Guadalupe Correa-Cabrera
Conocí al Reverendo (Rev.) Robin Hoover en un fascinante viaje a lo largo de toda la frontera México-Estados Unidos. El 7 de julio hicimos una parada en la ciudad de Tucson, Arizona, para comenzar lo que sería una aventura de tres días con uno de los pioneros de la ayuda humanitaria, bien regulada, organizada y responsable dirigida a migrantes que cruzan el desierto de Sonora y Arizona en busca del “Sueño Americano”. Temperaturas casi insoportables por encima de los 45 grados centígrados en la sombra que pude sentir [pero en la comodidad de mi existencia], me hicieron pensar en el mortal trayecto que atraviesan estos viajeros en su búsqueda por una vida mejor.
No me puedo imaginar el casi imposible trayecto de estos guerreros incansables por un desierto inhóspito controlado por la delincuencia organizada y otros actores que hacen de la migración irregular un gran negocio. Y por si fuera poco, a esto se aúnan las operaciones de la Patrulla Fronteriza estadounidense y el apoyo a éstas por parte de grupos anti-inmigrantes conocidos antes como los Minutemen y que ahora se manifiestan en forma de milicias más modernas o nuevos grupos de civiles armados dispuestos a dar apoyo a las autoridades americanas y que se identifican con la extrema derecha estadounidense.
En el extremo calor del desierto de Arizona, donde lo que más falta es el agua, pero donde lo que abundan son los sueños y la esperanza de los migrantes, surgen ángeles como el Rev. Hoover y algunos voluntarios de organizaciones como Humane Borders (“Fronteras Compasivas”), The Samaritans (“Los Samaritanos”) y No More Deaths (“No más Muertes”). Ellos parecen a veces no tenerle miedo a nada ni a nadie: ni a la Patrulla Fronteriza, ni a los carteles, ni a los Minutemen o las nuevas milicias anti-inmigrantes.
Robin fue pionero en brindar ayuda humanitaria en la frontera Arizona-Sonora, cuando las operaciones de reforzamiento de seguridad fronteriza como Gatekeeper en California (cerca de San Diego) y Hold the Line en El Paso, Texas, comienzan a forzar a los migrantes a transitar por regiones cada vez más inhóspitas y peligrosas como el desierto de Arizona. Hoover es el fundador y Presidente Emérito de la organización de derechos humanos Humane Borders, y preside actualmente la asociación Migrant Status Inc. Recibió en el año 2006 el Premio Nacional de Derechos Humanos otorgado por el gobierno de México; fue el primer extranjero en recibirlo.
A través de Humane Borders, y entre muchas otras acciones humanitarias, Hoover coordinó y canalizó apoyos importantes para migrantes en el desierto como la colocación de botellas de agua (en estaciones perfectamente reguladas) para los viajeros sin documentos. Muchos de ellos mueren por falta de este líquido vital en su intento por cruzar a través de esta inhóspita región. Tuve el privilegio de pasar tres días en compañía del Rev. Hoover, quien nos explicó su labor, la lógica y filosofía de las actividades de su organización y, con una enorme generosidad, nos compartió su experiencia y gran conocimiento sobre el tema de la migración irregular en su región fronteriza (antes y ahora). Hoover escribió el libro titulado “La Creación de Fronteras Compasivas: Una Ética Migratoria” (Creating Humane Borders: A Migration Ethic), donde resume su pensamiento que se perfecciona después de terminar su tesis doctoral y luego se pondría en práctica.
En nuestro viaje con Robin comprendimos de qué trata su “análisis de la ética social de la migración en la frontera México-Estados Unidos”. También aprendí sobre los orígenes del movimiento santuario y su significado. Sobre este movimiento escribe Hoover: “Era una coalición de personas motivadas por la religión, los derechos humanos y una ideología de proveer ayuda a las personas que escapaban de regímenes opresivos apoyados por Estados Unidos. Hoy en día, muchos de los mismos y/o algunas personas con objetivos similares proveen apoyo (material o brindan servicios) a los migrantes. Estos grupos también operan movimientos de resistencia contra políticas públicas que ponen las vidas de los migrantes en peligro y los aterrorizan en su trayecto”.
Lo más interesante de los textos que refiero y de mis conversaciones con Hoover, tiene que ver con la ética y con la responsabilidad para con los más vulnerables que cruzan el desierto en busca de un sueño. Hoover nos habló de la ética y de hacer trabajo humanitario responsable y sin romper las reglas establecidas para poder ayudar a más personas y de la mejor manera posible. Lo anterior mantiene a todos más seguros: a defensores y principalmente a los migrantes. La ética es parte crucial de la protección al migrante. Al final, de esto se trata la verdadera ayuda humanitaria: de mantener la vida de nuestros hermanos migrantes y promover la seguridad humana por encima de cualquier agenda política.
Aprendí tanto a apreciar esta labor y admiro, al mismo tiempo, la gran voluntad y la valentía de aquellos que deciden cruzar el desierto en las condiciones más difíciles para lograr mejores condiciones de vida para ellos y sus familias. Cabe destacar que siempre hay trabajo en Estados Unidos para quienes pueden cruzar a los Estados Unidos –aunque sea sin documentos. Empleadores y empresas irregulares (o más bien ilegales) estadounidenses también forman parte de la dinámica migratoria. Desafortunadamente, al hablar de ilegalidad en los mercados laborales estadounidenses y en el tema migratorio se criminaliza a los más vulnerables, quienes simplemente responden a precarias condiciones en sus países de origen, así como a los incentivos que genera un sistema explotador, donde lo que domina son las contradicciones y la hipocresía de quienes se benefician de la mano de obra barata.
Estas contradicciones vulneran aún más la vida de quienes huyen de sus países por miseria o por violencia y de quienes buscan y obtienen el llamado “Sueño Americano”. En este peligrosísimo trayecto, es crucial la ayuda humanitaria. Hay algunos que no hubieran sobrevivido sin agua en el desierto o el oasis de un santuario. En estos complicados procesos existe una ética migratoria y valores que deben respetarse para proteger la vida, los derechos y la integridad de los migrantes. Desafortunadamente, estos valores parecen no estar siempre presentes.
Las agendas políticas han llegado, en ocasiones, a obscurecer la ayuda humanitaria que puede llegar a ser incluso instrumento de las élites y que podría causar más terror y vulnerabilidad al final del camino. En la era de Trump, la derecha e izquierda americanas (conservadores y liberales, al mismo tiempo) parecen utilizar el tema del asilo político, la separación de familias y la vulnerabilidad del migrante irregular como armas para atacar al enemigo en un sucio juego electoral que nada tiene que ver con los deseos de resolver una verdadera tragedia humana. Discursos incendiarios, propaganda y lágrimas actuadas me parecen contrarias a la ética migratoria de la que hablaba el Rev. Hoover en camino hacia el desierto de Altar.
Con Robin fuimos a tres albergues y platicamos con defensores de derechos humanos (activistas), autoridades gubernamentales y expertos en el tema. Comenzamos en la Ciudad de Hermosillo y conversamos abiertamente con las autoridades estatales que dan apoyo a estos grupos. También pasamos por Benjamin Hill, Magdalena de Kino y Nogales, Sonora. Hicimos además una visita al albergue de migrantes en Altar, Sonora, donde está el Padre Prisciliano, quien también nos explicó la situación de la migración irregular, el papel del narcotráfico y la facilitación de los flujos migratorios (o tráfico humano, según el lenguaje oficial) en el desierto de Altar. Fue una de las experiencias más interesantes en mi propia investigación sobre el tema y le estoy muy agradecida al hombre que nos mostró su tierra y nos compartió lo que fue su trabajo, nos presentó a sus aliados de antaño y nos explicó su visión sobre la mejor manera de ayudar de forma ética y responsable a quienes buscan un sueño y se aventuran en el “Desierto de la Muerte”. Algunos caen y otros sobreviven; algunos caminaron de la mano de y con el agua que les brindaron estos verdaderos ángeles en el desierto.
Mi experiencia en Sonora y Arizona me hace pensar en la situación de hoy en esta región, en el famoso caso de Scott Warren, quien colaboraba con una organización similar a la que fundó el Rev. Hoover: “No More Deaths.” En esta región se requiere de mucha ayuda humanitaria y existen tres principales organizaciones que brindan apoyo a migrantes y reparten agua en el desierto. En la era de Trump, donde prevalecen la xenofobia y el sentimiento anti-inmigrante, surgen otras expresiones, algunas buenas, algunas no tanto.
Recordemos que no podemos hablar de blancos y negros en un mundo donde el tema de la migración irregular (llamada ilegal) se politiza como nunca y se coloca en el centro de la contienda electoral en la nación más poderosa (¿?) del mundo. Aprendí de Robin Hoover y del Padre Prisciliano sobre el verdadero trabajo humanitario en el desierto, sobre el trabajo ético y responsable que no pone a los migrantes en riesgo y que se enfoca en salvar vidas y no en ser una herramienta política de quienes están en el poder o desean obtenerlo.
Aprendí además sobre la compleja relación que existe entre el narcotráfico o crimen organizado en general, la migración irregular en esta zona y el papel que juega la tribu de nativos americanos o Nación Tohono O’odham en estas actividades ilícitas o irregulares. Estas relaciones son por demás complejas y serán analizadas con mucho cuidado en trabajos subsecuentes. La ideología, la propaganda y la falta de conocimiento sobre el tema confunden y resultan en grandes herramientas para manipular políticamente y desinformar. Es preciso documentar la realidad, estudiarla y ser objetivos. El trabajo humanitario se podría llegar a utilizar como herramienta político-electoral y ese no es el verdadero objetivo cuando hay tanta necesidad de salvar vidas en regiones cada vez más inhóspitas y peligrosas.
También visité Sonoyta, Sonora, Lukeville y Ajo Arizona. Estos lugares son clave para entender el caso de Scott Warren, su labor humanitaria, un juicio aparentemente injusto y la alegada participación de la organización Pueblo Sin Fronteras (y en especial de Irineo Mújica, quien se dice opera en esa zona y cuenta ahí con redes de todo tipo, incluso familiares) en la facilitación de la migración indocumentada (considerada por algunos ilegal o parte del tráfico humano). Scott Warren es juzgado por tráfico humano y en el primer intento por juzgarlo no se pudo dar un veredicto. El académico y activista será juzgado de nuevo y se darán a conocer documentos de gran relevancia que esperamos nos ayuden a formarnos una opinión mucho mejor fundamentada sobre el caso. Esperemos que ahora sí el jurado pueda emitir su decisión. Pero lo que más espero es que se brinde una ayuda humanitaria al migrante con ética y toda la responsabilidad posible para no poner en riesgo a familias enteras, a grupos altamente vulnerables y mucho menos a menores de edad. La ética social de la migración debe estar en el centro del pensamiento y las obras de quienes dan apoyo a los migrantes en Desierto de la Muerte y más allá.
(SIN EMBARGO.MX)