Opinión

Horas graves para Nuestra América

Jorge Canto Alcocer

Un Trump orgulloso y triunfalista señala con índice de fuego y advierte: “siguen Nicaragua y Venezuela”; pero, en cambio, un AMLO digno y solidario ha puesto a nuestro país en la senda diplomática de la autonomía soberana al prácticamente rescatar a Evo de un asesinato casi seguro; un lacayuno Luis Almagro y una OEA enana y títere jugaron el papel de Quinta Columna en Bolivia; pero, en cambio, un enérgico y entregado Alberto Fernández, presidente electo de Argentina, ha actuado con pleno sentido latinoamericano y ha saltado, sin temor, al escenario de la retórica combativa frente al Imperio.

Son horas graves para Nuestra América. Evo ha salvado la vida, pero cientos de miles de ciudadanos están ahora mismo en las calles luchando contra los poderes represivos que han dado el Golpe de Estado en Bolivia y que permanecen tercamente aferrados al neoliberalismo en Chile. Porque mientras la mayoría de las miradas se concentran en los terribles acontecimientos de La Paz y otras ciudades bolivianas, donde el pueblo está enfrentando al Ejército y la Policía; en Santiago y otras ciudades chilenas ocurre lo mismo, con la única diferencia de que Piñera llegó al poder por la vía de las elecciones, en tanto que la derecha boliviana arrebató el poder al pueblo por la vía de las armas, coaccionando a Evo con la amenaza de su propia vida, la de sus más cercanos colaboradores y la de todos los bolivianos.

La nuestra, como otras voces, ya lo habíamos advertido: Trump había cosechado fracaso tras fracaso, pero ello no le hizo variar su política ni un milímetro. Sintiéndose heredero de Monroe, Polk, Theodore Roosevelt, Nixon, Reagan y los Busch –mayores intervencionistas en la historia imperial–, Trump no cejó en su empeño hasta lograr su primer éxito en su tercer año en el cargo. Despreciado en su propio país –al asistir en Washington a un juego de la Serie Mundial fue recibido con terribles abucheos y el grito de ¡enciérrenlo! en alusión al juicio político que se le sigue en el Senado norteamericano–, enfrentando en México a un gobierno inusualmente independiente y que ha logrado bloquear hasta ahora sus intentos injerencistas, sin mayores avances en el caso de Cuba y escandalosos fracasos en el caso Venezuela, todo parece indicar que Trump dio varios pasos hacia adelante al autorizar en Bolivia una operación golpista dirigida por la CIA, con la marca de la casa del millonario soborno a las cabezas militares. El asunto no le salió del todo bien, pues un Evo vivo y políticamente activo dificulta enormemente la plena consumación del Golpe. Ahora mismo, de acuerdo con la información con que se cuenta –y que fluye a cada momento–, el pueblo en resistencia mantiene el control de buena parte de la ciudad de La Paz y de las regiones predominantemente indígenas, sin que, hasta el momento, el Ejército haya desatado una represión masiva.

Los días por venir son, pues, de definiciones contundentes. En este sentido, la postura de AMLO es la de asumir un claro liderazgo en el enfrentamiento al Imperio, así Ebrard y demás diplomáticos tengan que manejar un discurso matizado. La decisión de nuestro presidente de ofrecer asilo y, aún más, de rescatar a Evo en una situación de gravísimo compromiso, ha pasado ya a la historia como uno de los grandes momentos de Nuestra América. También en la OEA la clara voz de México está dominando vigorosamente el debate, en el que se enfrenta al entreguista Almagro y a unos pocos gobiernos abyectos.

También es hora de una reflexión profunda y sin miramientos. Evo, el presidente más popular y exitoso de Sudamérica, de algún modo ofreció un flanco débil, que permitió la penetración del enemigo. También hubo ingenuidades frente a una OEA que se ha convertido en una simple oficina de negocios de Washington. Las amenazas de los derechistas mexicanos, que rápidamente salieron a defender el Golpe, condenar el asilo a Evo y advertir de que lo mismo nos puede pasar, no hay que echarlas en saco roto. La derecha antidemocrática, golpista y criminal, siempre está al acecho.