones de estos renglones. Otros problemas son la transportación por carretera, al ponerse restricciones unilaterales a los transportistas, aspecto este que también se presenta en materia de servicios financieros y telecomunicaciones.
Como se ha mencionado anteriormente, México ha sido una pieza clave para expandir la telaraña de tratos, en favor de Estados Unidos y sus empresas y de hecho se convirtió en la puerta por donde otros países entrarían para firmar similares, con los que enlaza a las subsidiarias con los tiene suscritos acuerdos de libre comercio, al igual que sucede con Canadá, que acaba de firmar con la Unión Europea el CETA.
La coalición tiene una enorme trascendencia histórica pues es la expresión más acabada de los apetitos sobre la zona, una manifestación de la política neoliberal y de niveles de dependencia y sumisión sin precedentes que, lejos de responder a los objetivos de desarrollo independiente y complementariedad económica, sirve como un mecanismo para profundizar la dominación externa, lo que con Trump se agudiza porque busca el máximo provecho a costa del chantaje político y su predominio imperial.
Los rendimientos obtenidos por las grandes empresas, el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones y la difusión de las políticas neoliberales, con una mayor transnacionalización y la proliferación de alianzas de igual naturaleza, crearon las bases para el panorama de sometimiento y retraso.
El Sr. Trump se ha salido con la suya con su combinación de acoso e insistencia en los acuerdos bilaterales: México cedió bajo presión, dejando a Otawa por su cuenta –y siendo el blanco de los aranceles unilaterales. Una victoria definitiva para el mandatario es que ahora puede hacer alarde de haber cumplido con una promesa: la actualización del NAFTA para convertirlo en uno nuevo, hace que él esté técnicamente correcto al declarar que se deshizo del TLCAN.
Sin duda puede seguirse calificando hoy en día al USMCA como una gran estafa, al abrir de una manera solapada las puertas de las economías latinoamericanas y caribeñas primero y del resto del mundo después al dominio de las transnacionales.
Como ya expresó en un artículo anterior, el gobernante norteamericano divide para vencer. Los que no resisten y ceden ahora a las nuevas pretensiones del capital encabezado por el gobierno norteamericano traicionan de manera consciente los intereses de sus pueblos. La llamada integración sobre bases neoliberales, como dijeran en su momento los presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez, no conducirá más que a una desunión mayor de los latinoamericanos, a mayor pobreza y desesperación de los sectores mayoritarios, a la desnacionalización y acato absoluto a los dictados desde el exterior.