Opinión

Por Hugo Carbajal Aguilar

Porque si este gobierno se constituye como un nuevo régimen la exigencia es mayor. Elaborar una Agenda de Trabajo sería muy conveniente y prudente en tanto que no se puede dar margen –ni tantito así– a la oposición mercantil de los que han sido desplazados por el voto popular. Están furiosos. Hay que analizar el trabajo que debe realizarse con los pueblos originarios, sentarse a conversar con el EZLN, tomar acuerdos respetando sus propuestas que no carecen de argumentación. No se pueden proponer proyectos que afecten ni sus formas de vida, ni sus territorios, ni –mucho menos– su organización.

Recordemos a John Womack y su texto doctoral sobre Zapata: “Esta es la historia de unos campesinos que no querían cambiar y que por eso hicieron una revolución”. Y no confundir los conceptos: Atraso, dependencia, subdesarrollo, progreso, crecimiento, civilización, desarrollo… Recordemos también a Miguel Angel Asturias quien en “Hombres de maíz” define la civilización en boca de los propios indígenas: “La civilización es un hacinamiento de cosas inútiles”.

Hay que revisar también los crímenes que se cometieron contra el pueblo. Las desapariciones, las mal llamadas ejecuciones, los presos políticos que ya están siendo liberados. Tlatlaya por supuesto, Ayotzinapa y no olvidar Acteal, cuyos asesinos quedaron libres e impunes (gracias a los mal pagados ministros de la Suprema Corte) y el principal culpable –Ernesto Zedillo– que sigue contento trabajando como gato de angora de empresas yanquis.

Se trata, pues, de lucha, de resistencia y creatividad, de comunidades, colectivos y organizaciones que construyen formas diversas de enfrentamiento al poder del capital y de alternativas solidarias desde y para los pueblos. Se trata de ratificar una apuesta a la Jornada Continental por la Democracia y Contra el Neoliberalismo, como proceso amplio, diverso, plural y unitario, y espacio de articulación de las resistencias y alternativas de nuestros pueblos.

Hay que reforzar la acción política de movilización, organización y lucha desde las fuerzas populares para construir las democracias verdaderas e impulsar un proyecto político de unidad de transformación de carácter popular en América Latina y el Caribe. No puede haber democracia sin participación, sin distribución de la riqueza, sin acceso a la información y la justicia.

Luchar por la integración de nuestros pueblos y naciones reivindicando nuestra diversidad cultural, social, política y económica, colocando en el centro los derechos de los pueblos.

Asumir la defensa innegociable de la autonomía y libertad de las mujeres, poner fin al feminicidio y a todas las violencias machistas, afirmar el derecho al aborto legal, público y seguro.

Impedir que los derechos de las empresas tengan primacía sobre los derechos humanos y de los pueblos, participando del proceso para la adopción de un Tratado Internacionalmente Vinculante sobre Empresas Trasnacionales y DDHH.

Impulsar una integración popular que respete la diversidad de nuestras culturas. Que se construya desde la participación protagónica de nuestros pueblos. Que defienda la paz y la autodeterminación en nuestros territorios, libre de bases militares e intervencionismos, con complementariedad de las economías y relaciones de solidaridad y cooperación.

Reivindicar la Reforma Agraria Integral y Popular como proceso que garantice a los y las campesinas el acceso a la tierra, el agua y el territorio, así como la protección de la semilla criolla y de los saberes ancestrales fomentando de esta manera el desarrollo de la soberanía alimentaria y la agroecología para alimentar a nuestros pueblos.

Impulsar la articulación de nuestros medios alternativos y populares bajo una estrategia de comunicación coordinada y también sostener la lucha por la democratización de la comunicación en cada uno de nuestros países como una forma de limitar el poder mediático en la región. Enfrentar el poder de las transnacionales defendiendo la internet libre y las tecnologías libres.

Se trata, en fin, de construir una estrategia que nos permita fortalecer la movilización popular y las luchas en la región.

Ese camino de unidad es condición para trascender los marcos de la economía dominante y plantear otras formas de organizar las relaciones sociales, productivas y reproductivas que, asentadas en la igualdad, la solidaridad y la justicia social y ambiental, construyan la soberanía alimentaria y energética de nuestros pueblos y la vida digna en nuestros territorios.

Ya hay experiencias acumuladas nacionales y continentales. Aquí tenemos el mal ejemplo del PRD que, de haberse constituido como un partido de izquierda, socialista incluso (dicho esto en boca de Muñoz Ledo durante un Congreso en Oaxtepec), fue vencido por el canto de las sirenas del poder y se entregó de lleno a esa tentación. A nivel continental, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en El Salvador, el Ejército Guerrillero de los Pobres en Guatemala, los Tupamaros en Uruguay. El pésimo ejemplo del Frente Sandinista de Nicaragua que traiciona ahora su propia historia y el ejemplo de la Unidad Popular Chilena que llevó al poder a Salvador Allende acabando en tragedia para el pueblo gracias al imperio yanqui con su asesino a sueldo, Henry Kissinger que organizó a los regímenes militares de todo el Cono Sur.

Y los últimos desastres políticos propiciados y preparados con suficiente malicia por la oligarquía continental: la destitución de los presidentes de Honduras (Manuel Zelaya), Paraguay (Fernando Lugo) y Brasil (Dilma Roussef) acompañado esto del encarcelamiento de Lula para impedirle ser nuevamente presidente. Ninguno de estos presidentes pretendía instalar un régimen socialista, mucho menos comunista, como ha declarado Bolsonaro, viva y actual imagen de la estupidez hecha gobierno.

¡Aguas! Las lecciones tienen que ser aprendidas.

Los momentos de redención son el criterio de interpretación auténtica de la historia humana afirma el Dr. Dussel, historia que vale la pena de ser narrada, no la de los vencedores sino la de las víctimas. El criterio no lo constituye la ley –menos la ley del mercado que acrecienta el capital y que asesina por hambre a millones de seres humanos– no es el orden, el sistema vigente sino el consenso crítico de los oprimidos. Al tomar conciencia crítica de su situación hace nacer al actor colectivo responsable de la transformación histórica. Es el pueblo como bloque histórico que irrumpe para cambiar este estado de cosas e innovar las estructuras. Es un bloque social empobrecido lleno de juventud e indignación que desea comprometerse para transformarse.