Guillermo Fabela QuiñonesApuntes
En este momento, luego de seis meses el gobierno del presidente López Obrador entra en una fase de maduración para enfrentar con más fuerza el compromiso ineludible que se echó a cuestas, con el fin de entrar de lleno a la Cuarta Transformación. Así lo muestra el que se haya aprehendido al magnate Carlos Ancira Elizondo, y la orden que se giró para detener a Emilio Lozoya Austin, “por grave daño patrimonial a Pemex”. Se trata de un rompimiento forzoso con el pasado régimen.
Son dos personajes emblemáticos del neoliberalismo, quienes aprovecharon al máximo las facilidades que otorgó el sistema salinista para enriquecerse a la sombra del poder. La reacción de los directivos de la empresa Altos Hornos de México (AHM), propiedad de Ancira, demuestra el alto grado de descomposición que se alcanzó entre la cúpula oligárquica merced a sus profundas complicidades. Calificó de “ilegales y arbitrarias” las acciones ordenadas por la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) en contra del “empresario”.
Para nada se detuvieron a observar que lo ilegal y arbitrario en grado de alta corrupción fue la venta fraudulenta a Pemex de una planta de AHM denominada Agronitrogenados, en desuso durante 14 años y con un sobreprecio escandaloso. Este fue apenas un negocio más de Ancira con Lozoya, a quien se acusa además por su participación en los sobornos de la empresa brasileña Odebrecht, en el sexenio pasado.
Ancira, cuyo ascenso vertiginoso data del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, quien privatizó la industria acerera en 1991, está ya preso en una prisión española en espera de los procedimientos de ley. Es de esperarse que Lozoya no se vuelva de humo y se pierda en el éter gracias a la protección de que sigue gozando por sus complicidades más arriba. “Este caso implica un mensaje claro a los jerarcas de la administración anterior y en general a las personas que han estado siempre protegidas por un halo de impunidad”, dijo Santiago Nieto Castillo, titular de la UIF.
Tendrá que destaparse la caja de Pandora para que se pueda sanear el sistema de justicia en México. Bajo ningún concepto cabe la posibilidad de que por improcedencias legales se demerite un caso vital para que podamos aspirar a que nuestro país deje atrás la terrible lacra de la impunidad. Es ahora o nunca la posibilidad de dar un paso decisivo para poner en marcha la Cuarta Transformación, sin violencia y con el apoyo pleno de la sociedad. Las presiones de todo tipo, de parte de la elite corrupta, serán extraordinarias. No les temblará la mano ni el bolsillo para doblegar al gobierno de López Obrador. Tendrá que seguir adelante, con firmeza, para demostrar que la lucha va en serio y no habrá vuelta atrás.
En la medida que siga adelante, se fortalecerá el apoyo del pueblo y su confianza en el rumbo del nuevo régimen. Este no puede ser otro que el del fortalecimiento del Estado de derecho, sin más cortapisa que el marco constitucional. La sociedad está harta de la impunidad de una capa social elitista con mentalidad delincuencial. Sería un gravísimo error que el propio Estado la siga protegiendo, como en el pasado, cuando el nuevo régimen está comprometido con implantar una democracia sólida, con justicia verdadera.
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