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León García Soler

Ahí vienen los Aleluyos”! Voces amables de los pueblos, alejados tanto de Los Altos como del Bajío. Y a escuchar los rezos y los cantos durante largos días de ritos religiosos. Y a pesar de la multiplicación de los evangélicos no hubo en México carteles en cada puerta con el ominoso aviso de estar ante “un hogar cristiano”. Menos todavía campanas a rebato como en el pueblo de Canoa, donde el cura llamó al pueblo bueno a las armas porque habían llegado “los comunistas”. Y la Guerra Fría cobró víctimas de linchamientos sacramentales en vías a la masacre de Tlatelolco. Ahora no. Es la nueva era. Es la Cuarta Transformación. Y aumenta cada mañana la popularidad del hombre del sureste, quien cita a Juárez y de inmediato recuerda a los asistentes a los mítines cotidianos, que Don Benito era creyente, que el Benemérito era católico y que iba a misa. Y suben los indicadores de aceptación en todos los medios del instante binario. Mítines diarios y de inmediato al aeropuertom donde espera el avión de línea comercial que conducirá al infatigable predicador a uno más de los treinta y un estados de ésta, todavía, república federal, democrática y (silenciosamente) laica. Andrés Manuel López Obrador sigue en campaña. Todos los días hay manifestación, encuentro con el pueblo sabio, expresión y ejemplo de que se es Presidente de todos los mexicanos. De todos. Sea cual sea la religión que profesen o el sitio que ocupen en la pirámide de la Babel global, en cuyas alturas se concentra el capital y en cuya ancha base se multiplica la pobreza. “Primero los pobres; por el bien de todos”. Pero ya comprometido desde la campaña electoral: No habrá aumento de impuestos. Para nadie. Sean ricos o sean del pueblo noble que sobrevive en la pobreza, siempre extrema, siempre al borde de la hambruna. Para eso hay la entrega directa de ayuda del “Gobierno de México”. Nada de intermediarios. Ni los de la autoproclamada sociedad civil, ni los que fueran siervos de la mafia del poder. Ha de ser de la mano de quien fuera elegido por la mayoría más aplastante en las elecciones más democráticas de nuestra larga historia. Ni organizaciones campesinas, ni comunales, ni de jornaleros agrícolas o trabajadores sindicalizados. Así, con el arribo de la primavera florecieron las jacarandas y AMLO declaró el final, la disolución por decreto del neoliberalismo voraz que nos empobreció durante las tres últimas décadas del gobierno de fifís y tecnócratas al servicio de los dueños del gran capital y de la mafia del poder. Terca la realidad, llegó Jared Kushner a México de la mano del canciller Marcelo Ebrard. Y con el yerno de Donald Trump, hubo reunión en la casa de Bernardo Gómez, vice presidente y algo más del Grupo Televisa. Nada oculto, diría el presidente de México: ahí hubo avances con miras a la firma del Acuerdo para el Desarrollo; y para “reafirmar” la ratificación del T-Mec, el nuevo tratado de libre comercio de la América del Norte. Diez mil millones de dólares invertiría Trump. Una vez que resuelva el conflicto con el Congreso y el veto de la Casa Blanca que pretendía volver a paralizar el gobierno de la potencia imperial. Inversión de diez mil millones de dólares de los Estados Unidos de América, a propuesta de López Obrador, para que los mexicanos, los hondureños, guatemaltecos y salvadoreños no tengan que emigrar en busca del american dream. Aquí se quedarán, con empleos y prosperidad, gracias a la “cortina” que evitará se vayan a la tierra del suegro del funcionario bajo sospecha de conflicto de intereses. Del muro ni hablar. No está en la agenda de ambos países, dijo en la mañanera conferencia del día siguiente. Y ahí, la reafirmación de un hombre por encima de roda sospecha. El pueblo sabe quién soy; y nadie duda de mi honestidad. Ni hablar. Las encuestas señalan que sube y sube la aprobación del hombre de la 4T. Y él no atiende a las señales del Popocatépetl. Ni a los temblores al interior del movimiento de Morena y de los coordinadores de las bancadas ultra-mayoritarias en San Lázaro y el Senado de la milagrosa unanimidad en la aprobación de la Guardia Nacional-Guardia- Civil. Será porque se oyen los coros infatigables de los aleluyos, a pesar de que los del PES perdieron el registro de partido político. El que gobierna para todos anunció hace pocos días que posiblemente habría concesiones de televisión abierta para unas once iglesias evangélicas. Y en primera plana del diario El País la nota: “El Gobierno de López obrador mima a sus aliados evangélicos”. Y en interiores las declaraciones del pastor Arturo Farea, originario de Frontera, Coahuila, quien encabeza al grupo de veinte ministros de la Confederación Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas que han sido recibidos en Palacio Nacional por el Presidente López Obrador. “Dios nos ha abierto unas gigantescas puertas porque hemos sido invitados a colaborar con el Gobierno Federal en algunos programas sociales”. Y los maestros de la Coordinadora levantan el sitio de la Cámara de Diputados para que puedan los legisladores aprobar en sesión plenaria la reforma de la “mal llamada reforma educativa”. Y al “líder” Mario Delgado le volvió el alma al cuerpo. Mientras Dante Delgado abandonaba la reunión senatorial que presidía Ricardo Monreal: Abandonad toda esperanza... Si alguna vez hubo un debate en Bizancio, sería menos bizantino que el maliciosamente iniciado por Andrés Manuel López Obrador: La discusión sobre la revocación del mandato presidencial. El vencedor del 1º de julio se comprometió en campaña a reformar la norma constitucional para consultar directamente al pueblo si debería permanecer en el cargo hasta al fin del mandato, o renunciar para que se eligiera a otro. Hay revocación del mandato en otros países y desde luego en México lo hubo en algún Estado y después se reformó lo reformado. En todo caso, la consulta al pueblo sabio para que con un simple Si o No apruebe la permanencia o renuncia del jefe de gobierno y jefe de estado, es asunto de aparatosa democracia representativa. Pero no hay ley de efectos retroactivos y no hay en México sucesión directa en caso de falta absoluta del titular del Poder Ejecutivo. El referéndum, la consulta de revocación abriría la caja de Pandora en el sistema de la democracia frágil y partidos en disolución. Este es el mandato del que tan orgullosos están, justamente, los fieles de AMLO: el Art. 83 de la Constitución establece un período fijo: “...durará en el cargo seis años”. Y el Artículo Décimo Sexto Transitorio (del 2014), dispone una excepción para reducir el prolongado interregno: “el periodo presidencial comprendido entre los años 2018 y 2024 iniciará el 1º de diciembre de 2018 y concluirá el 30 de septiembre de 2024. De modo que el mandato de AMLO no puede alterarse, acortarse y mucho menos prolongarse. Los que sueñan con aumentar la enorme mayoría y los que piensan que hay ya una grieta en la cofradía del poder del dirigente del pueblo sabio, juegan a la gallina ciega. Si se aprueba la revocación del mandato, ésta tendría que aplicarse a quien fuera Presidente electo para el período 2024-2030. No será en el año fundacional de la Cuarta Transformación. Aunque hay ya opositores que apuestan a una caída en la popularidad de López Obrador y con ella a la posibilidad de que el voto de más del 50% fuera. ¡No! Ganas de perder el tiempo. No se puede concluir por decreto el neoliberalismo de la era trágica y la insostenible distancia entre los dueños del capital y el resto de los mortales. Ni siquiera los hábitos consolidados en los prolegómenos del priato tardío. Como el del informe rendido por el poder político a los señores de la banca privada. En su incansable peregrinar, el Presidente López Obrador llegó a Acapulco, donde una multitud de los de abajo lo recibió con gritos y reclamos por la cancelación del presupuesto destinado a las estancias infantiles. Y de ahí al lujoso hotel, a la clausura de la 82ª Convención Bancaria de México. Un gran abrazo a Luis Niño de Rivera y el compromiso de no promover de comisiones de los bancos. No habrá regulación alguna que afecte el cobro de comisiones. “Piso parejo para todos los bancos”. Y el afamado neoliberalismo goza de cabal salud.

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