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Opinión

La CELAC hoy

Michael Vázquez Montes de OcaEconomía Popular

En México, con una reunión de cancilleres y vicecancilleres de 29 naciones, fue relanzada la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (en lo adelante CELAC o Comunidad), asumiendo la presidencia pro témpore Andrés Manuel López Obrador durante el año 2020.

Es un mecanismo intergubernamental para el diálogo, que aspira a ser una voz única y decisiones estructuradas en el ámbito político y de cooperación. Fue creado para avanzar en la combinación gradual, unidad y equilibrio de la diversidad de 650 millones de personas, que congrega a toda Latinoamérica y el Caribe sin la participación de Estados Unidos y Canadá y desde su lanzamiento en diciembre de 2011, ha ayudado en desarrollo social, educación, desarme nuclear, agricultura familiar, cultura, finanzas, energía y medio ambiente.

Ahora México decidió asumir su papel histórico, al entender que no debe profundizar heridas y avanzar en la integración. El solo hecho de que altos funcionarios se hayan reunido y hayan dialogado fue reconocido por el Ministro Ebrard como un gran avance ante los intentos aislados de sabotear, postergar e incluso de anular esquemas de colaboración y agregó “no nos podíamos reunir antes debido a la polarización”, calificando el encuentro como “cordial, de mucho respeto”, centrado no en los asuntos políticos, que ya son “discutidos en otros foros e instancias” sino en aspectos concretos en los que hay acuerdo e interés común.

Aun así, estuvo marcado por dos asuntos candentes, Bolivia, cuya nueva administración canceló su asistencia y Venezuela, que vive días convulsos, después de perder el control de la Asamblea Nacional Juan Guaidó, con una votación descalificada por la Unión Europea y Estados Unidos.

Según lo anunciado por Ebrard, la propuesta consiste en “trabajar para robustecer la institucionalidad y alcanzar nueva fortaleza en la unidad” para forjar logros concretos que beneficien a la comunidad de manera práctica y eficaz, promoviéndola con pasos precisos que permiten entrever una aproximación de corte pragmático, con la que se intenta interesar y acercar a los ideológicamente distanciados.

Afirmó que es un compromiso fortalecer la CELAC, presentó 14 proyectos, con un plan de acción previsto en el marco de los doce meses de duración de la gestión mexicana y ellos son: 1. Creación de un programa espacial en conjunto; 2. Grupos certificados para atender desastres; 3. Encuentro científico; 4. Encuentro de rectores; 5. Compra en común; 6. Monitoreo sobre resistencia de los antimicrobianos. 7. Metodología contra corrupción; 8. Foro Ministerial; 9. Trabajo en conjunto ante Naciones Unidas; 10. Mecanismos de gobernabilidad; 11. Premio CELAC contra la desigualdad; 12. Concertación regional; 13. Gestión sustentable de los recursos oceánicos; 14. Acción turística en común.

Uno de los puntos más relevantes de la propuesta es el de la concertación política y hablar con un vocablo común en los foros multilaterales.

También se pretende iniciar una nueva etapa con la definición de la rotación de la Presidencia Pro Témpore, el fortalecimiento del intercambio con la CEPAL para facilitar la aportación de distintos sectores, la creación de una plataforma virtual que permita el registro de los avances, la realización de un Foro CELAC-China para el segundo semestre del año y una plenaria en el marco de la apertura de sesiones anual de Naciones Unidas en septiembre.

Otro asunto abordado fue el estancamiento económico y social, con la presencia de la secretaria ejecutiva de la CEPAL, quien señaló que en las últimas dos décadas aumentó la desigualdad.

El área es la tercera economía más grande del mundo con un PIB de alrededor de 7 billones de dólares, el mayor productor de alimentos y el tercero de electricidad. Cuenta con un gran mercado interno, la exportación de productos básicos y la fusión de bienes y servicios, lo que resulta en un aumento del consumo, pero a partir de 2014, ha experimentado una fuerte caída de su contribución en el comercio mundial, así como una reducción relativa del precio de los principales productos suramericanos.

El desafío principal debe ser promover la lucha contra la pobreza, es la región más desigual del mundo (algunos países encabezan tal índice, Venezuela, debido a una recesión sin precedentes, Brasil y Argentina); 210 millones de habitantes actualmente viven entre la pobreza y la miseria (30% de la población) y tras una década de reducción, el tema vuelve a resultar preocupante y en la actualidad un 20% se considera vulnerable, 122 millones de sujetos que salieron de la pobreza pero no lograron incluirse en la clase media, podrían perder lo poco que obtuvieron. El actual reempobrecimiento no se deriva solamente de factores económicos sino también del recorte de programas, en especial donde han ocurrido golpes parlamentarios, como Honduras, Paraguay y Brasil y aquellos que han sido gobernados por presidentes neoliberales, como Argentina y Chile.

En su segunda Cumbre, la Comunidad declaró a América Latina y el Caribe como Zona de Paz y en esa proclama se reafirmó el propósito de un orden internacional justo, promoviendo una cultura que excluyera el uso de la fuerza y los medios no-legítimos de defensa, como las armas de destrucción masiva y, en particular, las nucleares. Se destacan principios como la “obligación de no intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de cualquier otro Estado y observar los de soberanía nacional, igualdad de derechos y libre determinación de los pueblos”, así como el respeto al “derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones”.

En cuanto a intereses inmediatos, el país azteca quiere impulsar su agenda de desarrollo para los integrantes del Triángulo Norte de Centroamérica, un propósito que busca financiadores.

Si se observan las declaraciones de los regímenes nucleados en el Grupo de Lima y en la OEA, es evidente que los elevados principios de aquella declaración fundamental han sido traicionados por la derecha continental y peor es constatar la flagrante violación a los del Derecho Internacional vigente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la propia Carta de Naciones Unidas y unos cuantos instrumentos más. Frente a este panorama de quiebre de lazos intrarregionales, de recolonización e imposición de esquemas, se ha levantado una ola de sublevación.

En las conversaciones bilaterales estuvo presente el posible cambio de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos, dado que muchos apoyarán el intento de evitar otra gestión nefasta, como la protagonizada por Luis Almagro. De cualquier modo, mientras la OEA continúe siendo financiada en más de un 60% por los Estados Unidos y su sede esté a pocos pasos de la Casa Blanca, cualquiera sea el personaje elegido, su sentido colonial no habrá de modificarse.

Lograr unidad estratégica para enfrentar embates es una necesidad de naciones cuya riqueza de recursos se presenta como blanco de las apetencias de un capitalismo decadente y ávido de acumulación. Es innegable que Latinoamérica y el Caribe son integracionistas, pero durante los últimos años hubo acontecimientos que influyeron negativamente en ese camino.

Washington ve con nerviosismo que en Venezuela resultan derrotadas sus peligrosas acciones desestabilizadoras, como le tocó a Cuba en su momento y sigue resistiendo el brutal bloqueo norteamericano y la pelea cotidiana incluye también la decidida riposta popular al intento de golpe suave en Nicaragua, lo que ha permitido conservar una cierta correlación de fuerzas y un espacio favorables a la llegada de dos nuevos gobiernos de signo nacional y popular, Andrés Manuel López Obrador en México y el dúo Fernández-Fernández en Argentina, cuya existencia, por más condicionamientos y frustrantes herencias neoliberales que los limiten, refuerza considerablemente la intransigencia contra el sistema mundial de dominación neoliberal.

La acción de resistencia vigoriza y estimula los tradicionales y admirables esfuerzos de la Comunidad del Caribe (CARICOM) por defender la independencia, la soberanía, la paz y confraternidad entre los pueblos, así como su unidad, integración y concertación, a lo que se suman las intensas batallas contra el neoliberalismo que hoy se llevan a cabo en Chile, Colombia, Haití, Ecuador, Bolivia, Honduras y otras que están por estallar, que fuerzan a Estados Unidos y a las oligarquías a la dispersión de su atención y sus recursos.

Es posible y necesario buscar puntos de entendimiento que permitan echar a andar elementos de concertación en un mundo tan cuajado de peligros. Se quiere la paz, pero no a costa de abandonar la gloriosa historia y los sueños centenarios; no existe posibilidad alguna de pactar con el imperialismo y mantener la viabilidad de los cambios y la sostenibilidad de la justicia.

Se marcha desarticulado, en medio de una salvaje modernidad, a expensas de un imperialismo que financia y conduce la subversión de los gobiernos revolucionarios o progresistas, criminaliza la solidaridad de la izquierda con los oprimidos. Es preciso enlazar los reclamos justos de todos los sectores de la sociedad y vincular las diferentes formas de lucha: las de los partidos, movimientos, del poder de base o las comunas, y también las de la vanguardia revolucionaria, de las masas conscientes y sus líderes, no se puede dejar de ser solidarios y seguir siendo revolucionarios.

Por lo demás, en el contexto de una situación mundial turbulenta y sus repercusiones en la zona, es muy importante que la CELAC defienda sin cortapisas la vocación de preservar la paz en América Latina y el Caribe.

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