Guillermo Fabela Quiñones
La estrategia que da sentido a la Cuarta Transformación es la construcción de un Estado de derecho consolidado, ajeno a los vaivenes de la política coyuntural, de ahí que en la medida que se avanza en esa ruta, como se está viendo en apenas once meses del nuevo régimen, los conservadores muestren su desesperación, rabia e impotencia, ante la imposibilidad de que sus provocaciones surtan efecto.
La prueba más concreta de esta situación la dio el mensajero que enviaron a provocar un ambiente de zozobra entre la ciudadanía y mostrar la decisión que tiene la oligarquía neoporfirista, de que el cambio que propugna el nuevo régimen se tope con la actitud reaccionaria que demostró el general a su servicio, ex colaborador cercano de Felipe Calderón, de llegar a las últimas consecuencias si el jefe del Ejecutivo federal no cede a sus presiones.
Los conservadores, que más añoran sus privilegios de señores feudales, en sus conjuras deben argumentar que las tres transformaciones históricas que tuvo el país se lograron por la vía armada. Por eso están decididos a que la que ahora encabeza el primer mandatario legítimo en la historia contemporánea de México, no pueda consumarse sin violencia. Para que no quede duda de ello, echaron mano de un miembro de las Fuerzas Armadas, quien con su discurso de sello golpista quiso demostrar que su Comandante Supremo no cuenta con el consenso de los militares.
No es así, pues las Fuerzas Armadas se verían afectadas, no sólo por las pérdidas humanas y la gravísima crisis social y económica resultado de la violencia, sino por el desprestigio histórico que sufrirían por dar un paso ajeno a su larga trayectoria como Ejército surgido del pueblo. No se trata de una fracción de la oligarquía fascista, como sucede en los ejércitos de Argentina y Brasil, provenientes de sectores privilegiados y fortalecidos por el nazismo que echó raíces en ambos países después de la Segunda Guerra Mundial.
El peligro real para la Cuarta Transformación no es un golpe militar para desestabilizar a un gobierno democrático, sino el manejo perverso de las finanzas públicas y de las presiones de los organismos financieros internacionales, como lo estamos viendo en Chile y en Ecuador. Lo que inició la desestabilización en ambos países fueron las instrucciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) de provocar el enojo de la población con el aumento de tarifas en el transporte, en los combustibles, los despidos masivos de trabajadores y la profundización del neoliberalismo.
No hay duda de que los neonazis se quieren aprovechar de esta dramática realidad para promover un ambiente de crisis en México, a fin de que los esfuerzos del presidente López Obrador por hacer avanzar la Cuarta Transformación sin violencia, sean infructuosos. Entonces, se crearían las condiciones objetivas para obligarlo a reprimir al pueblo, lo cual desean que se logre sin tardanza, para que la correlación de fuerzas al interior de las Fuerzas Armadas cambie en favor de los pocos altos mandos que se beneficiaron con la corrupción de la tecnocracia neoliberal.
Es válido señalar que no les será fácil lograr su perverso objetivo, no sólo por ser mayoritario el número de militares comprometidos con los valores inculcados por su Alma Mater, el Colegio Militar, sino porque tienen convicciones nacionalistas firmes y patrióticas, y saben por experiencia que la violencia sólo conduce a un túnel negro sin salida.
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