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Opinión

Enredo en la maraña

Jorge Lara Rivera

El Oriente Medio es ahora más que nunca un punto neurálgico del planeta. Para entender su complejidad sólo hay que asomarse al abismo donde intereses de lo más diverso, conflictos ancestrales e irresolutos vuelcos de la historia anidan y conectan ineluctables con el vecindario del Cercano Oriente (la Unión Soviética lo aprendió dolorosamente previa a su propia desaparición en el depauperado Afganistán, pantano del cual Estados Unidos intenta ahora salir arreglándose con el talibán, precisamente aquéllos a quienes fue a combatir).

Desde la segunda mitad del siglo XX y en el curso de este XXI, el valor estratégico de la zona devino en inminente riesgo para la economía, la paz y seguridad mundiales. Y es que la pujanza y prosperidad de países tan remotos como Japón, China, Taiwán, Corea del Sur y hasta India depende en gran medida del crudo –y derivados– que se produce, refina y transita en las naciones del Golfo Pérsico y el Mar Arábigo las cuales, si bien comparten una fe, rivalizan en cambio, abierta o soterradamente, por la preeminencia; pero el control de ese potencial también tiene atractivo irresistible para las grandes potencias y todas (desde Europa hasta el Lejano Oriente, pasando por Norteamérica) tienen metidas las manos en la región, lo que vuelve inevitablemente explosivo a Medio Oriente.

La reciente iniciativa diplomática paquistaní para mediar entre Irán y Arabia Saudita deja entrever la mano de China, la cual suele desentenderse de la opinión internacional en el abordaje de sus prioridades pero está preocupada y hasta qué punto por los nocivos efectos que un conflicto militar a gran escala entre la teocracia que despacha en Teherán y el orgullo herido de la soberbia Casa Real del Reino del Desierto (sobre todo tras el agravio infligido a Ryad en el 50% de su capacidad productora y exportadora de petróleo hará un par de meses), tendría fatalmente para su gigante economía hoy ralentizada.

Pero el asunto es complejo, muy complejo. Pakistán, cercano a Estados Unidos, rivaliza con Rusia y es proclive a China; posee el arma atómica (anhelada por Irán) igualando la capacidad nuclear de la “espiritual” India, su enemigo de origen pues surgió de forzada partición hindú; India a su vez no es cercana a Rusia pero sí enemiga de China; Irak está resentido con Pakistán desde las 2 Guerras del Golfo instigadas por Washington y aunque fue enemigo acérrimo de Irán desde la época del Sha, hoy es cogobernado por Estados Unidos e Irán, ambos contrarios entre sí pero enemigos del llamado Califato Arabe (ISIS) y la guerrilla Al Quds, este último respaldado por Arabia Saudita, aliado de Estados Unidos contra Irán; la antigua Persia además de Irak ha extendido su influencia (lo que resiente la Federación Rusa en sus repúblicas sureñas predominantemente islámicas) hasta Siria –donde están los kurdos a quienes junto con Irak, Turquía y este país árabe despojó de su patria y oprime– en la cual se aviene con sus rivales Turquía (hoy distante de la Casa Blanca pero recelosa de Moscú) y Rusia, desplegando personal y equipo de su Guardia Revolucionaria Islámica–, Líbano a través de Hezbollá, la Franja de Gaza palestina (cuyos refugiados Saudí Arabia financia) con los radicales de Hamas, y el Yemen a través de los huttíes opuestos al gobierno reconocido de Saná que apoya Arabia Saudita, así como Boko Haram en Noráfrica, y es –como Arabia– declarado enemigo de Israel (aunque Saudí Arabia tiene acuerdos subrepticios con Tel Aviv, justo para contener a Irán) y se acerca a Qatar, rival de Arabia y ahora distanciado de las monarquías del Golfo con intereses afines al Mundo Occidental pero contrarias a su cultura, e identificadas con Arabia y Estados Unidos en lo estratégico militar, contrarias también a Israel al cual Estados Unidos respalda.

De ahí que una escalada fuera de control sea tan peligrosa: rotos los precarios equilibrios de la región y deshechas las alianzas circunstanciales, puestas en el trance de defender sus intereses geoestratégicos (o su supervivencia, como Israel de quien se teme posee armas atómicas), países, potencias regionales y planetarias accionarían los mecanismos de alianzas secretas de modo imprevisible, involucrándose en niveles y con consecuencias hoy incalculables pero, seguro, terribles.

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