Jorge Lara Rivera
Por más que el reaccionario presidente de Colombia, Iván Duque Márquez, se empeñe en descalificar los incómodos señalamientos que por boca del vicepresidente de Comunicación de Venezuela, Jorge Rodríguez, formuló el gobierno de la República Bolivariana a diplomáticos de ese país, relacionándolos con el atentado perpetrado el 4 de agosto contra el presidente Nicolás Maduro Moros; que desde La Moneda el gobierno del Presidente Sebastián Piñera, de Chile, rechace enérgicamente por “calumniosas” las “insinuaciones y amenazas” del gobierno de Maduro; y sin empacho porque la Sría. de Relaciones Exteriores mexicana, a cargo de Luis Videgaray Caso, citó a la embajadora de Caracas en nuestro país para comunicarle el rechazo total a cualquier implicación por parte de México en aquél; algo hay de razón en la suspicacia del país suramericano y motivos fundados para maliciar un complot en su contra.
Por una parte, acorde a los usos internacionales, cabía esperar la cortesía de las cancillerías de Colombia, Chile y México ofreciendo revisar el desempeño de su personal en Caracas, amén de la inocultable línea injerencista seguida por las 3 naciones, integrantes del llamado ‘Grupo de Lima’, con respecto a asuntos internos de Venezuela seguida aún antes de la 47ª asamblea de la OEA en Cancún el verano de 2017, y patente de nuevo en la reciente “Declaración de Quito” suscrita por 12 países ante la magnitud de la migración de venezolanos (2 millones y medio) suscitada, entre otras causas, por el acoso norteamericano combinado con el díscolo comportamiento de Hispanoamérica en momentos de necesidad de la patria del libertador Bolívar –además de un sismo de 6.9º Richter en el Norte de esa nación–, el cual contrasta con el envío por China de una nave hospital recién atracada para brindar atención médica a 6 mil venezolanos.
Y es que el “cerco diplomático” que teatralmente demanda el colombiano Duque está en marcha desde hace meses; como si no bastase la cómplice sumisión de la OEA (primero con el chileno José Miguel Insulza Salinas y ahora con el uruguayo Luis Leonardo Almagro Lemes). Es posible que los finos cortes de carne ingeridos durante su visita de estado a Turquía pueden haber sido maldigeridos por el metabolismo de Nicolás Maduro ya que malquistan, aún más, al sucesor de Hugo Chávez Frías en la presidencia venezolana, pues hay, al parecer, causa por la precariedad de las condiciones imperantes en el mercado interno de alimentos de ese país suramericano. No obstante es groseramente evidente que el hecho fue mediáticamente magnificado con perversa intencionalidad.
Se trata de distraer de dos noticias que acapararon la atención del continente americano previamente. Una, las destempladas declaraciones de Almagro, secretario general de la OEA, abiertamente injerencistas e incompatibles por su parcialidad con alguien que debe poseer autoridad moral para cualquier arbitraje quien destempladamente se atrevió a pedir públicamente una intervención militar en Venezuela y aunque luego quiso matizar su exabrupto, ya no pudo reparar su imagen –hasta el llamado “Grupo de Lima”, excepto Colombia, tuvo a bien deslindarse de sus alcances.
La otra, una nueva revelación filtrada el 8 de septiembre puso en evidencia ante los medios el talante asesino de la administración Trump que supuestamente iba a limpiar el pantano de la praxis política de Washington, pero que no ha tenido empacho en conspirar para derribar al presidente legítimo de un país soberano, como Nicolás Maduro, con todo lo torpe que se le quiera reconocer.
Sucede que el rotativo norteamericano reveló conversaciones secretas realizadas por su gobierno con mílites venezolanos rebeldes para planear el derrocamiento del régimen de Maduro, citando declaraciones de 11 funcionarios y ex funcionarios estadounidenses y 1 ex comandante militar venezolano (incluido en la lista de funcionarios corruptos sancionados por el gobierno estadounidense) partícipes de esas reuniones desde 2017 en una capital europea y otros puntos del extranjero. Vía un comunicado la Casa Blanca justificó la necesidad de apoyar el “diálogo con todos los venezolanos que expresan el deseo de restablecer la democracia” para “aportar un cambio positivo a un país que ha sufrido mucho” bajo el régimen actual.
Aunque finalmente los estadounidenses resolvieron no apoyar la conjura y el plan del golpe de Estado se estancó, el reporte evidencia la verdadera diplomacia americana. Mari Carmen Aponte, quien fue la principal diplomática en asuntos de América Latina al final del gobierno de Barack Obama, consideró: “Esto caerá como una bomba” en la zona. El complot cobra vigencia en relación con la descarga de artillería desde un helicóptero hace 1 año contra Maduro y la explosión del dron durante su discurso este agosto. No obstante, pese a las sanciones económicas impuestas por Washington a la vicepresidenta Delcy Rodríguez, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, el titular de Defensa, Vladimir Padrino López, la líder chavista Diosdado Cabello y a Cilia Flores –esposa del presidente Maduro–, y al entusiasmo de Trump por el aventurerismo intervencionista expresado a Iván Duque, un inopinado repunte de los precios del petróleo podría dar pronto a la Venezuela del “Chavismo” un respiro y nuevo brío de eficacia a medidas económicas que recién emprendió (entrega al Banco Central de Venezuela de un “bloque completo de reservas petroleras certificadas” de 29 millones 298 mil barriles de crudo, situadas en la Faja Petrolífera del Orinoco para respaldo de la emisión de activo financiero y como parte de la reserva financiera del Banco e igualmente una reconversión monetaria con la cual sustituyó al “bolívar” por el “bolívar soberano”, en el que se eliminaron 5 ceros; y asimismo la exención de impuestos por 1 año a quienes “traigan bienes de capital, materias primas, maquinarias, insumos y agroinsumos”).