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Pedro Díaz Arcia

Cuando el mundo navega en aguas turbias es una menudencia la dificultad en el sistema de comunicación que va y viene como la llovizna típica de nuestra primavera tropical.

La apertura de más zonas de conflicto por parte de Washington, en un bamboleo impredecible, aleja las posibilidades de negociar los diferendos por la vía del diálogo, y cuando esto ocurre no logra un entendimiento compartido. Un ejemplo es la agudización de la guerra comercial contra China que a la larga no traerá dividendos ni para la economía estadounidense ni para su ciudadanía.

El diario estatal Global Times afirmó en un reciente editorial que el país puede adoptar cualquier medida que “afecte a Estados Unidos, sin perjudicar a China”. Las medidas contra Huawei, en violación de los principios del comercio mundial y desestimando la ley: es una virtual declaración de guerra contra la nación asiática en los terrenos económico y tecnológico, según el rotativo.

Trump declaró hace pocos días la “emergencia nacional”, y suscribió una orden ejecutiva para prohibir que las empresas del país utilicen equipos de telecomunicaciones que provengan del exterior, o sea, un dardo dirigido contra los productos de Huawei.

Por otra parte, este martes debe tener lugar una sesión informativa planeada por el gobierno de Donald Trump para ofrecer elementos sobre el reforzamiento de su contingente militar en el Golfo Pérsico ante lo que consideró una “amenaza creíble” proveniente de Irán y que atentaría contra sus intereses y el de sus aliados; muchos de los cuales no aprueban su retiro del Pacto Nuclear. Se presume que en la cita participarán legisladores demócratas.

Según fuentes que se acogieron al anonimato, este mismo día los legisladores demócratas invitaron a la Cámara de Representantes, en la que tienen mayoría, al ex director de la CIA, John Brennan, un crítico acérrimo del magnate por su presunta colusión con Rusia en la contienda electoral de 2016; y a Wendy Sherman, una importante ex funcionaria del Departamento de Estado quien participó en las negociaciones del acuerdo nuclear con Irán, para escuchar sus criterios sobre el contencioso.

Los intercambios entre Washington y Teherán subieron de tono ante amenazas de ambos lados; aunque recientemente han tratado de aquietar las aguas. Irán no es un hueso fácil de roer, y de ser atacado o ante el inminente peligro de una agresión podría recurrir a drásticas acciones como el cierre del Estrecho de Ormuz y al uso de sus fuerzas, que no son pocas.

En la clasificación del Global Firepower de 2018 (índice global de potencia de fuego), Irán, con más de 82 millones de habitantes, ocupa el décimo tercer lugar de un listado de 136 países; en tanto Israel ocupa el décimo sexto lugar y Arabia Saudí el vigésimo sexto. El país persa es el mayor poder militar de la región.

Tel Aviv, el principal aliado de Estados Unidos en Medio Oriente, quiere derrocar al gobierno persa, pero no a cualquier precio. Un experto en el tema, en un artículo para Washington Examiner dijo que Israel no quiere una guerra estadounidense contra Irán. Si Estados Unidos atacara al régimen de Teherán, el territorio israelí sería objeto de un masivo ataque de misiles de la cohetería iraní; además, otras fuerzas que le son afines en la zona dirigirían su poder contra Israel; y caería el gobierno de Benjamín Netanyahu, ante la crítica interna; entre otras nocivas consecuencias.

¿Qué esperar de la desesperada lucha de Trump contra el gobierno de Venezuela? Es que nunca leyó al legendario político dominicano Juan Bosch: “No se puede ir mal acompañado al poder”.

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