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Opinión

Cambridge Analytical”: La matrix de los Fraudes Electorales Hoy

Víctor Flores Olea

Hasta el momento, no hay evidencia de que las herramientas contemporáneas más eficaces para cometer fraudes a la hora de las casillas no tengan residencia en México. En primer lugar porque esas trampas no se han urdido para lograr el triunfo de un candidato de la izquierda. El triunfo de AMLO en las elecciones pasadas, por más del 30% de los votos, no se explica por vulgaridades de ese calibre sino por el hecho abierto de una mayoría electoral que sorprendió en México a tirios y troyanos, y que se debió simplemente a una mayoría popular ampliamente ganada por López Obrador en esa justa electoral, con raíz más probablemente en su empeño insistente a lo largo de 15 años y, desde luego, al pésimo desempeño de los gobiernos del PRI y del PAN en el poder.

Más de 15 años de esfuerzos y de una militancia abierta que jamás se ocultó. Esa verdad conocida siempre fue el secreto a voces del ascenso imparable de AMLO al poder, verdad que se integra por multitud de hechos menores y detalles que componen su “ascenso” triunfante, en las proporciones que se le quiera atribuir. Las nuevas técnicas en el campo electoral no solamente buscan una variante en los números sino una coincidencia en las posiciones electorales de los votantes. No se trata sólo de obtener una mayoría numérica sino de lograr la convicción coincidente y sumada de las voluntades. En varios artículos de la revista “Proceso” de la semana que pasó, se describen con mayor detalle las técnicas utilizadas por la empresa “Cambridge Analytical”, particularmente en las últimas elecciones de Estados Unidos que ganó Donald Trump, en que se muestran los procedimientos de publicidad y engaño de que se valió el ganador en 2016, y apenas meses antes los partidarios del “Brexit”, en el caso de la Gran Bretaña.

Según las tesis dominantes de los especialistas en estos fraudes súper refinados, se trataría no tanto de convencer a los disidentes electorales por la vía de la razón, sino inclusive por la de la presión psicológica y el temor, no tanto por el argumento sino por el aspaviento teatral capaz de originar reacciones predeterminadas. Se trata, en síntesis, de abandonar algunos de los principios más consolidados de las elecciones en México, en favor de una suerte de “conductivismo psicológico” que se aproxima más a la “gobernanza” por el ejemplo y por la muestra de experiencias elementales y vividas, que van haciéndose una tradición.

La novedad de esta orientación de la conducta de los grupos humanos, que por supuesto se vale de la mentira peligrosa y de los engaños ilimitados, es que por vez primera se atiende sobre todo al seguimiento de la conducta de los individuos aislados o en grupos, y se confía ciegamente en la capacidad de imitación que tiene la mayoría de los humanos. Se adivinará fácilmente que una técnica que tiene que ver con la psicología y que, al final de cuentas, se refiere a los procesos electorales contemporáneos, no está ni de lejos divorciada de la mentira, la exageración y la peor retórica elemental que hace su presencia en los enfrentamientos o divisiones partidistas.

Es fácil entender la razón de que las técnicas de la empresa “Cambridge Analytical” se hayan desarrollado en manos de la derecha o de la extrema derecha, que son los movimientos políticos que han solicitado precisamente la orientación de los líderes de la extrema derecha o que se han dejado conducir por ellos dócilmente. El caso de Donald Trump y otros resultan ejemplares de lo que aquí afirmo. En México, habría información suficiente de que el primero en recurrir a la dirección del “Cambridge Analytical” fue el Partido Acción Nacional (PAN), en las elecciones de 2006, por gestiones de Felipe Calderón, extremista de la derecha mexicana, quien volvió a recurrir a la empresa “conductista” cuando él y su mujer tuvieron la pesadilla de fundar en México un nuevo partido político de la derecha, esta vez bajo la dirección de Margarita Zavala, esposa del ex presidente.

Por supuesto, hay incertidumbre acerca de lo que pueda ocurrir en las próximas elecciones presidenciales (México, 2022). Todo indicaría, sin duda, que el partido Morena bajo la dirección de Andrés Manuel López Obrador volverá a triunfar, si no con la amplitud de la última vez sí de una manera suficientemente desahogada como para que ninguno de los otros partidos políticos en México puedan reclamar válidamente el triunfo. Aun cuando “Cambridge Analytical” y otros semejantes participen con los partidos y movimientos sociales de la extrema derecha. Desde el punto de vista de la reacción extrema en México no hay, por supuesto, problema alguno desde el ángulo financiero, ya que en este sentido tienen sobrados recursos.

Decíamos antes que no parece haber un plan consolidado y rígido de críticas y descalificaciones dirigidas a Andrés Manuel López Obrador. La descalificación de la derecha no parece ser de orden intelectual o filosófico, sino más bien de orden social, en el sentido de que se pretende descalificarlo y rebajarlo más bien como individuo de un estrato social inferior y por debajo del mexicano medio. De ahí que hayan surgido multitud de malos chistes y de “chascarrillos” a costa de AMLO, que no puede ser fácilmente criticado desde el punto de vista político ya que en las últimas elecciones mostró su superioridad arrolladora respecto a los otros políticos que entraron entonces a la competencia presidencial. No se trata tanto de una disminución intelectual sino de una disminución de índole social, de una definición, entre “chascarrillos”, que colocaría a López Obrador en un rango bajo de la estructura social en México.

En el caso de AMLO se ejemplifica a un hombre que, sin duda, no forma parte de las elites “distinguidas” de México. Tampoco se le coloca como líder de una de las clases sociales en lucha sino más bien como parte de un estrato que ciertamente no está en lo alto de las clases sociales en México. Su lucha, a los ojos de las elites, es por ascender en la pirámide social y no tiene como objetivo la destrucción de esa pirámide, sino su ascenso dentro de la misma. Esta visión, por cierto bastante pobre y elemental del luchador social mexicano, configura la imagen de un hombre de nuestro país en los siglos XX y XXI que ha sido excepcional en nuestra época y que seguramente, como lo dice una de sus principales frases publicitarias en lo político, está haciendo historia al lado de muchos otros mexicanos que lo apoyamos básicamente en sus principios.

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