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Opinión

Geopolítica del caos

Iván de la Nuez

No hace mucho tiempo, la geopolítica consistía en un orden del mundo. Una entente entre las potencias -no siempre pacífica ni justa, aunque sí relativamente razonable- para controlar sus respectivas zonas de influencias y mantener eso que se dio en llamar “la paz mundial”.

En aquel orden del mundo, surgido del fin de la Segunda Guerra Mundial, las instituciones y alianzas internacionales (el término global no se usaba entonces) eran relativamente fuertes y de su contrapeso dependía, precisamente, su equilibrio. Es el caso de la ONU o los No Alineados, la OTAN o el Pacto de Varsovia. Cuando la Guerra Fría se ponía caliente, la guerra solía dirimirse entre aliados de estas potencias, pero nunca entre ellas (pongamos Estados Unidos, Unión Soviética o China). Así lo testimonian, entre otros conflictos, las contiendas armadas en Centroamérica o Africa en los años ochenta. O la carrera espacial, que desplazó a la estratosfera la competencia entre Estados Unidos y la URSS.

La geopolítica, en fin, consistía en un continuo reajuste de las relaciones internacionales, un mapa político situado sobre el mapa “natural” del mundo, una recomposición cartográfica hecha por los Estados y no por la cultura o la naturaleza, un pulso por el dominio del planeta entre dos maneras de entender, a la vez, la historia y el futuro: el capitalismo y el comunismo.

Treinta años después del derribo del Muro de Berlín y del colapso inmediatamente posterior de la Unión Soviética, la geopolítica no se ha sostenido en el reordenamiento del mundo desde los postulados liberales. Así que lo que hoy se despliega es una geopolítica que pone el mercado sobre el mapa del mundo, unas relaciones internacionales que se regocijan en el desorden, una democracia menguante y una incertidumbre considerable. Con Estados Unidos con un presidente nacionalista que reniega, precisamente, de los compromisos multilaterales. Con China emergiendo como próxima primera potencia del mundo, Rusia aguardando para recuperar el sistema de influencia soviética pero sin la Unión Soviética, Europa dinamitada por el Brexit y por las contingencias mencionadas antes, América Latina sin encontrar la tecla de la estabilidad bajo ninguno de sus recientes experimentos ideológicos, la extrema derecha en auge por todos lados, el hundimiento de la socialdemocracia, un crecimiento potencial del terrorismo, una recesión económica a la vuelta de la esquina, la enésima impugnación de Irán, premios y sanciones económicas que parecen provenir del capricho antes que de la lógica.

La geopolítica de estos días tal vez haya que entenderla como un reajuste tectónico de la política mundial después del terremoto de 1989. En medio de este descalabro, la geopolítica del caos sólo puede ser inmediata, nunca estratégica. Y el alimento de la esperanza en una dictadura mundial que arregle las cosas.

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