María Teresa Jardí
Unos cuantos, unos pocos, cada siglo, son hombres imprescindibles que se cuentan con los dedos de la mano. Francisco Toledo es uno de esos hombres que, además, de entre los buenos son siempre los mejores.
“De humanos es errar”, dice el dicho. Pero de los mejores es el arrepentimiento y la voluntad de corregirlos.
Un error de AMLO es no creer que su peculiar manera de ejercer la política, que es, o que debiera, o que quizá en algunos momentos privilegiados de la historia de la humanidad ha sido: un arte, no despierta alarmas que debieran ser analizadas y escuchadas por el Presidente más votado de la historia mexicana.
Francisco Toledo –nada que ver con Víctor Toledo, aunque haya despertado cierta expectativa, ya camino a ser una más traicionada– tenía claro lo anterior y por eso se ubica entre los mejores al emprender su última aventura. La que lleva a unos pocos a regresar multiplicados por millones.
Grave amenaza la que hoy enfrenta la tierra juchiteca de Toledo y con ella todos los mexicanos. Nadie va a ganar, ni siquiera el puñado de empresarios y políticos ricos, muy ricos, recibidos, en el caso de los yucatecos, que forman parte de lo que se coloquialmente se denomina la casa “divina”, por AMLO, para exigir al Presidente más votado de la historia mexicana –lo que por otro lado tampoco significa demasiado, también Hitler fue votado por el pueblo alemán– que continúe con el intervencionista sueño yanqui de imposición del Plan Puebla Panamá, a lo bestia, porque ni el traidor antecesor de AMLO, que con el también criminal Bush acordó lo anterior, soñó con el despojo que se iba a permitir en Yucatán a manos de criminales, también, empresas transnacionales.
Claro que cada uno es libre de elegir cómo quiere pasar a la historia: como un grande, entre los más grandes, o hacerlo como uno igual que sus antecesores.
El poeta español Antonio Orihuela en una poesía titulada “Democracia” dice:
- La pregunta es, una democracia que hereda:
- la dictadura franquista,
- el partido único franquista desgajado en dos,
- la policía franquista, el ejército franquista,
- la judicatura franquista, el derecho franquista,
- la iglesia franquista, el capitalismo franquista,
- la universidad franquista,
- la despolitización franquista
- y hasta la televisión franquista.
¿Qué clase de democracia es?
Antonio Orihuela, nacido en 1965, es originario de Moguer, en Huelva, en España, y es además de poeta, ensayista y articulista. De uno de sus libros, que acabo de leer, “La guerra tranquila”, publicado por Origami, copio el poema “Democracia”, el que traducido a la situación mexicana podría quedar así: La pregunta es, una democracia que hereda: el pasado prianista, los partidos convertidos en uno solo, la policía y paramilitarización de las fuerzas armadas prianistas, la judicatura prianista, el derecho prianista, las iglesias prianistas, el capitalismo prianista, la escolarización a la baja prianista, la despolitización prianista y la televisión prianista con su bajísima producción conductista para mantener al pueblo enajenado: ¿Qué clase de democracia es?
Desde luego no la ofrecida por AMLO a lo largo de su larguísima campaña para alcanzar el poder merced al voto mayoritario de hartazgo.
Algún día cuándo la elemental lucha para que se respeten el derecho a la vida y a la justicia no sigan siendo lo fundamental, porque no se alcanzado aún ni remotamente su cumplimiento, quizá el derecho a elegir cómo queremos ser recordados, será considerado como un importante derecho humano y si alguien lo logra establecer así desde el gobierno podrá decir: deber cumplido.
Algunos desde fuera lo han logrado establecer como derecho ganado, es el caso de Francisco Toledo.