Alejandro Solalinde
III
¿Estamos blindados los
mexicanos contra la
ambición del dinero?
Este último año nos hemos estado enterando de situaciones políticas, sociales, ecológicas, económicas, financieras, religiosas, muy importantes, no pocas de ellas, dolorosas e inquietantes. ¡Nos hallamos en los umbrales de un país que está amaneciendo después de una larga noche de penumbras! ¡Este año acabará de echar las bases de nuestro sistema democrático! ¡No hay reversa! Porque estará sustentado por el poder popular. Sí, ¡óiganlo bien: el poder popular! El poder en manos de un pueblo sabio, forjado en el dolor de su historia, pero también con capacidades para emprender una vida democrática inédita para nosotros. La desconocíamos. Resulta sorprendente hablar de poder popular sin identificarlo con turbas violentas y destructoras. Nuestro pueblo es empático porque viene de tocar fondo: 2018 fue el tope de muchas causas de violencia y corrupción toleradas, aunque sigan por inercia sus efectos. La voluntad política ya no es la corrupción en ninguna de sus formas, pero tampoco significa un cambio automático.
Mucha gente no acaba de entender que estamos en transición nacional y confunde al presidente Andrés Manuel con una varita mágica y algunos son tan tontos o mal intencionados que hasta le ponen plazos. No, el estado del país es de pronóstico reservado. La ventaja es que ya tenemos el diagnóstico: ¡estado crítico! Pero, ¡uf!, fuera de coma; poco a poco se están retirando las partes necrosadas.
A pesar de todo, las mexicanas y los mexicanos tenemos un saldo favorable; contamos con activos culturales emergentes. Sin embargo, me pregunto si nuestra gente contará con la fuerza espiritual suficientemente sólida como para superar la tentación del dinero que viene. ¿Por qué lo digo? Pues porque hoy, el Ejecutivo nos ha recordado que la soberanía reside en el pueblo, dueño de la riqueza nacional que la autoridad sólo administra y nos está informando cada día lo que tenemos y en qué se está gastando, invirtiendo. Por estas mañanas de información, debate y reflexión podemos hacer un recuento de la riqueza nacional: materias primas como petróleo, litio, energía solar, eólica; una ubicación y extensión geográficas envidiables, una población diversa con más valores que aspectos negativos.
Hay otro recurso que apenas se ha mencionado en redes: el fondo mixto privado de los pueblos originarios. Este fondo lo tienen todos los países del mundo; cuando México entró en la banca internacional con Plutarco Elías Calles, en 1925, se fijó la garantía en oro por el valor de su territorio, firmando como representantes legales miembros de los pueblos Pápagos de Sonora.
Están por arrancar proyectos detonantes del desarrollo y crecimiento del Sur Sureste de la República. Por generaciones hemos visto el atraso de los estados de esta región que por primera vez podría salir del empobrecimiento.
En conclusión, habrá condiciones económicas más que ventajosas para despegar por fin de manera equilibrada, humana, equitativa y respetuosa del medio ambiente. Cabe mencionar que el secretario Víctor Toledo informó que el país ya está entrando en una franca transición energética; de la energía contaminante de origen fósil, a energías limpias, como la eólica, la solar y otras. Nuestro país está superdotado; económicamente nos va a ir muy bien.
Sin embargo, me cuestiono si la población estará preparada para administrar sabiamente la riqueza, si a la hora de la hora sabrá echar mano de los legados culturales, espirituales, para actuar con libertad ante los bienes materiales, si estos intereses no serán más fuertes que la amistad, los lazos familiares y nuestra fe, nuestra fidelidad a las enseñanzas de Jesús. El, es un ejemplo contundente de libertad frente a lo material; su enorme fuerza espiritual lo mantuvo por encima de cualquier tentación de poder o de dinero. La base de su espiritualidad fue el amor a su Padre y a la gente; la valoración, reconocimiento y respeto al ser humano.
Estaremos dispuestos a renunciar a las malas prácticas de arreglos deshonestos, de ayudar sacando ventaja, que nos lleguen al precio y muchas cosas más. Hay que admitir que entre nosotros hay actitudes y acciones tocadas por la influencia del materialismo neoliberal, de la cultura del dinero, de su falsa axiología en la que primero es el dinero y luego la gente.
¿Cómo aprender a administrar dinero sin envilecernos? ¿Cómo consumir, sin caer en el consumismo? ¿Sin perder la libertad frente al dinero?
Más de uno me diría porqué le estoy hablando así a un pueblo mayoritariamente empobrecido aún. Bueno, estamos entrando al segundo año de gobierno de un mandatario que todo lo quiere para la gente, todo al servicio de la población, preferentemente para la más necesitada. 2020 será un año de gran transferencia de recursos económicos a connacionales. Si a eso sumamos el monto de las remesas, el total es considerable. El dinero es bueno, como medio, pero cuando nos desequilibra, ¡cuidado!, porque puede hacer tambalear nuestros valores.
Durante mi estancia misionera en Oaxaca me tocó estar algunos años en San Pedro Juchatenco; prestaba esporádicamente mis servicios al Santuario de Juquila, donde acuden miles de peregrinos y también grandes sumas de dinero de las limosnas. Me fijé en el modo como contaban el dinero de las alcancías; los trabajadores no usaban cubrebocas ni guantes y estaban en un lugar encerrado. Hablé con el párroco, el padre Pedro Rovirosa, de un pueblo originario, sobre las condiciones en el conteo del dinero. El, un hombre muy desprendido, despreocupado del dinero, me autorizó intervenir. Reuní a los empleados, se les dio un lugar más ventilado y se les proporcionó equipo de trabajo adecuado, pero sobre todo hablé mucho con ellos acerca del riesgo de manejar dinero, de la tentación de robar; les expliqué que les decía eso, no porque me interesara el dinero. No, me importaban ellos. Les hice ver que su vida, sus valores familiares y comunitarios eran más importantes que todo el dinero de las alcancías. Tuvimos incluso una tarde más hablando de esto. Dios me ayudó para convencerlos que de verdad estaba preocupado por el riesgo que corrían.
Al año siguiente me cambié de parroquia; años después me enteré por las noticias que el padre Pedro ya no estaba y que empleados del santuario habían sido consignados por robar las limosnas.
En esa misma región han estado siempre en pleito a muerte, los que administran el Pedimento, escala en el peregrinaje al santuario y las autoridades de Juquila: ¡Dos comunidades hermanas disputándose a muerte las limosnas de los peregrinos! En este último año se registraron más conflictos entre ellos.
Por todo lo que les compartí renglones arriba, estuve reflexionando acerca de quién y cómo se podría ir preparando a la ciudadanía, a la feligresía; yo mismo me respondí, que la Iglesia Católica y por supuesto las demás iglesias podrían acompañar este proceso preventivo que evitaría también nuevas formas de corrupción y mezquindad entre hermanos. Si las Iglesias quisieran; si entendieran el peligro…
Estuve recordando la cinta de El Hombre de Papel, de Ignacio López Tarso, con el guión escrito por Luis Spota y Ricardo Garibay, bajo la dirección de Ismael Rodríguez. La película se rodó por 1963. Es una enseñanza magistral, plástica, de los estragos de la ambición por el dinero. Un billete marca la diferencia entre una vida y otra; entre unas relaciones y otras. Sin duda la película es vigente y muy apropiada para los tiempos que están y los que vienen. La recomiendo ampliamente. Está en YouTube. No se la pierdan.
Yo creo en el activo social de nuestra espiritualidad cristiana y no cristiana; México es una nación con muchas espiritualidades, aunque la prevalente es la católica. De hecho, tenemos en Jesús un ejemplo a seguir. Estoy seguro que vamos a salir de la corrupción, la garantía es el Joven de Nazaret; él, testificó los valores de su anuncio en sus gestos, actitudes, pero sobre todo con su trato personal. Todas sus acciones liberadoras son también pedagogía para aprender y practicar una nueva forma de relacionarnos y disfrutaros. La de él, es una auténtica pedagogía relacional; una educación formal de las relaciones humanas. Las comidas de Jesús fueron ocasión privilegiada para invertir las relaciones elitistas, piramidales, interesadas y transformarlas en un trato horizontal e igualitario. En esos convivios en los que prefería a los pobres, a los pecadores, el Maestro ponía en juego todo: el lenguaje verbal, no verbal, actitudes, comunicación interior, exterior, las miradas, las atenciones inesperadas e inmerecidas, cargadas de amor y respeto. Para el Hijo de Dios el amor era el valor que más transmitió. Su sola presencia entre la gente dejaba en claro que ella, era lo más importante para él. ¡Todo lo quería para el pueblo! Se preocupaba por su salud, su comida, su vida. A sus discípulos y discípulas les inculcó que las ovejitas valían tanto, que había que dar la vida por ellas.
Los cristianos somos la mayoría en el país, ¿estamos preparados para valorarnos más que el dinero y amarnos desinteresadamente como Jesús nos ama?