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Alberto Híjar Serrano

De la misma manera que Luis Prieto escribió la historia de su familia con relación a México, alguien debiera hacer la de la familia Menéndez, no sólo constructora del periodismo en Yucatán, sino también de instituciones y relaciones entre Cuba y México, fructíferas desde el siglo XIX y lo que ha seguido. Detenido el proyecto del Centro Cultural “Nuestra América” que albergaría las bibliotecas de la dinastía, queda pendiente la puesta en orden de todo lo hecho y dicho por los Menéndez. Oscar ocupa entre ellos un lugar singular por su profesión de cineasta testimoniante de movimientos políticos, represiones de estado, vidas ejemplares, represión carcelaria, testimonios de cultura fifí y recientemente la recuperación organizada de sus filmaciones en China.

Con la plata extraída de los rollos de películas antiguas, la Filmoteca de la UNAM lo homenajeó el miércoles 26 de septiembre, mientras en el Centro Histórico marchaban en medio de tremendo aguacero, los contingentes organizados para exigir la aparición de los 43 y más, atacados hace cuatro años en Iguala. En el escenario preparado en la Sala Julio Bracho, Oscar se quitó la gabardina para lucir una camiseta del Comité del 68 al cual pertenece y colocar una bandera con la paloma herida por una bayoneta. Me tocó hacer su elogio.

Antes del proyecto Arcadia, promotor del rescate de las películas sobre el 68, fueron proyectados trozos de El Grito, la emblemática obra construida por Leobardo López Arretche con las filmaciones de los estudiantes del CUEC, a quien su fundador Manuel González Casanova, dotó de cámaras y película. Una orquesta de cámara de la Facultad de Música tocó en vivo. Luego de la ceremonia fue exhibida una excelente entrevista a Oscar conducida por Manuel González Casanova, el padre de la inserción del cine como materia universitaria con extensión al mundo, gracias a la solidaridad entre filmotecas. Cuando hubo condiciones en el siglo pasado, organizó coloquios con cineastas tan distinguidos como Costa Gavras, Julio García Espinosa y Jorge Sanjinés. Después de la entrega de la medalla, fue exhibida Aquí México, terminada en Francia con la inclusión de lo filmado en la cárcel de Lecumberri con una cámara y película ingresada por una madre de preso político. La solidaridad de la televisora oficial de Francia, prueba el internacionalismo característico del Movimiento del 68, activada por los trabajos de Oscar más allá de la creación para garantizar la circulación y valoración adecuadas.

Meses antes, en la Casa de las Humanidades de la UNAM, en Coyoacán, pudimos ver Todos somos hermanos, de 1965, con tomas del movimiento ferrocarrilero, magisterial y el asesinato actuado de Rubén Jaramillo, su esposa Epifanía embarazada y tres de sus hijos, por soldados disfrazados de campesinos frente a la pirámide de Xochicalco, tal como narran los corridos de Judith Reyes y José de Molina y el poema de Miguel Guardia que termina afirmando: “Jaramillo Rubén, como en la escuela, ¡Presente! responderá la tierra”. Militante activo del movimiento cultural popular desde abajo a la izquierda, Oscar Menéndez narra con estos cantos épicos. En 1965, el joven Oscar unió tramos de películas sin efectos de montaje para dar a entender la memoria a saltos por la irrupción de la violencia de Estado.

Oscar estuvo entre los fundadores del CUEC –Centro Universitario de Estudios Cinematográficos– hoy transformado en Escuela, cuando su sede era una pequeña casa alquilada por la UNAM donde dieron clases Carlos Velo y José Revueltas, quien volvió libro su curso sobre guión cinematográfico, integrado a las series de publicaciones sobre teoría e historia del cine editadas por la UNAM. Una beca en Praga consolidó la formación de Oscar que llegó a ser director del archivo cinematográfico del Instituto Nacional Indigenista donde hizo Sáname con tu poder, un documental sobre la salud naturista mixe, narrado en esa lengua de la sierra de Oaxaca. De esos tiempos es México Insurgente, sobre John Kenneth Turner, el escritor testimoniante de la Revolución Mexicana. A otros notables ha homenajeado como Malcolm Lowry en Bajo el Volcán y, por supuesto, a José Revueltas a quien dedica no sólo las tomas en que aparece con su anteojo roto en Lecumberri. La película sobre Adolfo Mexiac, da cuenta de la trayectoria histórica del muralista y grabador, autor del grabado conocido como “Libertad de expresión” que no sólo resultó emblemático para el Movimiento del 68 pese a su origen en 1954 como protesta al golpe militar propiciado por los yanquis en Guatemala y al funeral de Frida Kahlo en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes en donde Arturo García Bustos colocó sobre el féretro la bandera roja con la hoz y el martillo, respondida por una cacería de comunistas por el Estado mexicano. Gracias a los trabajos de conservación resguardados por la filmoteca de la UNAM, Oscar Menéndez pudo terminar su película sobre China que resulta un asombroso documental sobre los tiempos idos del socialismo con los usos y costumbres de un pueblo trabajador con buen vivir ejemplar y un desarrollo técnico y científico que incorporaba métodos tradicionales como la acupuntura y la producción artesanal, a las necesidades del desarrollo industrial.

Oscar agradeció el homenaje con la mención de los compañeros cineastas ya fallecidos como José Rovirosa, Manuel González Casanova, Leobardo López y los dirigentes del 68 como Raúl Alvarez Garín, el destacado delegado del Instituto Politécnico Nacional en el Consejo Nacional de Huelga del 68, promotor principal de la distribución masiva de la revista POR QUÉ?, la fuente escrita más importante del Movimiento con todo y las excelentes fotos de Armando Lenin Salgado, fallecido hace unos meses. Mencionó Oscar la destrucción militar de la imprenta y las oficinas, y el secuestro policiaco del director y subdirector, Mario y Roger Menéndez Rodríguez. Se recordó el operativo de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria de Genaro Vázquez, al canjear un cónsul por militantes, incluido Mario Menéndez. Cuba los recibió y de ahí la importante tarea bien cumplida por Mario para entrevistar en vivo y en sus lugares, a dirigentes revolucionarios en acción en toda América. Lo dicho, alguien debiera escribir la aportación histórica de los Menéndez. Ojalá.

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