Opinión

Sociedad Civil Organizada

Gerardo Fernández Casanova

Sean bienvenidas todas las formas en que la población pueda organizarse para participar en los asuntos públicos, sean de la llamada sociedad civil o, preferentemente, del pueblo en general. Es útil que los especialistas de temas concretos puedan dialogar entre sí para generar recomendaciones respecto de su especialidad, más útil es también la organización de la población en la promoción y defensa de sus intereses legítimos. Este es un ingrediente indispensable de la democracia por la que siempre hemos luchado. Por su parte el gobierno republicano y democrático hace bien en propiciar un gobierno abierto y transparente, que escucha con respeto a las organizaciones y norma sus criterios en sus recomendaciones

Hasta ahí todo es miel sobre hojuelas. Donde las cosas se tuercen y dan lugar a conflicto, es cuando las organizaciones se arrogan el derecho a gobernar y pretenden que su visión especializada reemplace a la visión holística de la política; que monten en cólera si sus recomendaciones no son cabalmente integradas a las decisiones de gobierno. En tal ánimo, las dichas organizaciones tendrían que hacer política de manera formal, no encubierta, y exponerse al escrutinio del voto. Incluso podrían intentar una federación de organizaciones que abarquen el universo de las especialidades para así competir electoralmente. Estoy absolutamente cierto de que su primera dificultad estará en la correcta ponderación entre las especialidades para la integración del todo de un país; si con honestidad logran brincar esa tranca serían una excelente opción electoral; sería un acto de magia insólito.

Gobernar no significa aplicar una suma de conocimientos especializados, sino acomodar en el tiempo, el espacio y los intereses los actos que determinan la conducción de un país, especialmente en una democracia que pretenda gobernar para el beneficio de todos. Cabe, por ejemplo, decir que por el bien de todos primero hay que atender a los pobres, lo que implica una priorización por la que otros intereses legítimos deberán esperar turno para ser atendidos; el asunto es, obviamente, tema de serias contradicciones que sólo la magia de la política honesta puede acomodar y conciliar.

Hay muchos ejemplos de esto. Uno es el de la Guardia Nacional, en el que los especialistas exigen (que no recomiendan) que sea de carácter estrictamente civil y rechazan cualquier tinte militar. Tienen razón en su recomendación; es perfectamente válida en una circunstancia ideal de paz social y de razonable seguridad. El problema es que vivimos en el infierno de todo lo contrario, que para su corrección requiere de medidas de tipo extraordinario y urgente que el político tendrá que aplicar, con militares y marinos, sin desoír las advertencias y tomando las debidas precauciones para evitar efectos adversos. Finalmente la responsabilidad total recae en el Presidente y, por tanto, deberán serle otorgadas todas las facultades.

Hay otro caso grave: el conflicto entre las culturas y las demandas de la población. Esta reclama empleo y bienestar, de los cuales carece la enorme mayoría, muy determinada por una cultura de consumo, criticable, pero real y vigente. En contrapartida se ubican las formas culturales de los pueblos originales y, en mayor grado, los especialistas en materia de conservación de la naturaleza que, con toda razón, advierten sobre el grave deterioro en que se encuentra. Intentar el cambio cultural es cosa de educación y de mucho tiempo, generaciones tal vez, en tanto que el hartazgo por la injusticia es cosa de hoy. Es responsabilidad del político atender ambos aspectos, pero tiene que priorizar y acomodar los plazos entre lo urgente y lo deseable. La prioridad de abrir condiciones de bienestar en el país obliga a proyectos de desarrollo como el medio idóneo en el presente, sin caer en un desarrollismo depredador. Se ocupa capacidad política y compromiso patriótico para transcurrir en esta cuerda floja y creo que por ese camino anda la 4T.

A todo esto hay que agregar los embates de una oposición enana de partidos y de organizaciones patronales incapaces de entender lo sucedido en la pasada elección, agazapados en los prolegómenos de un proyecto golpista con técnica Huan Guai Do.

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