Opinión

En vivo, la muerte

Signo de los tiempos en la era “global”, de manera inesperada Karla Patricia, veinteañera hija del primo Gabriel, sorprendió a todos dejando familia, casa y la estabilidad de un empleo bancario para partir en pos del horizonte a cumplir un sueño que la ha llevado a aposentarse en Nueva Zelanda desde hará cosa de un año. Gracias a la tecnología y la internet continuamente llegan imágenes, audios y videollamadas suyas desde allí.

Con todo, se entenderá el sobresalto causado por lo sangriento del doble atentado supremacista recién cometido por el australiano ultraderechista islamófobo Brenton Tarrant con apoyo de otros 3 individuos, el 17 del mes en curso en esa doble isla país de Oceanía contra transeúntes y fieles al interior de las mezquitas Al Noor y Linwood ubicadas en la ciudad de Christichurch, isla Sur, que costó la vida a 49 migrantes y refugiados y entre aquéllos a 3 oriundos de Bangladesh (antes de su independencia Paquistán Oriental, y aliado de la India) y dejó 48 heridos, de los cuales 20 están graves; mismo que fue transmitido en directo por Facebook vía una cámara que portaba el atacante, detenido ya, quien dijo haberse inspirado en otras masacres a lo largo del orbe, entre la cuales destaca la de la isla Utoya, en Oslo que en 2011 causó la muerte de 77 personas el cual fue llevado a la pantalla y actualmente se exhibe con ese nombre en cines de la capital yucateca.

Tan terrible acto, pese a los esfuerzos del gobierno neozelandés por superar la crisis sin conceder la notoriedad que los supremacistas ansían, logra en parte su objetivo al exacerbar rencores y recelos en el mundo. Turquía, cuyo gobierno islamita encabezado por Tayyip Receip Erdogan acusa el dolor por esa matanza contra correligionarios suyos, presiona, amaga y amenaza a Nueva Zelanda exigiendo el castigo capital (que en la propia Turquía está abolido aunque el presidente Erdogan califica eso como un “error”) contra los responsables y critica a Occidente por no dar la cobertura que él estima debida al horrendo acto, pero omite los igualmente horrendos atentados de extremistas mahometanos en Europa contra gente inocente. Justo allí, al día siguiente –lunes 18–, precisamente en Ultrecht, Holanda, antigua matriz nominal neozelandesa tuvo lugar un tiroteo al interior de un tranvía en la ‘Plaza 24 de Octubre’ saldó 3 muertos y 5 heridos, atribuibles a Gökman Tanis, curiosamente un turco de 37 años, debido a causas que pudieron ser de terrorismo o personales (se investiga aún) y que el régimen de Ankara no admite efecto colateral de sus exabruptos oficiales.

Erdogan se ciega al punto de alardear con la carnicería en Gallípoli, la famosa batalla de 1915 librada en el estrecho de los Dardanelos entre tropas británicas, francesas y australianas (hay una película protagonizada por el primer ‘Mad Max’, Mel Gibson) contra las imperiales del Gran Turco, (“regresarán a su país en ataúdes” ha dicho con respecto a los australianos islamófobos) olvidado de que la ‘Gran Guerra Europea’ (o Iª Guerra Mundial) la perdió el Imperio Turco al punto que quedó desmembrado.

Su desafiante ofrecimiento de aplicar la venganza –que no la ley, pues la derogación de la pena de muerte en la legislación turca fue el precio para ser admitido en la Unión Europea– extraterritorialmente, lo cual involucraría enviar agentes o un comando asesino, remite a los usos que condena en Arabia Saudita.

El gobierno de Australia que se contó en el bando de los triunfadores de la I Guerra Mundial sobre Turquía y se alió al de Washington para acosar al gobierno de Venezuela al cual, por su necesidad de oro, Turquía apoya, ha reaccionado contrariado por ese pronunciamiento provocador e inoportuno –visto lo ocurrido en Holanda– ante la tragedia neozelandesa y protestado ante el embajador de Ankara ante Canberra.

Pero esto, al parecer, sólo acaba de comenzar. El jueves 21, en Italia, un senegalés musulmán nacionalizado italiano, conductor de un autobús escolar, tomó como rehenes a sus pasajeros –algunos a los cuales ató con cables–, los despojó de sus celulares (1 de los estudiantes alcanzó a avisar a sus padres lo que pasaba) y armado con 2 contenedores de gasolina y 1 encendedor, amenazó con incendiar el camión y quemarlos en él, lo que intentó perseguido ya por la policía aunque, rompiendo las ventanas, lograron rescatar con vida a todos los chicos y detener al terrorista quien sufrió quemaduras en las manos. Su motivo: protestar por lo ocurrido en las mezquitas neozelandesas. ¿Qué opina de esto el presidente de Turquía?

Nueva Zelanda, un país altamente desarrollado de inmigrantes polinesios, europeos y asiáticos, con 3 idiomas oficiales, construido sobre el despojo europeo a sus nativos y la masacre de los maoríes, objeto de codicia primero para españoles, luego holandeses y ventajosamente caro para ingleses, pero también a Francia, y cuyos múltiples climas y paisajes admirables (como mostró la cinta ‘El señor de los anillos’), altísimos estándares de calidad de vida, democracia y casi sin corrupción, vive estos días de su despertar al horror; la dura realidad que le lleva, tras debatir álgidamente sobre el derecho a portar armas, van a limitar su compra a partir de abril, tras descubrir bajo sus capas civilizadas el embate de odios soterrados producto del racismo, el supremacismo, la intolerancia religiosa y prejuicios de gente que rechaza la presencia de inmigrantes cuando ellos mismos lo son o descienden de aventureros quienes lo fueron en esa “tierra de la gran nube blanca” o ‘Aotearoa’, tal en el maorí moderno se nombra al conjunto de las dos grandes islas y los archipiélagos aledaños que conforman ese país.