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Opinión

La salud del precariado

Alberto Híjar Serrano

Adrián Sotelo aporta el concepto “precariado” a la discusión sobre el sujeto del antiimperialismo y sus modalidades constitucionales de reforma de los estados dependientes. Traducido al inglés el libro del profesor de economía política, da cuerpo a los millones de desplazados por la miseria, la violencia, el desamparo. Migrantes forzados, seres en situación de calle, comunidades enteras obligadas al abandono de sus territorios, vendedores ambulantes perseguidos por la justicia protectora de quienes pagan impuestos, pepenadores y prestadores de servicios que viven al día, académicos agotados por la búsqueda de trabajo y fuera ya del sistema de becas, trabajadores de la cultura reducidos a contratos infames sin derecho social alguno, investigadores sin patrocinio oficial, testimoniantes y cronistas en busca de editores, artesanos fuera de los mercados, en fin, millones de trabajadores sin esperanza.

Muy pocos tienen manera de clamar por atención a sus necesidades vitales. Cuando su salud decae, sufren a la par de los miles de solicitantes en busca de atención en los institutos, hospitales y centros de salud pública. Las reformas legales empantanadas en trámites y los grandes consorcios del tráfico capitalista de las enfermedades, procrean vías de explotación impune por el costo de tratamientos y medicinas, transportes y estancias para enfermos y familiares que llenan salas de espera y alrededores con campamentos improvisados. A cambio de comedores accesibles, acuden a los corredores de comida en las calles aledañas a los sitios donde solicitan servicios.

En las comunidades y artistas fuera de la industria del espectáculo, se sabe de casos ejemplares. El de Víctor Hugo Rascón Banda, próspero banquero y dramaturgo exitoso, autor de ¿Por qué a mí?, diario de un condenado (Grijalbo 2006), una crónica de su cáncer que agotó seguros y prestaciones. Internado en el hospital Mocel, narra el ruido del papel deslizado en su puerta en las madrugadas cuando la fatiga de su cuidadora o cuidador nocturno, dormía profundamente. Para él, despertar con el ruidito era terrible porque era la deuda acumulada hasta el día anterior, ya imposible de pagar con sus fondos disponibles ante la indiferencia institucional. En su caso, el gobierno de Chihuahua respondió gracias a la intervención de artistas e intelectuales distinguidos.

En el extremo opuesto, Melquiades Herrera se hartó de las mil dificultades para tramitar sus diálisis diarias para aliviar su insuficiencia renal extrema y al decir de Carlos Blas Galindo, optó por el suicidio al suspender el tratamiento. Excelente profesor de composición en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM y celebrado performancero con los usos de los cientos de objetos comprados en las calles, Melquiades se dejó morir.

Hace una semana Carlos Martínez Rentería, el más efectivo promotor de la legalización de los usos de la mariguana, distribuidor de la excelente revista Cáñamo, prohibida por la Secretaría de Gobernación, y promotor de la gran marcha anual internacional de los consumidores de la yerba, publicó en su columna Salón Palacio, una nota sobre el rock en el Museo del Chopo, cuyos alrededores son un santuario semanal de músicos, escritores, promotores culturales sin patrocinios oficiales, que semana a semana refuerzan una tendencia importante en la cultura popular urbana. Editor por más de treinta años de la revista Generación, organizador de eventos en la Pulquería de Los Insurgentes hasta convertirla en centro de presentación de libros, proyectos y exposiciones sin cabida en recintos de Estado, Martínez Rentería aprovechó para agradecer las solidaridades que permitieron su hospitalización en el Instituto Nacional de Nutrición para aliviar su diabetes. Todo un caso el del promotor principal de la contracultura y sus encuentros anuales en Lagos de Moreno con participación de poetas de la Beat Generation e invitados especiales.

Sin organización que los respalde, los trabajadores de la cultura no cuentan con el apoyo sindical necesario, por lo que se plantaron en la salida de los asistentes a las conferencias presidenciales matutinas hasta que fueron atendidos sus reclamos de salarios y prestaciones caídas con el pretexto de la terminación de sus contratos que no les dan derecho a la permanencia laboral y a las prestaciones propias de esta condición. Pobre de quien se enferme grave en esta situación en proceso de solución con el fin del Seguro Popular y la apertura de la atención universal, salvo de aquellos que no tienen credencial de elector o cualquier otra identificación oficial ahí donde no se enteran de estas novedades.

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