Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
En lo que va del año las embestidas de la derecha contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no sólo no han cesado sino que crecen en intensidad, audacia y desvergüenza. Esta es una señal de que se avanza en la dirección correcta hacia la Cuarta Transformación, pues de no ser así los reaccionarios ya se habrían aplacado, estarían muy contentos de haber doblegado al mandatario que tildaron de ser “un peligro para México”.
Es tal su impotencia que llegan a extremos inauditos, como el de registrar en el Sistema de Administración Tributaria (SAT) a 26 empresas en las que figuran en calidad de socios el mandatario y su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller. En la “mañanera” de ayer miércoles, denunció la intentona de propiciar un escándalo mediático, como era el propósito de quienes urdieron tan aberrante maniobra. Así evitó una artimaña del más puro estilo nazi, sólo concebible en mentes siniestras.
El odio de la derecha contra López Obrador está en consonancia con los avances que está teniendo, a pesar de que no son comprensibles algunas medidas estratégicas que lleva a cabo. Sin embargo, son claras para el pueblo las tácticas que utiliza para poner en jaque a sus adversarios. Lo fundamental en esta etapa del sexenio es sentar las bases de una gobernabilidad que permita confianza en el futuro, lo saben las clases mayoritarias con una intuición nacida del sufrimiento.
Tienen certeza de que pocos mandatarios en América Latina han tenido que recomponer un país en crisis total debido a la corrupción, a los abusos y ausencia de humanidad de una elite oligárquica neofeudal, insaciable y vendida a intereses extranjeros. Lo está logrando, con hechos contundentes como el combate al “huachicol” y el rescate de Pemex, así como la aprobación de leyes para que el Estado pueda implementar programas con sentido social y patriótico, como la prohibición a la condonación de impuestos a las grandes corporaciones y empresarios acostumbrados a recibir ese privilegio indebido.
Pero los conservadores no descansan ni descansarán, como lo patentiza el odio de uno de sus “adalides”, Vicente Fox, no contra López Obrador sino contra el pueblo por “creerse con derechos para igualarse con la aristocracia”. Su actitud obedece a lo inconcebible, para su escaso cacumen, de que en México se consolide un régimen democrático y progresista, cuando la derecha iba por tan buen camino para imponer un régimen neoporfirista, ahora que en Estados Unidos ocupa la Casa Blanca un neonazi.
Por todos los frentes buscan frenar a López Obrador, para que fracase en su meta de restablecer el Estado de derecho, sin medidas autoritarias como dicen, sino con pleno respeto a la división de poderes, después de ocho décadas de que el sistema político se manejó de manera autoritaria desde la oficina del Presidente. Los poderes Legislativo y Judicial se acostumbraron a recibir línea, hoy deben aprender a demandar su independencia.
La transparencia es el mejor camino para que la división de poderes se profundice. Por eso es correcto que el Ejecutivo informara, en la “mañanera”, que el ex ministro José Ramón Cossío “está detrás de la ola de amparos” en contra del aeropuerto de Santa Lucía. ¡Cuando uno de los problemas más serios en el país es el abuso que se comete con esta figura jurídica!
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