Guillermo Fabela QuiñonesApuntes
Las provocaciones de las últimas semanas permiten ver que la mano que mece la cuna está decidida a no permitir que avance la Cuarta Transformación. La pregunta que surge es si el gobierno que intenta cambiar las reglas que llevaron al país a una crisis generalizada, está dispuesto a parar con la fuerza legítima del Estado las acciones encaminadas a frenar el proyecto de nación del presidente López Obrador. Porque no actuar con la firmeza que reclaman las circunstancias, agravará una realidad que desembocaría en una violencia mayor.
Es muy clara la estrategia de la extrema derecha de hacer fracasar el cambio estructural que puso en marcha el mandatario desde su primer día al frente del Ejecutivo federal. Aun cuando parezcan acciones aisladas, todas obedecen a un plan desestabilizador bien orquestado por expertos con sobra de recursos. No están descuidando ningún frente, como es fácil advertirlo, al contar con información suficiente para actuar en lugares precisos del modo más impactante posible en los medios.
Sin embargo, en contrapartida el régimen no parece estar haciendo nada efectivo a fin de neutralizar la fuerza de la cúpula neofascista para hacer caer al mandatario, si no de la silla presidencial en este momento, sí en contradicciones que provoquen problemas internos en su administración. El riesgo que se corre es que pase el tiempo y después haya necesidad de pasar a la defensiva, cuando en este momento es todavía oportuno desplegar tácticas que permitan mantener una ofensiva estratégica que evite se produzcan desgastes irreparables.
Puede afirmarse que todas las provocaciones de las huestes al servicio de la elite ultra conservadora salen de las mismas mentes diabólicas, aunque parezcan hechos aislados. No es así, lo deben saber de cierto en las instancias del gobierno federal responsables de la seguridad del Estado. Claros ejemplos, los homicidios impactantes en diversas partes del país; el violento plantón en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México por ex policías federales que rechazaron pertenecer a la Guardia Nacional, el día que arribó a nuestro país Evo Morales; la presencia de vándalos enmascarados que se presentaron en la Rectoría de la UNAM a protestar contra la reelección del rector.
Los legisladores del PAN en ambas cámaras son, en su mayoría, miembros de grupos neofascistas cuyo único propósito es hacer fracasar el proyecto del presidente López Obrador. Su protesta contra la designación de Rosario Piedra Ibarra, prototipo idóneo de personaje para encabezar la CNDH, es también parte de la embestida contra el régimen del cambio. Como éste va en serio temen perder privilegios y su nivel de vida propio de señores feudales. No aceptan que eso llegara a suceder y están dispuestos a usar su fuero en la defensa de sus intereses particulares.
De igual modo, los plantones de campesinos en protesta por la falta de recursos presupuestales al campo, situación que esperaban sea corregida en este sexenio, son aprovechados por provocadores que se infiltran en sus filas, al grado de que se pierde el sentido de sus justas demandas. Organizaciones neofascistas como Antorcha Campesina se aprovechan de la situación para presionar en favor de su codicia y mezquindad.
Estos grupos facciosos encuentran campo fértil por la inacción del gobierno federal; absurdamente, su mayoría en el Congreso, en vez de afianzar su fuerza partidista, la está desperdiciando en sus luchas internas por un poder que habrán de perder sin antes haberlo usado.
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