Cristóbal León Campos*
Un resultado muy claro tuvieron las políticas neoliberales en México: la agudización de la pobreza, llegando a los niveles extremos en que millones de seres humanos fueron condenados a la miseria y a la ausencia total de seguridad en sus vidas, siendo además, arrojados al olvido gubernamental y a la exclusión de las estadísticas reportadas (por los gobiernos anteriores) para maquillar la realidad y simular avances en un país que ha ido para atrás durante décadas, un país arrojado al barranco sin paracaídas. Los lamentables hechos ocurridos en Tlahuelilpan, Hidalgo, deben ser un llamado serio y urgente para discutir y replantearnos la realidad en que viven millones de seres humanos en México.
La corrupción en México es una expresión violenta de las formas políticas sistémicas, es decir, la corrupción tuvo origen en las cúpulas del poder, en las instituciones dirigidas por gente sin escrúpulos sociales, la corrupción es practicada por muchos políticos con fraudes y desvíos millonarios, con robos como el que se efectuaba en PEMEX durante décadas, la corrupción es el común de las acciones de muchos funcionarios que se han servido de los recursos de la nación para beneficio propio o de sus amigos y cómplices, la corrupción está instituida en las formas de representación y las maneras en que se efectúan cientos de acciones en el marco del gobierno. El viejo régimen carente de toda moral, dejó una enorme llaga que urge sanar con la reconstitución de la sociedad y su bienestar. No olvidemos que la corrupción realizada por los políticos y empresarios ha contado desde siempre con el silencio conveniente de medios de comunicación y de sus pares institucionales.
Es real que la necesidad de comer, sí, así literalmente dicho: la necesidad de comer, ha conducido a miles de personas a caer en actos ilícitos, a practicar por fuera de las normas morales y legales del sistema actos que le proporcionen dinero o recursos materiales para satisfacer sus necesidades básicas, así se refleja en la historia humana, no es una práctica exclusiva de nuestro país, es un hecho registrado en todas las naciones del orbe, pero en México ha alcanzado manifestaciones específicas que lo distinguen, llegando a encabezar las listas de los países más corruptos del mundo. Reconocer estos hechos es poner en movimiento el inicio de la búsqueda de soluciones. La realidad es clara: el incremento de la corrupción en México es reflejo directo del incremento de la pobreza y miseria padecida por millones de seres humanos. El incremento de la pobreza es resultado de la deshumanización del sistema que ha procurado la acumulación de la riqueza nacional en pocas y muy corruptas manos.
No se piense que la corrupción es culpa o resultado natural de la pobreza, la corrupción es sistémica en México, fue instituida por los diferentes gobiernos, fomentando de diversas maneras las prácticas ilegales como válvulas de escape, los gobiernos y empresarios fomentaron la corrupción para evitar respetar las leyes laborales y cumplirlas, así evitan pagar salarios justos y procurar las condiciones idóneas en los centros o lugares de labor. La corrupción está tan interiorizada como la violencia de género o el racismo, es una forma de violencia institucional, gubernamental y de Estado.
La pobreza no es culpa de los pobres ni tampoco culpable de la corrupción, es cierto que su existencia hace proclive su práctica, pues el hambre y la desesperación desmoralizan a muchos seres humanos conduciéndolos a la búsqueda de salidas alternas para sus condiciones de vida, la corrupción es una forma de violencia que se ha impuesto a la sociedad, es un agente divisorio, es un hecho tan recurrido que ha perdido su dimensión real, no únicamente en términos de cantidad o frecuencia, sino en términos de su sentido ético y moral. Pero si bien es verdad que un sector de la población ha llegado a ser corrompido, la gran mayoría de los millones de mexicanos son honestos, buenos y dedicados en su lucha diaria por sobrevivir, resisten la imposición de prácticas sistémicas que pretenden deshumanizarlos y fragmentarlos de su propia condición humana, la corrupción al ser efectuada niega al ser humano, es un acontecer contradictorio y reflejo sistémico de la realidad. La restauración moral de la sociedad, la transformación moral de los seres humanos, necesita indispensablemente la revolución en las condiciones de vida: la erradicación de la pobreza y la explotación.
* Integrante del Colectivo Disyuntivas