Opinión

Prensa y poder, papeles distintos

Humberto Musacchio

El pasado viernes, el Servicio de Administración Tributaria citó con carácter “urgente” a Alejandro Junco de la Vega, director fundador y ahora presidente del consejo del diario Reforma, y a su esposa, la señora Rosa Laura Elizondo, por una supuesta diferencia de 12 mil pesos en el ejercicio fiscal de hace cuatro años.

El actual Presidente de la República ha situado a Reforma dentro de la “prensa fifí”, conservadora o neoliberal, lo que permite suponer que ese cotidiano no es bien visto en el círculo gobernante. Por eso mismo, el citado rotativo considera que la obligada comparecencia puede interpretarse como un acto intimidatorio y una presión a la casa editora, pues la cantidad reclamada, 12 mil pesos, es completamente ridícula considerando el nivel de ingresos del matrimonio Junco de la Vega-Elizondo.

Reforma dijo en su edición del 8 de marzo que “la diferencia se dio por el desfase entre un finiquito laboral y el timbrado del comprobante fiscal digital que abarcan meses diferentes. Esto resulta con un saldo a favor en un mes y a cargo en el otro, siendo el saldo neto igual a cero”.

Como lo sabe cualquier contribuyente, este tipo de aclaraciones merecen apenas un aviso del SAT y basta con que el contador respectivo haga la aclaración pertinente para que el asunto se archive. Sin embargo, en este caso la Auditoría Fiscal Federal de Nuevo León mostró un celo extraordinario y obligó a comparecer al referido matrimonio, algo que se antoja necesario solamente en caso de un fraude evidente, no de una mera diferencia contable que por lo demás fue cubierta hace años.

El asunto se hubiera finiquitado sin mayor problema atribuyendo el citatorio a un error o a un exceso de iniciativa de algún funcionario menor, cuando no a lambisconería burocrática. Por desgracia para la convivencia y la libertad de expresión, el presidente López Obrador al día siguiente se refirió al tema diciendo: “Nosotros no perseguimos a nadie, no somos como los gobiernos protegidos por Reforma”.

AMLO abundó en sus descalificaciones, pues agregó que Reforma “es un periódico que surge en el gobierno de Salinas, que ha procurado no tocar a Salinas, que no cuestionó el saqueo del período neoliberal, que simuló que combatía la corrupción, señalando, acusando a funcionarios menores, a chivos expiatorios, que ayudó en el fraude electoral… ¿Qué, no se puede tocar al intocable?”

Si no hubiera tanto en juego, bastaría con una respuesta de Reforma. Pero el caso nos atañe a todos, en tanto que legitima un acto intimidatorio que daña la libertad de expresión. Que el periódico haya sido fundado en el sexenio de Salinas no prueba complicidad alguna. Por otra parte, en 1995 Reforma hizo la mejor cobertura de la huelga de hambre de ese ex presidente y una y otra vez ha publicado notas informativas y artículos adversos al personaje.

En lo que se refiere a la corrupción, Reforma no ha faltado a la obligación que tenemos de denunciarla, y es insostenible que sólo haya señalado a funcionarios menores. El mejor ejemplo es el seguimiento informativo que hizo del caso de Raúl Salinas, su retorcido proceso y la exhibición de su fortuna personal, que no hubiera podido reunir en varios siglos de trabajo sin influencias.

Si Reforma y varios de sus colaboradores coinciden y han coincidido con las políticas neoliberales o si apoyados en cifras oficiales dieron al PAN como ganador en la elección de 2006, están muy en su derecho, aunque vale decir que varios articulistas mostraron el desaseo de aquel proceso.

En las páginas de ese diario se ha expresado con fuerza ejemplar la crítica del poder, el de antes y el de ahora, como lo prueba la trayectoria del inolvidable Miguel Angel Granados Chapa o el trabajo de Sergio Aguayo, Eduardo Huchim, René Delgado o Roberto Zamarripa, quienes muy lejos están de cualquier cosa que huela a neoliberalismo. Por supuesto, en ese paquete hay que incluir la salida de Lorenzo Meyer de las páginas editoriales, lo que toca aclarar al brillante politólogo y al propio diario.

Por último, vale citar aquí lo publicado por el colega Miguel Badillo en la revista Contralínea.com respecto a las sumas recibidas por concepto de publicidad gubernamental en el sexenio neoliberal de Enrique Peña Nieto: La Jornada, periódico calificado como de izquierda, recibió 529 millones 102 mil pesos, en tanto que Reforma, al que se señala como neoliberal, sólo obtuvo 297 millones 311 mil pesos. Los números son contundentes.