León García SolerA la mitad del foro
14 de julio y todavía se oyen los cantos marciales de la Marsellesa. Antes de ver sus efectos en el calendario desordenado de la Cuarta Transformación que ante la temporada de huracanes ha iniciado el reparto del texto moral alfonsino en los templos evangelistas. Tenemos que temblar al ver los efectos marciales que sobre Trump, el truhán, tuvo su visita a París hace un año: Yo quiero un desfile militar en Washington, dijo el deslumbrado negociante que hoy tiene una guardia migratoria desde el Suchiate hasta el Bravo; con el mariscal Marcelo Ebrard en el papel de Miramón.
Y sin embargo, con todo y el andar mayestático del Presidente Emmanuel Macron y el ascenso de la ultraderecha chauvinista, todavía resuena y vibra el clamor de ¡Libertad, Igualdad, Fraternidad! Aquí entre nosotros se produce el portento del poder incontestable de un solo hombre, y el contraste del desmoronamiento de la cofradía en el combate de la sicofancia y el caos. Ah, si en estos días hubiéramos conmemorado la Revolución Mexicana, la toma del cuartel de la policía federal hubiera provocado pánico por la memoria de la Decena Trágica. Sea menos. Pero hay que reconocer que esa rebelión burocrática de miles de hombres armados hubiera sido vista como anticipo de golpismo. Sin acudir a sucesos ajenos y verla en espejo de las previsiones pinochetistas.
Fue simplemente reflejo del desorden administrativo y los pasos inciertos en la prolongada gestación de la Guardia Nacional. Y de un gobierno que cada amanecer dicta la agenda política, ratifica la razón de Estado de la 4T y sentencia que las palabras quieren decir lo que él quiere que quieran decir. Ah, todavía tienen vigor y vida las palabras del compromiso: “Primero los pobres...” Pero en el salón dorado de la humildad republicana, el presupuesto y la distribución del gasto público son ajenos a la concentración de la riqueza nacional en las alturas; y nos engaña la entrega de recursos de mano a mano porque las instituciones son vistas como estamentos y el Estado como nido de la corrupción.
Ya hay Guardia Nacional. Bajo el mando militar de un general en proceso de retiro. Y en espera de la definición de la funciones del secretario de Seguridad Nacional que buscó palabras con las que responder a distancia a la rebelión de los policías federales. Alfonso Durazo es de Sonora y a su paso por la rueda de la fortuna del vuelco finisecular sirvió a Vicente Fox como secretario particular. En ese tiempo de farsas, Durazo renunció al cargo con una carta severa que hizo pública. Ay, Sonora, tus hijos lloran. En esta contradanza de 18 Brumario, la Guardia Nacional perseguía y detenía a los migrantes centroamericanos que cruzaban el Suchiate. Y al borde del Río Bravo, otros impedían que llegaran a cruzar la frontera Norte. De aquí para allá.
Y mientras Marcelo Ebrard asumía el inexistente cargo de Primer Ministro, Donad Trump enviaba el reconocimiento a “lo bien” que hacía su tarea México. “Mejor que los demócratas” añadía en el tweet nocturnal. En nuestra agenda madrugadora se presentaba inusitado retraso en el programa: Carlos Urzúa renunció al cargo de secretario de Hacienda en breve carta con explosiva exposición de motivos y denuncias de facto. Mientras esperaban en la corte de los milagros, Carlos Herrera, subsecretario del ramo, técnico de confianza de AMLO y compañero de Urzúa de larga data, subía por el elevador del despacho presidencial y reaparecía en un patético video. López Obrador informó de la renuncia y del inmediato nombramiento del sucesor.
“Una imagen dice más que mil palabras”, había dicho recientemente en Chiapas. En esa imagen aparecía el joven López Obrador al lado del subcomandante Marcos, sin pie de foto que precisara que ahí aparecía su entonces jefe Cuauhtémoc Cárdenas, a quien acompañaba AMLO. La del video en el despacho presidencial obligó a Carlos Herrera a explicar que había recibido críticas por sonreír demasiado ante las cámaras y por eso se mostró solemne en un acto tan importante como el de asumir la Secretaría de Hacienda. Sea. La polarización interna y externa empataban al darse la señal de posibles decisiones dictadas por patentes conflictos de interés. Y en el edén de la 4T la corrupción es el pecado original.
Aquí no ha pasado nada. Andrés Manuel López Obrador declaró que no había prueba alguna de conflictos de interés; que los habidos entre él y el secretario Urzúa fueron por los resabios de inercia del liberalismo económico que había en las decisiones de Carlos Urzúa. Particularmente en la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo. Lo pudo haber escrito (Agustín) Carstens, o (José Antonio) Meade, “con todo respeto”, dijo. Y que él mismo tuvo que escribir la segunda parte (setenta páginas”) que reflejan el cambio, lo que es la Cuarta Transformación. ¿Anexos al Plan Nacional de Desarrollo o Manifiesto político? Y añadiría que él había encargado a Alfonso Romo la Banca de Fomento. Pero en Nacional Financiera, la CNBV y el resto del sistema, el secretario de Hacienda preside el Consejo de Administración.
Los financieros, empresarios y patrones de la iniciativa privada aplaudieron el rápido relevo y designación de Carlos Herrera. En los salones del monólogo gobiernista, la unidad se tradujo en condena del hasta ese momento colaborador cercano y respetado del líder Alfa de la conversión en movimiento sacramental hacia la transformación definitiva, la moralización de la política y el milagro de la pureza colectiva bajo el mando de un Presidente de incuestionable honradez. Mientras Mario Delgado se postraba ante el donador de bienes, el dueño de su futuro en la ilusión de conducir a las huestes de Morena en el tránsito a partido hegemónico, la voz de la diputada Clouthier condenaba al compañero que renunció: traidor y cobarde, lo llamó.
Ya había aparecido la serpiente en el Edén. Morena dejó de ser la Iglesia, la asamblea del origen ateniense y suriana tierra prometida. Yeidkol Polevnsky se enfrenta a Bertha Luján y se aferra al mando subrogado en Morena. Y en la polvareda de los pecados capitales expuestos en plena sesión mañanera, salen a relucir los ineludibles nexos del nepotismo, antigua vía al poder eclesiástico y garantía de supervivencia en el político. Ya se oían rumores en los rincones del sindicalismo apenas en tercera transformación: la juvenil secretaria del Trabajo del gabinete legal del nuevo régimen sin pecado concebido, es hija de un apoderado influyente en el medio y de la notable progresista de izquierda, Bertha Luján.
Ni así podría lavar sus pecados de soberbia la señora Polevnsky. Pero atrás de ambas damas de la nueva era está el escudero del medioevo. Mario Delgado es el encargado de la coordinación de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados. Por encargo directo del que manda, diría el mismísimo Alfonso Romo, quien ha declarado: “yo no tuve diferencias con Urzúa”. Pero Ebrard tiene, como diría el cacique huasteco, Gonzalo Santos, el fierro de su dueño en la frente: el del mariscal Marcelo, quien ha recibido del pastor mismo el cayado del control sobre el rebaño de migración, economía los movimientos de la Guardia Nacional y el más ambicioso de los programas de pastoreo: el de las políticas de desarrollo del Sur-Sureste: Ultimo y anhelado bastión para detener a los migrantes.
Siete gobernadores, siete se reunieron con el marsical Marcelo en Tuxtla Gutiérrez. De Chiapas, Rutilio Escandón Cadenas; de Tabasco, Adán Augusto López Hernández; de Yucatán, Mauricio Vila Dosal; de Campeche, Carlos Miguel Aysa González; de Quintana Roo, Carlos Joaquín González; de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez; y de Oaxaca, Alejandro Murat Hinojosa. Y el Canciller elogiado por Trump, leyó el comunicado del plan de desarrollo en la reunión a la que “también” asistieron el flamante comisionado del Instituto Nacional de Migración, Francisco Garduño; los subsecretarios para América Latina y el Caribe, Maximiliano Reyes; de Inclusión Productiva y Desarrollo Rural, Javier May; y el comisionado nacional de Inteligencia, Audomaro Martínez Zapata.
Al Norte del Edén, en la Baja California que fuera el primer territorio de la federación en el que el PAN venció al PRI al iniciarse el sexenio salinista; hace treinta y un años el partido de la reacción creado para destruir la revolución social cardenista, logró hacer gobernador a Ernesto Rufo. Y éste de inmediato reprimió a los habitantes de las barriadas miserables de Tijuana. Ahora que reparten esquelas del PRI, la mayoría panista del Congreso Local suma desvergüenzas con las minorías para alargar a cinco años el mandato de dos años recibido en las elecciones del 2 de junio por Jaime Bonilla.
Ya todo cambió: El Presidente ya no propone ni dispone, dice López Obrador. Pero ante la insistencia de los reporteros de la prensa afirmó: Si me hubiesen consultado como era antes y hubiese yo autorizado, como era antes, que se pusieran de acuerdo y aprobaran esa reforma, ¿cómo estaría yo hoy? Se me caería la cara de vergüenza, sin autoridad”.
Desde la Baja California responde su amigo, Jaime Bonilla, a los cuestionamientos de la prensa: “El Presidente no se va a meter, ya dijo que ahí están las instancias...no va sudar calenturas ajenas.” Y sin olvidar las imborrables manchas del Gattopardo, asegura Bonilla que acatará la resolución de los tribunales y ni siquiera va a cobrar su salario durante los dos o cinco años que gobierne.
Memorias del porvenir. Futurismo con la seguridad de que los Estados Unidos no tienen amigos, tienen intereses; voluntad de poder y decisión para mandar, así ahora sea “obedeciendo”. No hay conflicto de interés si no hay pruebas. Merece repudio quien se oponga a las decisiones tomadas a nombre del pueblo bueno. Se puede y debe ser laico, pero siempre hay que ser tolerante. Así, mientras los evangelistas reparten folletos del gobierno laico, el amigo de Jalisco renuncia al cargo de delegado y no hay calidad moral en la comisión de los derechos humanos.
Orden y nos amanecemos.