Opinión

Jorge Canto Alcocer

La reciente declaración del diputado federal Porfirio Muñoz Ledo sobre la posible detención de Felipe Calderón no es para nada descabellada. No hay duda de que el espurio tiene responsabilidades penales en el caso de Genaro García Luna, además de un kilométrico expediente por corrupción personal, de miembros prominentes de su familia política, así como tráfico de influencias desde los tiempos cuando se desempeñó como secretario de Energía en el gabinete de Vicente Fox. Sin embargo, muy difícilmente sea alcanzado por la justicia mexicana, protegido por un pacto de impunidad con Enrique Peña Nieto; en tanto que la posibilidad de que lo reclamen cortes norteamericanas es lejana. No olvidemos que tanto la “guerra estúpida” como el tráfico de drogas, en realidad, son coartadas de la política imperial de los Estados Unidos, y la fidelidad y entreguismo con los que se movió Calderón durante su ilegítimo gobierno podrían tenderle un manto de protección, así como ocurrió con el colombiano Álvaro Uribe, quien estaba hasta las manitas metido en los negocios de la droga, pero al que los halcones de Washington hasta condecoraciones le concedieron, sin que procedieran ninguna de las múltiples y bien documentadas denuncias en su contra.

Pero Calderón ya compareció ante el tribunal de la historia, y ahí ha sido condenado al basurero, “distinguiéndose” como el peor presidente de todo el período neoliberal, y uno de los peores mandatarios de toda la historia mexicana, lugar que ocupa con traidores, dictadores y genocidas, como el auto-designado emperador Agustín de Iturbide, el once veces presidente Antonio López de Santa Anna, Victoriano Huerta, asesino del presidente Madero y de cientos de miles de compatriotas, y Gustavo Díaz Ordaz, responsable de la masacre de Tlatelolco.

Calderón llegó marcado al poder por su pésimo y corrupto ejercicio como secretario de Energía, sobre todo por el terrible fraude electoral, que lo entronizó contra la voluntad de la mayoría del pueblo mexicano, que votó masivamente por Andrés Manuel López Obrador, el actual presidente. Recordemos, en justicia, que el fraude fue impulsado desde el gobierno por Vicente Fox, y tuvo como aliados fundamentales a los gobernadores del PRI, por lo que de ese oscuro acto brotó el llamado PRIAN, el arreglo bajo el agua entre los dos partidos de la derecha, para arrinconar electoralmente a la izquierda, destruir a AMLO y mantener el perverso sistema neoliberal.

En un fallido intento por legitimarse, Calderón impulsó la “guerra estúpida”, que, ahora sabemos, estuvo plenamente “cargada” a favor del “Chapo” Guzmán y el Cártel de Sinaloa. Como consecuencia de esa traidora y nefasta estrategia, murieron decenas de miles de mexicanos, cientos de militares y policías entre ellos, desaparecieron otros tantos –de los que en su mayoría aún se ignora su paradero– y tuvieron que huir de sus hogares e incluso del país muchísimos más. Durante los seis años en los que propagó la “guerra estúpida”, Felipillo tuvo como brazo derecho precisamente a Genaro García Luna, quien hoy está enfrentando un proceso por tráfico de drogas en un tribunal federal en Nueva York.

Pero el proceso contra García Luna es sólo la punta del iceberg de la corrupción de su gobierno. Calderón es también culpable de haber protegido una larguísima serie de desmanes, abusos, desfalcos y hasta asesinatos en los que está involucrado el clan de los Zavala Gómez del Campo, un poderoso grupo conservador que, prácticamente, secuestró al PAN durante el sexenio del espurio, y que detentó cargos en los tres poderes, así como todo tipo de canonjías en sus empresas privadas, que fueron líderes, sobre todo, en los campos de la información, la energía y la seguridad (los más redituables de estos tiempos), tanto de manera plenamente particular como en su papel de proveedores del gobierno. Preciso es decir que la corrupción de este grupo hace parecer como aprendices a los Bribiesca Sahagún, capos mayores del sexenio foxista.

La corrupción en el sexenio calderonista fue un secreto a voces, protegido precisamente con la entrega del poder en manos de Enrique Peña Nieto, el candidato fabricado por TELEVISA para presentarlo como “opositor” al PAN, pero que en realidad sólo llegó para continuar manteniendo el mismo esquema político-económico, quedando las acciones corruptas perfectamente maquilladas detrás de toneladas de papel, auditorias simuladas y aprobaciones mafiosas de las cuentas públicas.

Afortunadamente para el PAN, tanto Felipillo como su esposa, la indiscutible líder del siniestro clan de los Zavala Gómez del Campo, ya no están más en el partido emblemático de la derecha. De hecho, ambos personajes están cerca de cristalizar su sueño de fundar un nuevo partido. Pero el daño provocado lo seguimos pagando todos los mexicanos. Lo rescatable de todo esto es el efecto bumerán: Calderón aún está impune, pero con su desprestigio, la derecha está cada vez más lejos del poder.