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Víctor Flores Olea

Setenta intelectuales de reconocido prestigio, en su mayoría estadounidenses, profesores e investigadores de universidades de gran calidad, publicaron el día de ayer 25 de agosto un texto altamente reflexivo y contundente, denunciando el golpe de Estado en Venezuela auspiciado por el Presidente Donald Trump, al cual se sumaron ya varios países latinoamericanos y, por supuesto, la OEA, que hoy no es más que una caja de resonancia de la Casa Blanca o del Pentágono, según convenga. Culmina así la primera etapa del golpe de Estado contra el Presidente Maduro, y hay que decir que en más de un sentido resultó un rotundo fracaso.

La autoproclamación como presidente del jefe del Parlamento Juan Guaidó, en las calles de Caracas, ha sido motivo no solamente de que se exprese la ironía más cruel de diversos periódicos venezolanos sino que ha puesto en tela de juicio su calidad de Presidente legítimo de Venezuela, como se ostenta. Los firmantes del texto mencionado añaden: “Bajo la Administración de Trump, la retórica agresiva contra el Gobierno venezolano se ha disparado a un nivel más extremo y amenazador, con funcionarios hablando de ‘acción militar’ y condenando a Venezuela, junto con Cuba y Nicaragua, como parte de una ‘troika de tiranía”.Esta última frase es en referencia a una semejante que expresó recientemente al asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton.

En opinión de los setenta intelectuales firmantes, la acción de Trump apoyando a Guaidó sólo ha tenido el efecto de confundir más respecto al de por sí complicado problema político en Venezuela, polarizando a las partes y extremando las posiciones, lo cual aleja, en príncipio, la posibilidad de un arreglo negociado y pacífico. México, atendiendo a una larga tradición, ha preferido proponer precisamente un arreglo político y por vía de la negociación que emprender el camino de las acusaciones, que conducen fatalmente a los enfrentamientos y a una violencia de muy difícil salida. Esta posición, en la que es secundado nuevamente por Uruguay, es la que pudiera abrir paso a un arreglo sin violencia, en el fondo deseado por la mayoría de países latinoamericanos, seguramente salvo algunos importantes como Brasil, Argentina o Chile.

Es importante no olvidar que la posición de México ha sido también secundada por varios países europeos, como España y Portugal, en espera de que también lo hagan la mayoría de países de la Unión Europea, o un buen número de ellos. La posición es sin duda sólida, sobre todo por su carácter a la larga constructivo. Nuevamente se topa Trump con un asunto en el que corre el peligro de quedar en minoría, justamente por el carácter “rijoso” que contiene su posición, a la que no se le ve demasiado futuro, sin importar el carácter de gran potencia que su país sigue teniendo al nivel global y regional. Por lo que parece, muchos países en el mundo están ya cansados de los enfrentamientos múltiples que hoy se viven en casi todas las regiones.

Por lo demás, los intelectuales firmantes sostienen que “Estados Unidos debería haber aprendido algo de sus empresas de cambio de régimen en Irak, Siria, Libia o de su patrocinio histórico de cambio de regímenes en América Latina”. La suma de los desastres en estas aventuras seguramente es mayor que la de sus éxitos. Por lo demás, recordaron que en esta empresa Estados Unidos está acompañada por lo menos recomendable o lo más desprestigiado de los regímenes actuales en América Latina, por ejemplo el de Bolsonaro en Brasil, el de Macri en Argentina o el de…, en Chile. Y, naturalmente, por la OEA en manos de Luis Almagro, uno de los secretarios más reaccionarios en las historia de la organización y lo mismo seguramente, hoy en día, en relación con cualquiera otra de las organizaciones internacionales.

Pienso que el camino elegido por el gobierno mexicano es el más viable para el conjunto continental, y desde luego en esta etapa, el más aconsejable, siempre que no se olviden las negociaciones y gestiones necesarias para hacer posible, ojalá que en un día no demasiado lejano, que las partes estén en condiciones de reunirse y hablar, lo cual parece remoto en la actualidad. Pero ahí precisamente residen las virtudes de la diplomacia: llevar a cabo en la práctica lo que en un momento parece extraordinariamente difícil. Lo cual significa, ni más ni menos, que negociar previamente entre las partes opuestas la posibilidad de reunirse (con los mismos Maduro y Trump). Por lo demás, en efecto, el camino elegido parece, en una situación tan complicada como ésta, el camino más acorde con nuestra tradición en materia de politica exterior y con las disposiciones al efecto de la Constitución General de la República.

Es un momento en que Andrés Manuel López Obrador debiera sentir la presencia de apoyo del pueblo mexicano, equivalente a los 30 millones de votos que recibió el primero de julio pasado. Por supuesto, son fundamentales los urgentísimos asuntos internos, pero también México vive en un entorno internacional complicado y polarizado, y resolverlo bien resulta primordial para el futuro del país.

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