Jorge Lara Rivera
Aunque España suele pasar agachada, es uno de los principales países exportadores de armas en el mundo, equipos cuyo destino –el uso bélico– poco favor hace a la causa de la paz. Carente de autoridad moral, Madrid gusta de pontificar sin sonrojo sobre democracia y derechos humanos, luego de exhibir su brutalidad policiaca contra ancianos y mujeres perpetrada para reprimir manifestaciones ciudadanas pacíficas de los independentistas catalanes en Barcelona, durante el infame gobierno de Mariano Rajoy y poner a los disidentes para escarmiento frente a juicios donde encaran condenas de prisión severas; y antes, su participación entusiasta en aventuras guerrerista mucho más allá de sus fronteras –tal la intervención en Iraq, autorizada por José Luis Zapatero, con mentiras sobre arsenales, posesión de armas químicas y de destrucción masiva en Bagdad. Con todo, España sólo ilustra la hipocresía europea. Alemania, Francia, Reino Unido, Holanda, Noruega, Suecia, Finlandia, Bélgica y Dinamarca, etc., la acompañan sin irle a la zaga en hipocresía jugando al pacifismo ambientalista cuando han depredado África, expoliado América Latina y explotado Asia y Oceanía.
Tras su retiro unilateral del llamado Plan de Acción Integral Conjunto empeñado en controlar el programa de desarrollo nuclear iraní y los contraproducentes efectos de su ‘Ley para Contrarrestar a los Adversarios a través de las Sanciones’, las cosas no van nada bien a los Estados Unidos. Ya la Comunidad Europea ha encontrado y puesto en marcha el INSTEX, canal de pagos que Reino Unido, Francia y Alemania crearon desde enero para que empresas europeas comercien con Irán en los sectores agroalimentario, de instrumental médico y farmacéutico, eludiendo el bloqueo del sistema habitual de transferencias bancarias SWIFT afectado por las sanciones a Irán por el tema nuclear (“…La mente cuando baja la marea/ mostrando la estructura del dolor/ activa un mecanismo de defensa/ para que no se ahogue el corazón…” –canción ‘Aire’ popularizada por Yuri). Incluso España, que desde mayo de 2018 conocía el derrotero desde el Mediterráneo por el canal de Suez, el estrecho de Bab el Mandeb, el Golfo Pérsico y el Mar del Sur de China, del grupo de combate de 7 navíos que acompañaba al portaviones nuclear USS ‘Abraham Lincoln’, ha procedido a retirar –aunque la había comprometido 6 meses– “temporalmente” a la fragata F-104 ‘Méndez Núñez’, único barco no estadounidense del convoy marítimo segmentado de la llamada coalición internacional occidental integrada bajo la égida estadounidense con motivo de la guerra civil en Siria.
Y lo hace justo antes de entrar al Golfo Pérsico por el Estrecho de Ormuz, pretendiendo volver a sumarse en cuanto la flotilla prosiga camino en el océano Índico. Para probar cualidades y operabilidad de la fragata, y acumular experiencia y capacitación a su tripulación al maniobrar conjuntamente con los famosos ‘marines’, serviría la travesía pactada. Mas el motivo real tiene que ver con el negocio de las armas: Estados Unidos adquirirá pronto 20 fragatas de tipo derivado de modelos de naves en servicio, para lo cual convocó a 1 concurso internacional en el cual los astilleros hispanos Navantia (fabricante de la F-104) –asociados con la naviera estadounidense Bath Iron Works de General Dynamics– compiten por la concesión de 15 mil millones de dólares a adjudicar este 2019, contra 4 consorcios. La retirada podría serle perjudicial. O no: la Casa Blanca precisa sus bases en Rota y Morón para disponer de fuerzas navales y autorizaciones marítimas y aéreas relevantes para proteger sus intereses africanos y medio orientales.
No se debe esperar contrición ni sensibilidad del ridículamente convenenciero gobierno español, cuya falta de escrúpulos en materia de derechos humanos y grotesco oportunismo quedan evidenciados por el zalamero comportamiento de suricato de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, su presidente, en la reciente cumbre del G-20 buscando servilmente al príncipe heredero de la autoritaria dinastía Al Saúd reinante en Arabia Saudita (a la cual abasteció con 5 corbetas fabricadas por 6 mil trabajadores en Cádiz en 2018, año en que duplicó sus ventas de armamento ligero, granadas, bombas, vehículos y refacciones que los saudíes usan en Yemen), Mohamed bin Salman, en Osaka, Japón, sede del reciente encuentro del G-20, cuando sólo en la previa de Buenos Aires, Argentina, se le hizo perdedizo para no comprometerse en alguna foto con el líder del rico Reino del Desierto, blanco de críticas por involucramiento en el caso del periodista saudí refugiado en Estados Unidos y asesinado en Estambul, Turquía. Ni qué decir del desaire que le propinó Donald Trump al enviarlo a sentarse. Pura coincidencia, coincidencia pura.