Opinión

Crisis civilizatoria

Ricardo Andrade Jardí

Mientras al norte de nuestra agraviada América, el capitalismo extractivista se disfraza de progresismo y desde la simulación, de ser otra cosa, nos pretende imponer el Plan Puebla-Panamá (PPP), al ritmo de la imbecilidad bélica del empresario que “gobierna” al vecino imperialista, al Sur del continente el genocida pinochetista de Sebastián Piñera se aferra al poder, mutilando, torturando, desapareciendo y asesinando a jóvenes chilenas y chilenos, en nombre de una “democracia”, que es a todas luces una dictadura burgueso-militar, al tiempo que en la pluriétnica nación andina de Bolivia, un golpe cívico-militar (orquestado desde la misma Casa Blanca) derroca al gobierno legitimo de Evo Morales, entre las contradicciones mismas del Movimiento al Socialismo (MAS) y un siniestro y diabólico pacto católico evangélico con el que se pretenden someter y esclavizar, en nombre de Dios y de la Biblia, todo lo que suene a “indio”, a pueblo originario, abriendo las puestas de un ignorare fanatismo racial (fascismo). Al tiempo que en Mérida, la de Yucatán, el oscurantismo medieval sataniza y criminaliza la protesta legítima usando de pretexto la digna rabia de las mujeres que han salido a decir al patriarcado capitalista, que las violenta y las asesina todos los días, !ya basta!, ante una impunidad institucional, que se ofende por una pared o un monumento intervenido, pero que es omisa ante la siniestra apología del delito que inunda las mal llamadas redes sociales convocando a agredir, asesinar y violar a cualquier mujer que se atreva a usar su legitimo derecho a la protesta, abriendo las puertas de un fundamentalismo fascista que, tarde o temprano, se revertirá también contra aquéllos que hoy se hacen de la vista gorda ante estos hechos.

La década que termina nos ha dejado ver que el fascismo no sólo no ha sido derrotado, sino que hoy está de regreso entre biblias y cartillas morales. Y, así mismo, la nueva década inicia profundizando una crisis civilizatoria. El capitalismo extractivista quiere y requiere el control absoluto de los recursos naturales. De ahí las urgencias de los ajustes geopolíticos de las fronteras que permitan seguir sosteniendo al norte del mundo y, particularmente de nuestro continente, la mentira de la producción infinita. Los recurso naturales vitales para la vida, el agua, principalmente, son los nuevos y viejos territorios en disputa, y todo discurso que no se someta o se oponga a las lógicas del extractivismo será el principal enemigo a vencer.

La década que inicia será definitoria, entre lo único que puede ofrecer el capitalismo, llámese neoliberal o progresista, es decir muerte o anticapitalismo, como esperanza bienvenida e incierta de intentar construir un futuro justo y ambientalmente responsable para todos.