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Opinión

La razón verdadera de la 'Caravana invasora”

Max Lesnik

Mientras el Presidente Donald Trump califica como “invasión de delincuentes y violadores” a los integrantes de la inmensa caravana de emigrantes centroamericanos que han cruzado a todo dar, miles de kilómetros para llegar hasta la frontera norteamericana con México con el propósito de intentar ingresar a Estados Unidos en calidad de refugiados económicos, son pocos los que se han preguntado la razón principal que ha llevado a estos miles de hombres mujeres, ancianos y niños a abandonar sus países para buscar lo que se ha dado en llamar el tan cacareado “Sueño Americano”.

Esta emigración masiva de centroamericanos ni es única ni es nueva en la historia de la humanidad, puesto que también esta tragedia humana se ha venido desarrollando en otras partes del planeta a través de los tiempos, donde los pobres y desheredados de la fortuna salen huyendo de la miseria rampante que hay en sus países para tratar de encontrar un mejor destino en naciones más desarrolladas que las suyas, como es el caso ahora mismo de los miles y miles de africanos, que también en estos tiempos revueltos, están cruzando el mar Mediterráneo en precarias embarcaciones –las famosas “Pateras”– para hacer su también idealizado “Sueño Europeo”.

Hay que decirlo claro y alto. Es el fracaso del “capitalismo salvaje” que por más que nos vendan sus bondades “democráticas representativas” al no encontrar soluciones a la miseria que genera su sistema de “sálvese el que pueda”, provocan emigraciones en masa hacia el exterior, como la caravana que ya se encuentra desesperada en la frontera México-norteamericana.

No habrá policía ni ejército, ni muro de concreto y alambradas de púas en ningún país rico del mundo, que sea capaz de parar la emigración de los pobres del planeta, como no sea la de darles una solución permanente a la crisis económica que padecen las naciones subdesarrolladas donde se generan estas llamadas “invasiones”.

Los hambrientos quieren pan. Pues si piden pan y para ellos no hay pan, que les den “galletas” y palos a ver si se tranquilizan, dirá el soberbio gobernante desde su poltrona Imperial. Ahí se las dejo y los pongo a pensar.

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