Opinión

Reconocer lo imperfecto

Cristóbal León Campos

Lo material se antepone a todo sentimiento, medimos la felicidad por cuanto poseemos, olvidando que lo único que nos da alegría es lo que sentimos. Acumulamos y agrandamos el ego, se llenan curriculum de alabanzas, pero se es incapaz de extender la mano a quien se hace camino, juzgamos en vez de tratar de entender. Los saberes establecidos son capillas sin santos, se les reza sin ver la gracia, son concebidos en el imaginario social como el camino a seguir, pedestales estáticos vacíos de vida, son petrificadas imágenes que nos encadenan, espacios lerdos de la nada. Vaya la academia con sus rezadores y enciérrense en sus cuatro paredes, sacrifíquese como a diario hacen en medio de ellas, que nosotros los impuros andaremos libres los nuevos senderos del saber. No seamos hipócritas, la pluma “suave” que habla de concilio, traiciona a la memoria y sirve al vil.

Vivir suele ser tan simple, tan sencillo y, sin embargo, lo hacemos tan complejo. Amoldados entre prejuicios, esquemas preestablecidos y el miedo a lo nuevo, limitamos la libertad y nos alejamos de los placeres más humildes, nos volvemos esclavos del deber ser, de lo llamado correcto, de lo que se espera de nosotros según los manuales de la doble moral. Encadenados crecemos, o mejor dicho, envejecemos sin crecer, pues hemos limitado nuestro desarrollo personal a lo que se nos ha impuesto como el lugar que se nos dice ocupamos en este mundo. Limitados por nosotros mismos y nuestro entorno, vamos dejando la vida pasar, como velero sin rumbo condenado al naufragio. Morimos sin haber vivido.

Si la infancia nos forma, la madurez nos define. Si bien algunos permanecen inmóviles ante el devenir, otros se transforman con el tiempo sin perder su esencia y, de pronto, la forma en que comenzamos a percibir el compás marcado por el tiempo de la vida, el baile de las hojas al anochecer, las sonrisas que recordamos antes de dormir, los ojos que ansiamos volver a mirar, nos reflejan los cambios que vamos experimentando conforme avanzamos en la vida. Las cosas simples toman un matiz mayor, el roce del viento en medio de una vereda al sacudir nuestro cabello nos hace saber que lo mejor está aún por venir, que la sonrisa volverá a brillar frente al Sol muy lejos del miedo abismal. Comprendemos que es el momento de seguir, las avenidas se tornan en pequeñas calles, que dejan de asustarnos a la hora de cruzar de un lado al otro, aunque sigan maravillándonos. Comprendemos que la vida sigue y nosotros con ella, que el amor y la esperanza son motores de historias y los sentimientos más revolucionarios. Entendemos que seguimos vivos.

Se mira todo diferente cuando las barreras dejan de imponer límites y andamos a nuestro propio ritmo. Entonces nos convertimos en mentores de nuestros destinos, las voces circundantes del juicio y el prejuicio se convierten en murmullos alejados, insignificantes, nos reconocemos libres y ejercemos esa libertad. El saber transformado en una herramienta del porvenir, en una útil arma del futuro, el conocimiento pasa a ser el soporte de nuestros pasos, ya no es más el culto de la vanidad.

Ajenos a las cofradías “intelectuales” interpretamos el mundo desde una perspectiva radicalmente diferente, no miramos de arriba para abajo, tampoco de abajo para arriba, miramos con intención equitativa, con igualdad y en reconocimiento a la pluralidad de la sociedad que nos rodea. ¿Cómo hablar de tolerancia, democracia y libertad, si nuestros actos se encaminan a la imposición y la soberbia? No se trata de hacer enunciados perfectos en su composición lingüística, se trata de reconocer lo imperfecto y nombrarlo, para así poder rehacer nuestros mundos. Es la libertad la que nos hace humanos, ejercerla el derecho primero al nacer.

Hecho el verbo se nombró al mundo, la palabra tomó un lugar preponderante en el desarrollo de la humanidad, usémosla para continuar esa travesía, nombremos las cosas, rompamos moldes y viejos acartonamientos que limitan la imaginación y los sentimientos, cultivemos la mejor tradición del ser humano. Disfrutemos de lo simple, sensibilicémonos en extremo y hagamos un mundo mejor con el simple deleite de la vida con aroma a libertad.

*Integrante del Colectivo Disyuntivas