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Opinión

Hugo Carbajal Aguilar

Esta reflexión alguna vez fue dedicada al PRD cuando inició su debacle existencial, pero bien podríamos actualizarla ahora para esta nueva organización política que recién empieza a conformarse como tal. Queremos ofrecer algunas inquietudes de distintos militantes que desean hacerse escuchar. De lo que se trata es de constatar el panorama ¿escenario se dice? que aparece en este partido, MORENA, un instituto político que ha sido distinguido con importantes raciones de poder y que puede correr el riesgo de deshacérsenos entre las manos.

Este intento sólo anuncia la posibilidad de un debate más amplio y mejor argumentado que –finalmente– es lo que se espera…y lo que se necesita. Sólo queda especificar sobre qué asuntos relevantes, fundamentales o no, se espera que arranque esa discusión. Aquí exponemos algunos cuestionamientos críticos, respetuosos, formulados con plena libertad de espíritu y responsabilidad:

¿Se encuentra MORENA actualmente dominado por una minoría oportunista, clientelar y alejada ideológica y prácticamente de las luchas sociales? Es una pregunta sensata observando a quienes se han venido incrustando en espacios de poder burocrático y partidista. A nivel gubernamental, el delegado estatal de Morelos es un digno y destacado ejemplo de ello, pues todo mundo sabe que no tiene que ver con los objetivos de izquierda, sea ésta de partido o de real militancia. El PES es un partido puritano que ha dado muestra de oportunismo y pragmatismo, y este individuo sólo se instala sin mayor preocupación. Acaban de elegir a su dirigente que resulta ser otro chapulín que salta de partido a partido.

¿Reducirá MORENA su tarea única y prioritaria en el objetivo de ganar elecciones? ¿Pueden hacerse señalamientos específicos a la situación actual (interna y externa) de ese partido? ¿No es verdad que se ha considerado a los partidos como fines y no como medios, como metas y no como tácticas, como objetivos y no como herramientas?

Aparte de clarificar las ideas, estas preguntas manifiestan por sí solas la necesidad de constatar aquello que puede perjudicar tanto la marcha del partido como sus objetivos originales, primarios. Nuestras discusiones bizantinas tienen que rebasar sus propios límites. No podemos reunirnos sólo para terminar proponiendo la fecha de la próxima reunión y así ad infinitum.

Hoy por hoy, ningún partido por sí solo es capaz de llenar plazas ni de llenar urnas. La mayoría ha reducido su pleito interno a obtener espacios de poder y, en ese sentido, han sido capaces de aliarse con el más incómodo rival-compañero: hoy por mí, mañana por ti. Han violentado acuerdos, algunos de ellos firmados ante notario público en un alarde de recalcitrante puritanismo pequeño burgués. Ese pernicioso tufillo de moralina medieval no beneficia a nadie, no contiene ningún mensaje revolucionario, es digno de panistas persignados…

Véase la frustrante experiencia de los perredistas a quienes se les llenaba la boca con su cacareada democracia. ¿Cómo procesar esa, tan desgastada en el discurso, democracia interna del partido? ¿Imponiendo reglas que nadie está dispuesto a respetar? ¿Mediante arreglos de cúpulas? ¿Cópulas entre las cúpulas?

Más todavía, ¿dónde abandonará cualquier organización su autoridad moral cuando se ostente como el partido de la coherencia, de la integridad, de la probidad? ¿Y no sólo su autoridad moral, sino sus principios éticos con todo lo que esto implica?

A más de un compañero y compañera (para estar a tono) les consta que algunos personajes ya en funciones públicas –amparados bajo la sombra del poder– han hecho jugosos negocios en una bien trazada línea de corrupción. Consta también el hecho de políticos que han chantajeado transparentemente a distintos militantes con el añejo vicio priísta de ofrecerles puestos públicos.

Tal vez –y esto ya implica una propuesta seria y responsable– tengan que abrirse a la sociedad, buscando la vinculación directa con los trabajadores y sus luchas, a fin de que éstos empiecen a decidir con respecto a sus dirigentes y/o sus posibles candidatos.

Practicar la democracia implicaría entenderla no sólo como el momento electoral, sino como la participación efectiva del pueblo en las decisiones políticas, económicas y culturales. Se cometería otro grave error si intentan cerrar en unos cuantos las próximas decisiones internas. Cualquier partido puede quedar rebasado por la convocatoria a la alianza ciudadana, esas redes ciudadanas que se pretende formar. Hay que valorar la idea de ponerse en contacto con los responsables de esas redes. Hay que rescatar la movilización. Movilizar para organizar. Tal vez una vía sea la formación de los Comités de Base.

Finalmente, ¿cuál es el ideal del partido? ¿Cuál es el porqué de la izquierda? A todos nos compete esta pregunta porque, como se advierte, hay demasiadas sobre las que podemos reflexionar; problemas que tenemos que resolver; abusos que podemos evitar; acuerdos que podemos cumplir. Nuestros objetivos tienen que estar muy claros: la cultura, la defensa sistemática de los trabajadores, la democratización de la vida cotidiana, la lucha contra la corrupción, el combate a la intolerancia, los derechos humanos…entre otros.

No tenemos por qué arrogarnos el derecho de decidir por los demás. Si carecemos de representatividad, carecemos de legitimidad. Podemos discutir, siempre y cuando no pretendamos traer la verdad en el bolsillo.

Hay todavía más… por supuesto…

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